viernes, 1 de abril de 2016

Las mil y una noches de Salman



¿Será posible que la raza humana se convierta en una sociedad gobernada por la razón, la tolerancia, la magnanimidad, el conocimiento y la contención? El autor hindo-británico Salman Rushdie opina que sí. Sin embargo, en su más reciente novela “Dos años, ocho meses y veintiocho noches” la metamorfosis requiere de un suceso extraordinario y devastador para ocurrir: una guerra de proporciones nunca antes vistas.

La historia es narrada desde mil años en el futuro, cuando la voz que nos guía recuerda lo ocurrido en nuestros días al momento en que una serie de acontecimientos sobrenaturales que consternan al mundo entero y lo enfrentan a una irrealidad tangible y por demás abrumadora que significa la invasión de los Yinni, seres incorpóreos que provienen del País de las Hadas y que han determinado someternos como pueblo. Esos tiempos, que comenzarán tras una gran tormenta, serán conocidos como la Era de la Extrañeza y duraran dos años, ocho meses y veintiocho noches, es decir, mil y una noches.

Pero la violenta irrupción en nuestro siglo de cuatro de los más poderosos y despiadados “Ifrits”, despierta los poderes sembrados en una numerosa descendencia por Dunia, princesa de aquella tierra mágica, quien hace ocho o nueve siglos se encarnó para amar y procrear con el filósofo Ibn Rushd (un alter ego del autor que aprovecha para burlarse de sí mismo) y que constituyen un mestizaje que termina por liberar a la raza humana: la Duniazada.

Aparecen así personajes que enfrenta no solo su naturaleza humana, sino también su naturaleza mágica: un jardinero que flota un palmo sobre el suelo, un dibujante de cómic que se convierte en un superhéroe (dibujado por él mismo), una recién nacida que marca con erupciones cutáneas a los impuros o una mujer que atraviesa el corazón de los abusadores con rayos que salen de la yema de sus dedos. Ambos ejércitos lograran batallas donde el desorden y el sufrimiento estará a la orden del día para resalar la esperanza y el anhelo de la paz, permitiéndole al novelista abordar temas recurrentes en su obra, como la fe, el implacable juicio de la historia y el deterioro plausible de los valores humanos. 

Rushdie utiliza la metáfora de estos seres que son humo sin fuego, fuego sin humo, viento, luz, como metáfora para exhibir las más aberrantes actitudes que en nuestros días van siendo más comunes y por ello aparentemente intrascendentes, pero que van marcando los tiempos con signos de barbarie y caos. La guerra que la humanidad libra contra los yinnis en estas páginas no es otra cosa que el reflejo de la batalla que libramos con el corazón humano, el combate contra las realidades y las abstracciones que nos atormentan en lo individual y en lo colectivo, y que libramos, cotidiana e incesantemente para erradicar de dentro.

Salman no ha perdido su estilo febril e intenso, adquiriendo con los años un toque de grandilocuencia que se ha ganado y que le ha permitido la reinvención de sí mismo y la consolidación de una literatura libre de toda atadura y todo temor.

En esta novela se mezclan la historia, la tradición, la mitología con el amor, la amistad y la solidaridad para mostrarnos que los monstruos se despiertan dentro de nosotros cuando nuestra razón es vencida por el odio, el fanatismo y la vanidad; rasgos que lamentablemente encontramos con artera facilidad en lo que somos hoy en día.

Todo esto nos lleva a una conclusión más que comprometedora. ¿Qué pensaremos de nosotros mismos dentro de mil años? Salman Rushdie lo ha dicho bien: Un milenio es mucho tiempo para que sobreviva una reputación.

  
Antes de terminar lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono, literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de frecuencia modulada. Hasta entonces.

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