viernes, 21 de diciembre de 2018

La cultura en tiempos de la 4T


Desasosiego, por decir lo menos, ha causado entre la comunidad cultural e intelectual mexicana la disminución propuesta por el nuevo gobierno de la República al presupuesto correspondiente al rubro cultural para 2019. La disminución, inmediatamente pública gracias a la vertiginosidad de las redes sociales, mostraba un 6% menos del referente de de 2018, para situarse en un monto de 12 mil 394.10 millones de pesos. Tal vez parezca una consecuencia de la austeridad republicana que fue enarbolada durante la campaña, pero aparentemente se trató de un mal calculo que “alguien” realizó.

Lo cierto es que los números plantean un panorama desalentador para el desarrollo cultural de nuestro país. Sobre todo, si consideramos la expectativa que se genera con las propuestas de la izquierda por tradición plantea entre creadores, promotores culturales e intelectuales. Parecería que el cambio de rumbo político que enfila sus afanes a los más necesitados es acompañado por un espíritu de utilizar la cultura como una forma de fortalecer la identidad y hasta de elevar la sensación de bienestar social incrementando en el sentido re-creativo el nivel de vida de los ciudadanos. Entonces el desencanto es profundo, la esperanza de elevar el porcentaje del PIB que se destina a la creación y promoción de la cultura se desvanece.

¿Toda la culpa es del presidente? Tal vez, sin embargo, es evidente que López Obrador es culto. Mencionar al poeta tabasqueño Carlos Pellicer en su discurso de agradecimiento en la noche del triunfo electoral es un gesto emblemático; a Pellicer lo conoció cuando entró a trabajar en el Centro Coordinador Indigenista Chontal en 77 y fue su amigo cercano. Quienes le rodean lo refieren como un lector ávido, con autores de cabecera, cercano y amigo de intelectuales (Poniatowska, Monsiváis, los Pérez Gay) cuando fue Jefe de Gobierno, incluso autor riguroso según los editores de sus libros.

En el documental que revisa su vida dice de la cultura: “(…) es la que nos ha permitido resistir todas las calamidades; somos lo que somos, no nos hemos desintegrado por nuestras culturas, por eso hemos resistido epidemias, terremotos, malos gobiernos, por nuestra cultura”.

¿Dónde entonces la puerca torció el rabo? Por un lado, legisladores ajenos al rubro insertos en la comisión de cultura del Congreso; no es lo mismo dedicarse al entretenimiento como “artista” consentido de una televisora, que enfrentarse a la carencia y el rechazo con que los promotores culturales de este país trabajan todos los días. “Pero el presupuesto lo planteó hacienda” pensará usted, pero lo cierto es que, si no se saben armar los proyectos culturales, si no se saben defender, la autoridad financiera no los auspicia por desconfianza. Ahora el diputado Sergio Mayer pretende ser el superhéroe de la comunidad artística prometiéndoles rescatar lo perdido, sin embargo, sus limitaciones, su carácter prepotente denunciado ya por empleados cercanos y sobre todo su inexperiencia cultural, son malas señales. Es muy probable que nada pueda hacerse, al menos desde la tribuna más alta de la Nación.

Tal vez, un elemento que no hemos considerado, y que puede agravar el panorama es saber si Andrés Manuel es un “Consumidor de Cultura”, es decir, si el presidente ha considerado proyectar la cultura como una industria de bienestar que vaya más allá de lo “recreativo” para convertirse en un espacio donde los mexicanos podamos re-crearnos (volver a crearnos) y enfrentar los problemas cotidianos que tienen que ver con la violencia e incluso con la economía. Plantear un ejercicio cultural que no solamente sea admirado desde el exterior, sino que genere públicos hacia dentro de nuestro territorio y vaya forjando una conciencia del consumo cultural (y por ende de públicos) como forma de impulsar la constancia de la creación artística.

Ya el presidente dijo, el martes pasado en el municipio de Francisco I Madero, que la disminución al presupuesto de universidades publicas había sido un error que se corregiría, ¿sucederá lo mismo con el presupuesto para cultura? Ojalá.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Un Gato seco y un Macehual


Hace algunas semanas se anunciaron los Premios Estatales de Cultura 2018. Esta iniciativa de Secretaría de Cultura de Hidalgo arrancó el año pasado y fue muy bien recibida por el gremio artístico y cultural, pues siempre resulta un aliciente la posibilidad de encontrar el nombre propio en la lista de ganadores. En seis categorías que llevan el nombre de seis de los más importantes creadores, promotores culturales e investigadores que ha dado Hidalgo, se procura reconocer diversos campos del quehacer cultural.

Este año los ganadores fueron: el guitarrista Martín Candelaria con el premio al Mérito Artístico, Ma. Teresa Rodríguez; Jacinto Cruz Huerta con el premio Promoción de las Lenguas Originales, Idelfonso Maya; Aurora Ramírez en la categoría de Artes y Tradiciones Populares de Hidalgo, Francisco R. Luna Tavera; el fotógrafo Heladio Vera en la categoría de Investigación del Patrimonio Histórico y Artístico, Elisa Vargas Lugo; y dos escritores, amigos cercanos: Feliz Castillo García, el “Gato Seco” con el premio a la Trayectoria Literaria, Margarita Michelena; y el tepejano Octavio Jiménez con el premio Promoción y Difusión de la Cultura Popular, Raúl Guerrero Guerrero. Hoy quiero trazar un acercamiento a estos dos últimos personajes de nuestras letras.

Octavio Jiménez el Macehual
Octavio es uno de los protagonistas de la cultura de Tepejì del Río. Impulsado por su amigo y maestro José Antonio Zambrano. Desde muy joven se involucró en talleres literarios, por un lado, y por el otro, en la participación diligente en las actividades de la iglesia local con advocación a San Francisco de Asís. En algún momento de su búsqueda como creador, estas dos tareas coincidieron dando paso a su primera publicación: "Entre Peñascos, Costumbres, Tradiciones y Patrimonio Cultural de Tepeji de Río", libro donde muestra sin pudor el amor que siente por su terruño, su patria chica.

El empeño de este “hermano Macehual” se enfiló hacia la literatura como resultado natural a sus procesos tallerísticos con Zambrano, dando como resultado tres libros fundamentales para entender el desarrollo de las letras hidalguenses en los principios del siglo XXI: la colección de cuentos “Cofradía de pájaros muertos”, el poemario “Cuervos del alma” y la antología “Ecos del Tiempo”, este último de gran resonancia a nivel regional. Además de colaborar estrechamente con Zambrano para sostener (por más de 25 años ininterrumpidos) el Ciclo Literario de Tepeji del Rio como una de las actividades culturales más antiguas de nuestro estado.

Octavio es un escritor comprometido con sus letras, con la difusión del trabajo de otros escritores, pero sobre todo con la promoción de las tradiciones y cultura de su pueblo, lo que lo hace un acreedor natural e indiscutible de este premio que reconoce esa entrega.

El Gato Seco
El caso de Félix Castillo en la literatura pachuqueña es más que peculiar. Minero desde muy joven, obtuvo su apodo por su escuálida complexión poco prometedora para el trabajo rudo de la extracción del mineral. Sin embargo, esos años bajo tierra alimentaron su memoria con un sinfín de historias que fue atesorando sin un fin específico. Al cabo de un tiempo, los primeros rastros de silicosis y una oportunidad laboral diferente lo extrajeron de las entrañas de Pachuca para depositarlo en las cabinas radiofónicas, donde fue dando forma, gracias a lo escuchado, visto y vivido en la mina, a una serie que duró muchos años al aire titulada “Leyendas Hidalguenses”. Pero, su deseo de preservar esa oralidad de los barrios altos de la capital hidalguense, lo llevo a conformar un libro titulado “Personajes de barrio”, logrando que en sus páginas el lector percibiera las costumbres, la forma de hablar, de comportarse, las peripecias, las desventuras, las anécdotas de los pobladores de las faldas de los cerros que forman el estrecho donde se fundó esta ciudad. 

Se volvió un depositario de una literatura que, de otra manera, solo podría sobrevivir de boca a oído, con el altísimo riesgo de desaparecer. Este reconocimiento se había tardado en caer en sus manos.

Felicidades a ambos. Tengo el orgullo de conocerlos y haber compartido proyectos culturales con ambos. Se les admira.