miércoles, 22 de julio de 2015

La hoja y la mirada: Si el rio suena, tiempo lleva




Guille mira a su madre y absorto le pregunta acentuando las eses de su palabras: ¿No es increíble todo lo que puede tener adentro un lápiz?” Su madre, apenas le pone atención y horrorizada observa el piso y las paredes de la casa garabateadas. Usted seguramente recordará también esta tira de Mafalda, creación del genial Quino. Frente a ella otro hombre se maravilló, Se llama Benjamín León Estrada, un artista plástico hidalguense nacido en Atotonilco de Tula en 1939, quien por aquellas épocas se debatía entre su trabajo como docente de arte y su deseo de continuar con su producción pictórica. León pensó “No necesito un gran espacio (del cual carecía en ese momento), sólo necesito un lápiz y un papel. Aquel cartón y la vistia a una exposición de José Clemente Orozco, refrescaron en él el deseo de perseguir su destino en la pintura mexicana.

“El rio del tiempo”, reciente publicación del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, encierra una suerte de retrospectiva de la vida y la obra de Benjamín León Estrada. En la presentación se establece el valor de su presencia en el arte de nuestro estado: “Para Benjamín León Estrada (…) pintar es una obsesión, artista que con su obra celebra sus raíces y nos obsequia en un torrente de creatividad sus sueños transformados en vehemencia de color; lo ha prendido de su experiencia de observar y asimilar en su tránsito por el laberinto de renovadas tendencias plásticas. León Estrada, sin pretensión alguna, espera el secreto de las imágenes y construye con su corazón cuadros que en silencio nos hablan de ilusiones, del vacío, de furia, del mirar, de su miedos, de soledades, de la muerte; no pretende simular el tiempo, nos ubica en el espacio que le tocó vivir.”

Y es que Estrada es un pintor que responde a su tiempo; al tiempo que vive y al tiempo que dicta su interior. Lo traduce en el silencio que gritan sus pinturas de tonos ocres, con tiras de luz verde, amarilla, azul, naranja. Se dibujan siluetas, tenaces en  sus movimientos quietos. Nos miran sin ojos, como su acecharan nuestro acecho alrededor del cuadro. Nos adivinan y en su interior guardan lo que sentimos al contemplarlos ahí, indisolubles.

Es Berta Taracena, la encargada de analizar en el libro, con detenimiento y profundidad, la obra de León Estrada, de la cual destaca: “El arte conlleva sus propios signos, que son los que dan la clave de su lugar, vida y circunstancia y de lo que estas realidades proyectan o rechazan. Para expresa lo cual, León Estrada imagina un régimen de formas elocuentes que traducen características fundamentales en su entorno. En su quehacer (pintura, dibujo, grabado y otras técnicas) se advierte de qué manera poética este artista reabsorbe imágenes para expresar su cultura en el campo de la historia, de la mística y de la magia, por medio de una simbología nueva y compleja de formas y colores muy propia de su manera de ser.”

La personalidad del autor determina pues el carácter de su obra, el uso de las técnicas, pero también el contenido. El tema de la obra de Estrada es el hombre pero también el campo; los magueyes, la madera, la tierra como eclosión de sensaciones. El destino de todo ello está presente en una importante época de su producción , es decir, la muerte como tema. Y es en ella, en la muerte, en que León establece la más importante de sus vínculos creativos, el que lo une a la tradición prehispánica. Pinturas donde aparece la serpiente circular, un agorero, cuerpos que marchan, otros abiertos en canal, víctimas del tiempo y de la nada. La luna es otro tema ensayado, en otro aparece un perro que nos mira, nos huele.

Páginas enteras muestran el devenir creativo qua salido inicialmente de un pequeño lápiz, con el cual el artista bocetaba, y que ha evolucionado en obras donde la dimensión de la obra crece y se desarrolla en su totalidad. El mismo Estrada reflexiona sobre ello: “Mi gran reto es modular los colores de acuerdo con el tema. Me gusta el colorido con su variedad de gamas y tonalidades, además de claroscuro. En el modelado uso pocos colores y casi planos, a fin de reforzar el tema o la figura a interpretar.”

El libro concluye con de una manera peculiar, con una serie de notas autobiográficas donde el pintor explora su pasado, los difíciles tiempos lejos de la pintura y desde la orilla presente se da cuenta de que su búsqueda no fue en vano, al contrario, le permitió integrar su talento al desarrollo de la pintura en nuestro país. Aquí vemos imágenes diversas, carteles de exposiciones, fotografías de sus años en La Esmeralda, recibiendo premios, en entrevistas; otras donde León se acompaña de artistas contemporáneos como Leo Acosta, José Hernández Delgadillo entre otros.

Gran manera de reconocer la trayectoria de Benjamín León Estrada y gran oportunidad para sumergirnos en su pintura.

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