lunes, 28 de julio de 2008

Cadáver de ciudad o la poética del cuaderno naranja


Terminé de leer Cadáver de ciudad de Juan Hernández Luna en una estética o debo decir en una peluquería para que la anécdota no parezca demasiado gay. Lo cierto es que el peluquero, o estilista de turno, me miraba intrigado mientras yo remataba las últimas páginas de la novela. Tal vez su extrañeza radicaba en la sonrisa que prevalecía en mi rostro metido entre las páginas del libro. Una vez que arribé al punto final cerré el libro y suspiré de satisfacción, fue en ese momento en que toco mi turno con la tijera. Aún con una leve sonrisa en los labios Eric, mi peluquero, me preguntó: ¿Esta bueno el libro? ¿Cuál es? ¿De que trata, eh? Ese “eh” estaba cargado del sospechosísmo de suponer que se trataba de una publicación de chistes o peor aún de anécdotas lascivas de algún sibarita. Yo compartí a grandes rasgos la trama de la novela esperando interesarlo pero por el contrario, al terminar mi resumen él hizo un gesto de decepción y no habló más. Yo, me quedé desolado por no lograr compartir mi gusto por el humor y la intriga con que acababa de ser bombardeado. Tal vez ese es el secreto de la novela negra y un elemento que no logran los otros géneros. Una novela negra nuca puede ser platicada por un lector con la misma emoción con que el escritor nos la susurra en las páginas de un libro. Es tal vez por ello que lo convierte en un genero de absoluto misterio, velado sólo para aquellos que desean arriesgarse a conocerlo

Juan Hernández Luna nació en 1962 y es autor entre otras novelas de Tabaco para el puma, Yodo, Tijuana dream y Te quiero por guarra amor; su obra ha sido traducida al italiano y al francés.

Cadáver de ciudad ganó el premio Hammett a la mejor novela policíaca en la Semana Negra de Gijón en el 2007, premio que Hernández Luna había ganado diez años antes por la primera parte de esa historia: Tabaco para el puma. La novela Cadáver de ciudad fue escrita hace casi doce años y aun ahora siguen pareciendo una historia escrita hoy mismo por la mañana dada su verosimilitud y complejidad: Skalibur el inmortal, es un mago venido a menos que disfruta de una autoexilio en una apacible playa bajacaliforniana después de haber hecho desaparecer a un perseguido delincuente en plena catedral de Puebla. Esa tranquilidad se rompe cuando el Barrabas lo recomienda para aclarar la castración de un millonario pervertido a cambio de un cheque en blanco. A la par de ello el Skalibur prepara el truco que le permita desaparecer el Ángel de la Independencia. Se preguntará quien esto escucha dónde quedaron los tanates que le sajaron al millonetas y si logró o no desaparecer el Ángel independentista estando tan arribota. Lo interesante no es solamente conocer y sorprenderse con el desenlace de la historia, sino sobre todo disfrutar de la manera en que Juan Hernandez Luna nos lleva y nos trae siempre con humor negro, emoción y tristeza por un submundo tan real como ficticio para la sociedad mexicana; un ambiente tan corrosivo como corrupta es la realidad que lo genera. El gore, la prostitución, la pornografía y las secretas relaciones de poder que se generan a su alrededor son el ingrediente primordial de esta intrigante historia.

Tal vez por mi naturaleza de poeta no pude dejar de sorprender con el hecho de que Ezequiel, el Sakalibur pues, además de sus actos extremos de prestidigitación era afecto a escribir poesía, lo hacia de manera más o menos constante y guardaba sus versos de tristeza y soledad en un cuaderno de pastas naranjas, colección que había logrado nutrir de tal manera que ya hasta había pensado un titulo para ella: “Poemas de la calma completa”. En repetidos momentos de la historia Ezequiel hace referencia a esta particular arte de emancipar las emociones:

Nada como la poesía, pensó, es la forma más práctica de exonerar posmuertos, que de vez en cuando acuden a la cita.
Una cita
Entrada
Compartimiento de otra soledad
Los muertos llegan vestidos de frac
Beben nuestro vino
Se marchan con la madrugada
Dejan preguntas inexactas
Tal es la herencia


Es en este tono poético en que la novela nos hace descubrir la historia arriba señalada, haciéndola por momentos sublime en lo bello y desgraciada en el horror de lo que refleja.

Cadáver de ciudad no solamente es una excelente novela negra, sino una de las mejores novelas de la actualidad literaria mexicana, sobre todo porque guarda con sumo cuidado la complicidad que todo escritor debe tejer con su lector; la de saber que la historia que se narra es un secreto compartido solamente por los dos.

En el personaje del Sakalibur se confirma aquello que ya nos había dicho Joaquín Sabina: “el asesino sabe más de amor que el poeta”, más cuando hay un Cadáver de ciudad de por medio, haciendo de Juan Hernández Luna uno de los más importantes novelistas de nuestro tiempo en virtud de que las historias que cuenta desean ser olvidadas aun por quienes las viven.

Pachuca de soto, 26 de julio,
Feria del Libro Infantil y Juvenil Hidalgo 2008.

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