He vuelto a soñar con ella. Cada vez me pasa menos seguido,
sin embargo, el embate onírico a mi estado de ánimo sigue siendo devastador. La
he soñado besándome, o ¿era yo quien la besaba? Aquella vez, en el sueño
parecía ser de tarde, ella estaba en una mesa con amigos, departiendo. Yo me
acercaba a la tertulia y sin darme cuenta que ella se encontraba allí, me
integraba. Al rato la descubría por casualidad (esos sólo puede pasar en un
sueño porque en la realidad podría notarla en el medio de una multitud, olerla
de ingresas a la misma habitación que ella) y me acerba a saludarla. Ella,
molesta, me reclamaba por qué la había dejado y yo en el medio de absurdas
explicaciones me disculpaba. Ella, me perdonaba, (cosa que creo sólo podría
pasar en el sueño) y tras mucho insistir lograba acercarme hasta el punto en
que ella no podría rehuir mi boca. El tacto de sus labios, el olor de su piel,
la sensación del latido que se comparte con alguien que a pesar del tiempo
transcurrido sigue batiendo al mismo ritmo compartido.
Otras ocasiones la sueño en un departamento en el que nunca
ha vivió ni vivirá. Lo sé bien porque la decoración de aquel lugar no es su
estilo. Sin embargo, ahí nos hemos encontrado en sueños que he tenido desde el
tiempo en que estábamos juntos. La reproducción precisa de nuestra dinámica
diaria; llegar al atardecer, besarnos en el medio del abrazo de bienvenida,
charlar frente a un café en la mesa del comedor hasta que la noche avanza a la
frontera de la madrugada, concluir la platica recostados sobre la cama, aun
vestidos, esperando el momento adecuado para desnudarnos (yo a ella, ella no a
mi) y hacernos el amor con la cadencia perfecta, aprendida en nuestro primer
encuentro y recreada, alimentada por la experimentación y el deseo exacerbado
de ciertos días. ¿Por qué carajo todos los sueños terminan en el momento más
inoportuno?
A veces creo que esos días, o mejor dicho, esas noches en
que la sueño ella está pensando en mí. Tal vez, concilia el sueño recordando
nuestra vida juntos, tal vez reproduce esas charlas previas al amor con alguien
más, alguien que ¿la hará reí? ¿o la aburrirá lo suficiente para que ella
prefiera con desgano apresurara el desenlace coitál? Me enardece tan siquiera
pensarlo.
Pero anoche, ella era tan distinta en el sueño. El cabello le
ha crecido y se lo ha dejado ondulado. Parecía muy contenta de verme, a decir
verdad, hace tiempo que no nos encontrábamos en sueños y ella parecía alegrarse
de que al fin la visitara. Su casa era tan distinta a la casa donde ahora vive,
parecía más la casa de sus padres. Con una sonrisa en los labios me decía que
ahora allí vivía, “más en el centro”, me invitaba a sentarme en el sofá. Tras
ponernos al día se acercaba a mí, con ese tiento seductor de quien sabe tener frente
a sí una presa acorralada. ¿Por qué no regresamos?, me soltaba a quemarropa. Ya
perdóname por aquello que te dije, regresemos a ser felices, como lo éramos
antes, disfrutemos de nosotros. Yo perplejo, la miraba tratando de ocultar con
una sonrisa mi nerviosismo. Pero las cosas son mucho peor ahora, le dije, tengo
tanto que contarte. Me lo dirás luego, alcanzo a decir cuanto ya me arrojaba
los brazos alrededor del cuello y sellaba esa entrega febril y espontánea con
otro beso.
No recuerdo si hicimos el amor antes de terminar el sueño.
Tal vez sí, porque esta mañana tengo menos nostalgia como en otras resacas
oníricas donde ella se me aparece. ¿O seré yo quien se aparece en un sueño que
ella esta teniendo en la orilla de esta ciudad donde nunca hemos vuelto a
encontrarnos? Se lo preguntaré la próxima vez.
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