martes, 3 de febrero de 2009

Cántico para el día / Praise song for the day

Todos los días los afanes nos cautivan,
pasamos de largo a los otros, mirándolos
o sin mirarlos, a punto de hablarles o hablando.

Alrededor todo es ruido. Alrededor, todo es
ruido y abrojos, espinas y estrépito,
todos los ancestros en nuestras lenguas.

Alguien cose un dobladillo, remienda
un uniforme roto, parcha una llanta,
restaurando aquello que precisa reparación.

Alguien busca la música en alguna lado,
con cucharas de palo sobre un barril metálico,
con violoncelo, altoparlante, armónica, voz.

Una mujer espera el autobús con su hijo.
Un labrador examina el voluble firmamento.
Un maestro dice: saquen los lápices. Comiencen.

Encontramos a los otros en las palabras, palabras
mordaces o afectuosas, susurradas o declamadas,
palabras que se evalúan, y se revalúan.

Recorremos vías polvorientas y autopistas que indican
la determinación de algunos, y la de otros que dicen
necesito ver qué hay al otro lado.
Sé que después en el camino hay algo mejor.
Nos urge hallar un lugar donde nos sintamos a salvo.

Entramos en aquello que aún no podemos ver.
Que se diga con franqueza: muchos murieron por este día.

Cantemos los nombres de los muertos que nos trajeron aquí,
que colocaron los rieles del tren, levantaron los puentes,
recolectaron el algodón y la lechuga, construyeron
palmo a palmo los edificios relucientes
que luego mantendrían limpios, allí dentro trabajaron.

Alabanzas para el esfuerzo, cántico para el día.
alabanzas para todos los carteles hechos a mano,
para las conjeturas en las mesas de la cocina.

Algunos viven de acuerdo con ama a tu prójimo como a tí mismo,
otros anteponen no hacer daño, o no quedarse con más
de lo necesario. ¿Qué tal que amor fuera la palabra más poderosa?

Amor que supere lo conyugal, lo filial, lo nacional,
amor que irradie una oleada de claridades,
amor que no se prevenga contra el sufrimiento.

En el nítido brillo del día, en este cielo de invierno,
cualquier cosa se puede lograr, iniciar cualquier oración.
En el umbral, sobre el reborde, en la cúspide,
cántico para avanzar dentro de dicha claridad.

Elizabeth Alexander
(Traducción y subtitulación: Armando Ibarra Racines)
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Poema leído por la poeta Elizabeth Alexander en la toma de posesión de Barack Obama,
Presidente # 44 de Los Estados Unidos de Norteamérica, enero 20, 2009.

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