martes, 12 de marzo de 2013

Noxander

Emiliano Páramo

Decía el dramaturgo Rodolfo Usigli que “Un pueblo sin teatro es un pueblo sin verdad”. En la escena artística de Hidalgo, y particularmente en lo que al teatro amateur se refiere, Ixmiquilpan ha resultado un verdadero suceso. No estoy seguro de las razones que detonaron el fenómeno, pero son varios los grupos de jóvenes que en esa ciudad, invierten tiempo, pasión y talento natural, para provocar la algazara por los escenarios del lugar. Cierto es también, que muchos de los montajes son refritos de obras “comerciales” del repertorio broadwayano o montajes a partir de películas y series de moda, pero entre toda esa constelación de jóvenes celebridades municipales, hay uno que se distingue por mucho de sus colegas; se llama Enoc Ruiz, pero en su firma como creativo, responde al nombre de Noxander.

Lo conocí cuando era apenas un inquieto estudiante de secundaria; para entonces el casi niño, ya había escrito una novela entera, que conocí en un muy gordo legajo de varias y fascinantes páginas, llamado “El Calabozo de los Sueños”. Tanto había trabajado en el asunto, que incluso construyó una compleja parafernalia alrededor de su ópera prima: juegos, mapas, cartas, juguetes, alfabetos alternativos y un metalenguaje que constituía el depositario de sus más elevadas obsesiones.

Tomó algunos talleres literarios con un par de maestros, allá en su tierra natal, pero la gran verdad es que el mejor instructor lo encontró en sus lecturas de adolescente, que le encendieron una fascinación desmedida por lo oculto, lo gótico y lo oscuro de la literatura que pone un pie en el lejano e hipotético medioevo, y otro en la multivocal modernidad que lo arrebata, camino de la imaginación. Su novela estaba ahí, en el papel; sin embargo, habitaba de profundo, las intricadas bóvedas de sus visiones de escritor novel, y podía reconstruir piedra a piedra cada castillo, puente o muralla de esa historia, que terminó en novela, pero comenzó cuerpo adentro de un niño con alas, que hablaba con gnomos y hechiceros.

Con el paso del tiempo, la narrativa lo llevó a la poesía y la dramaturgia. En el 2005, ganó la “Rosa de Plata”, premio a la composición poética de los Juegos Florales de san Nicolás de Tolentino. En dramaturgia, ganó aun mucho más. En la prepa comenzó a hacer teatro, sin ningún antecedente en la materia, pues al igual que en todas sus competencias artísticas, en la escena actoral, también sus principios fueron autodidactas.

Un día, después de largo rato de no saber de él, encontré en Facebook el perfil de APRA, la entidad a través de la que él se había convertido en el Pequeño Moliere del Valle del Mezquital, pues a partir de su primer montaje, Enoc siempre escribe el guion, actúa en las obras, dirige, diseña las estrategias de difusión y el vestuario, produce los espectáculos, e incluso vende los boletos, y varias cosas más. La gran sorpresa para mí, en el muro de APRA, es que este joven artista les anunciaba a sus actores que la siguiente semana era día de quincena para ellos; esas fueron sus palabras. Lo que en realidad anunciaba, es que después de una exitosa temporada en el bellísimo teatro de su ciudad, había llegado el día de repartir las ganancias con el elenco. ¿Cómo no iba a ser eso una sorpresa? En Hidalgo, el ejercicio profesional del oficio de teatrero, no siempre paga bien, incluso, no siempre paga; pero estos chamacos habían logrado con su afición, lo que para otros de carrera, a veces es muy complicado. A la fecha, ha escrito producido y montado 10 obras de teatro.

Su novela, es de muchos modos el génesis de su teatro; la estética, de a ratos transgresora y deliciosamente psicótica, enarbola un discurso muy personal en torno a sus orígenes y su formación espiritual. Sus personajes los construye a partir de sus propios miedos, y pone en sus bocas las palabras que le son urgentes y precisas; aunque debo decir que también sus pasiones están ahí, expresas dentro de una colección vasta de factores que ponderan lo visual con una obsesión por lo protervo, lo onírico y lo mágico.

Decía Federico García Lorca, que el teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana; como humano es Noxander, demasiado humano, y es desde su humanidad que la magia de la palabra le hace construir con sus historias, el mejor de los mundos imposibles.

Jamädi…

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