lunes, 22 de octubre de 2007

No me interesa ser un tecnócrata de la literatura: Guillermo Fadanelli

Su nombre era Silvia, tenía catorce años, era su vecina y él quería impresionarla rotundamente. Fue entonces cuando empezó a escribir poesía. Su acercamiento a la literatura pues, tuvo como primer estímulo conquistar a una mujer.

En ese momento me di cuenta que la literatura tenía cierto poder o cierta fuerza, y posteriormente comencé con ciertas lecturas y también escribiendo; mis amigos comenzaron a respetarme. Eran los tiempos en los que todavía la literatura era respetable, te hablo de hace 20 o 25 años. Cuando yo me percaté de ese poder que tiene la literatura para encontrar una relación profunda o un espíritu profundo en la gente que te rodea; en ese momento la literatura me pareció importante.

¿Dejaste el oficio de poeta?
Si, abandone la poesía a una joven edad como debe de ser. La poesía es una cosa de viejos o de jóvenes, los que estamos todavía en medio tenemos que dedicarnos a oficios más vulgares como contar historia.

Su nombre es Guillermo Fadanelli, es mexicano, tiene 44 años y poco pelo. Es señalado como uno de los escritores más importantes de su generación. Su más reciente novela apareció a principios de este año, bajo el sello Anagrama; se titula Educar a los Topos. Sin embargo, al parecer su vocación es la de vago.

Yo estudié ingeniería. Estuve dando vueltas, Al final he llegado a la literatura. Como ingeniero fui un alumno muy deficiente, porque la ingeniería requiere disciplina, requiere orden, valores de los que yo carezco; soy un hombre indisciplinado y totalmente desordenado. Y sin embargo la literatura le permitía a un hombre desordenado, digresivo, indisciplinado, bastante vago; poder ejercer ese oficio. Creo que es el oficio más saludable para la vagancia.

¿Cómo construyes un relato?
Siempre he sido muy malo para construir un cuento de una manera tradicional. A la mitad del relato me he olvidado de cuales eran los propósitos por los que me había yo sentado a escribir. Me interesa mucho la improvisación, el instinto, las nociones, nunca tengo una formula especifica ni sigo caminos rígidos. John Ford, el cineasta norteamericano, decía al respecto de su país, “los Estados Unidos no tienen caminos, tiene carreteras”; bueno yo te lo diría en sentido contrario: yo no tengo una carretera, yo tengo un camino, un sendero, siempre abrupto, siempre difícil de caminar.

¿Cuál es tu debilidad hacia tus personajes?
Yo creo que la única virtud del héroe es el fracaso. Si un héroe no fracasa es que no es un héroe en todo su sentido trágico. Cuando hablo de héroes hablo de los personajes jóvenes en la literatura que son capaces de conmocionar o conmover o abrir puertas a los lectores jóvenes, a eso me refiero con héroes juveniles, pero no implica necesariamente el triunfo. Hay una frese de Cioran, bellísima que dice que hay algo de farsante en todo aquel que tiene éxito o en todo aquel que triunfa, sea en la rama que sea.

¿Cómo un embustero?
Como un embustero. O Kertész, el escritor húngaro ganador del premio Nóbel, en una de sus novelas tiene una frase que dice: “Lo malo de perseguir el éxito es que sólo hay dos caminos: o lo obtienes, o fracasas; y ambos son igual de ignominiosos y de malos.”

Hablas de que la literatura tiene mucho que ver con la vida y no con las técnicas y las corrientes. ¿Cómo es esa relación?
Sí, que a mi lo que menos me interesa es ser un tecnócrata de la literatura, la literatura no es una técnica; hay técnica en la literatura, es decir hay un oficio pero mientras no tengamos nada que decir, mientras la literatura no esté relacionada con la vida misma, mientras no pueda abrir caminos, mientras no pueda enfrentarnos a lo que somos o a lo que no somos, no vale nada. Es hacer muebles. Hay a quien le interesa el oficio de mueblero en la literatura, por supuesto, pero mis escritores favoritos no me han seducido por su técnica o por sus posibilidades estructurales, tácticas; sino por lo que tienen que decir, por su ser humanista, por su visión, por su alto espíritu o por su cinismo también.

¿Cómo ha sido el papel de editor en tu vida, como llegaste a eso en tu vida?
Bueno es muy sencillo, hay escritores muy jóvenes que me muestran relatos o novelas y me atraen y hago lo posible por publicarlas. No tengo una línea editorial muy precisa, no es una gran empresa, no vendo en demasiadas librerías; no existo, que es la única manera posible de existir en este tiempo. De alguna manera estamos a la vera de la marginalidad. Entonces es un proyecto muy personal que por supuesto fracasará como casi todo lo que hago.

Decías hace un rato que la literatura es para unos cuantos, que esto es muy doloroso, pero muy cierto. ¿Qué piensas de todos estos intentos por que la gente lea? ¿Eso también fracasará?
Bueno la literatura no es pedagogía, ni es, por supuesto, alfabetización. Aunque la alfabetización y el humanismo pasan por el libro, el libro y la literatura no son precisamente asunto de las masas. Además no les interesa demasiado, Baudrillar decía, que cuando durante la revolución francesa fue la liberación de la masacrando ser convirtieron en ciudadanos; a la masa no le interesaba de ninguna manera, lo que le importaba era el espectáculo de su liberación, era la fiesta de su liberación; no la liberación en si. Yo creo que la literatura sólo podrá seducir a algunos y esos algunos sabremos como sobrevivir entre una masa sin memoria, analfabeta, cruel, sin ningún tipo de aspiración. En fin.

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