sábado, 17 de octubre de 2020

Una Nobel salvaje

 

Foto: Foro Abierto

La gran Margo Glantz aceptó en un tuit que no la conocía, que no la había leído. Otros en cambio, expertos de rebote, lisonjearon a la nueva Nobel sin siquiera conocer su obra. Un galardón bien merecido, dicen los que verdaderamente la han leído. Sin duda, la designación de Louise Glück sorprendió a todo el mundo, incluyendo por supuesto, el literario. La autora nació en Nueva York en 1943, radica en Cambridge, Massachusetts donde enseña inglés en la Universidad de Yale. Tiene ascendencia húngara y judía, de ahí la peculiaridad de su apellido y es una de las figuras más importantes de la literatura contemporánea en inglés. Ella misma reconoce haber tenido, en algún momento de su vida, ambiciones literarias, las cuales declinó para llevar una vida dedicada “a otras cosas”, sospecho que se refería a “escribir”, ejercicio que la llevó a convertirse en la mujer número diecisiete en recibir este premio.

Da // comienzo ahora el tiempo en el que oye otra vez / ese latido que es la narración / del mar, al alba cuando su atracción es más / fuerte.

Al conceder el Premio Noel de Literatura 2020, la Academia sueca destacó de la obra de Glück: "su inconfundible voz poética que con austera belleza universaliza la existencia individual". Pero no sólo es una poeta importante en lengua inglesa, su obra ha sido traducida al español, en la editorial Pre-Textos, cosechando una importante pléyade de lectores; poemarios como “Averno”, “Ararat”, “El iris salvaje” (Premio Pulitzer en 1993), “Las siete edades”, “Praderas”, “Una vida de pueblo” o “Vita nova”, y sus ensayos reunidos en “Pruebas y teorías”.

(…) No necesito / seguirte adonde estás ahora, / hundido en la ponzoña de este campo, para / saber la causa de tu huida, de tu humana /pasión, de tu rabia (…)

Sus temas circundan a la infancia, la familia como núcleo, la intrincada relación entre los padres y los hijos, el vínculo invencible de los hermanos, echando mano de vez en vez de lo clásico, entre mitos y alegorías, para describir un mundo en el que lo individual es el reflejo y ojo de agua de lo universal. Su poesía abreva de la tradición norteamericana donde asoman Whitman y T.S. Eliot, ocupando un lugar importante en la literatura desde los años ochenta, dando a su creadora un lugar en el gusto de los lectores.

Así se vive cuando tienes un corazón helado. / Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría, / bajo las copas inmensas de los arces. / El sol apenas me alcanza.

Pero la austeridad de su obra es reflejo de su personalidad. Es conocida la anécdota de cómo suele presentarse: “Soy Louise Glück. Glück se escribe con una ü con diéresis, y el apellido es de origen húngaro. Enseño y escribo poesía”. Sus amigos la reconocen tímida y con un gran sentido del humor, callada y celosa de su privacidad, la cual se vio alterada la semana pasada por la presencia de docenas de reporteros que frente a su casa deseaban registrar sus primeras impresiones al darse la noticia de su Nobel.

El trigo cosechado, almacenado; seca / la última fruta: el tiempo / que se acumula, sin usar, / ¿también termina?

El simple hecho de que este año el premio literario más prestigiado del mundo haya reconocido la poesía es ya lago para celebrar, tanto como la oportunidad que nos da de conocer una poeta “nueva” para muchos y con una obra profundamente valiosa. Me queda la sensación de que el Nobel ha mantenido su vocación de astrolabio para guiarnos en el tempestuoso mundo literario moderno, encontrando el solaz siempre deseado en un escritor que vale la pena leer. Muchos discuten si la Academia tiende a reconocer escritores “desconocidos”. Nada más errado. Glück es tan importante como lo era Coetzee o García Márquez en su momento, tal vez no tan conocidos en el mundo entero al momento de convertirse en Nobeles, pero sí, ya con una obra merecedora de la universalidad.

¡Salve la nueva Nobel de Literatura!

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