viernes, 27 de noviembre de 2015

Más de 40 años “jirando”





La novelista francesa Delphine de Vigan dijo no hace mucho que “las épocas se resumen, en nuestra memoria, en los lugares que las contienen”; muchas veces esos lugares, son libros.
La memoria del tizayuquence Federico Arana ha permitido que una época se resuma en un libro, el cual acaba de tener una reedición (la quinta ya) el año pasado con auspicio del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo: se trata de “Las jiras".

La novela apareció originalmente en 1973, tras haber ganado el Premio Xavier Villaurrutia de ese año, dentro de la colección Nueva Narrativa Hispánica de la editorial Joaquín Mortiz. A partir de allí tuvo tres ediciones más: en 1981 otra vez en la misma editorial, en 1986 en la colección Lecturas Mexicanas editada por la SEP y en 1997 bajo el sello Grijalbo.

“Las jiras” narra las aventuras de los cinco integrantes de “Los hijos del ácido”, rocanrolera agrupación que desilusionada por la falta de oportunidades para mostrar su música y el negro panorama que ofrece el México sesentero ara los jóvenes, deciden probar suerte en el norte de nuestro país para después dar el salto al oro lado. La voz narrativa pertenece al Amarillo, el guitarrista de la banda quien través de sus ojos nos permite conocer la personalidad de cada uno de sus amigos, pero también el ambiente de una época marcada por la desilusión y el pesimismo de una juventud que lucha por encontrar un lugar en un mundo que no le ofrece ninguna oportunidad de pertenecer.

A la postre y después de un par de “jiras” más caóticas que exitosas en los “yiunaites”, el grupo será deportado y se desintegrará tras la más surrealista de sus tocadas; cada uno de los integrantes encontrara su destinos, en particular el Amarillo, quien no podrá evitar ser enviado a la guerra de Vietnam.

La novela está escrita de forma ágil, irónica y sumamente divertida, hay páginas enteras que le arrancan carcajadas plenas al lector, pues logra reproducir la forma de hablar que la juventud de finales de los años 60 utilizaba, llena de un caló basado en la agilidad mental y la diversidad lingüística. En sus páginas no solamente encontrará el lector situaciones picarescas y chuscas, sino también ingeniosas y albureras conversaciones que nos asoman a las costumbres sócales y expresiones culturales de un México (particularmente del centro del país) pintoresco y añorado.

Federico Arana nació en 1942, biólogo de formación (con doctorado), es además escritor, músico, pintor y caricaturista. En su faceta de músico, desde 1959 ha formado parte de grupos como “Los sonámbulos”, “Los Sinners” y “Naftalina”, donde aún rocanrolea. La amalgama de su cuatro facetas le ha permitido explorar la literatura como escaparate de todas ellas, no solamente en “Las Jiras”, pues Arana es también autor de “Guaraches de ante azul. Historia del rock mexicano”, título considerado “la biblia” de los roqueros y un hito en la historiografía de la música mexicana.

Esta nueva edición es, como bien señala su cuarta de forros, un puente generacional para que nuevos lectores conozcan la obra de Federico Arana, y para constatar que las aspiraciones juveniles no han cambiado mucho con los años, lamentablemente tampoco sus frustraciones. Resulta como una capsula del tiempo, que se abre para permitir a sus nuevos lectores una asomada a una época que permanece impoluta dentro de sus páginas.

“Las jiras”, en esta edición que además busca celebrar su 40 aniversario, abre con una breve pero sustanciosa entrevista que Elena Satibañez le realizó al autor en 2013; ahí conocemos un poco más de lo que envuelve a la novela y la amanera en que su autor ha convivido con ella. Sin embargo en estas nuevas “jiras” se extrañan los dibujos realizados por el mismo Arana y que adornan –dotando de una personalidad extravagante– la primera edición, sugiriéndonos los rostros del Cerdo, el Foco, el Blondidudi (quien es el atormentado achichincle del grupo) y del Tamal quien en algún momento de la historia le pregunta a su mejor amigo el Amarillo “Por cierto, ¿Por qué escribes jiras con jota?” (pregunta que seguramente usted también se está haciendo estimado lector), alzando una copa el Amarillo responde “Pues por la etimología, salucita”

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