jueves, 14 de mayo de 2015

La hoja y la mirada: La espiral de la tristeza y el trastumbo


Después de trastumbar el olvido / la noche se enciende, papá.

La literatura es una suerte de milagros. En ella ocurren los más inverosímiles encuentros, desencuentro y coincidencias. Es por ello que no me extraña tropezarme con un libro que conozco a la perfección pero que me sorprende como chubasco vespertino. Se trata de “La tristeza de Papá Sabino” de Venancio Morten Neriah. El poemario ha alcanzado ya su cuarta edición, algo nunca antes visto en un libro de poesía publicado en Hidalgo, la cual ha sido auspiciada por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo. Las tres ediciones anteriores, fueron posibles gracias al apoyo del PACMyC (la primera) y de Bayron Gálvez y Eva Beloglovsky (la segunda y la tercera) a través de la independiente alb@tros PRESS.

“Papá Sabino”, como cariñosamente le llamamos al libro quienes hemos estado alrededor de él y de su autor, es un poemario vigoroso y potente, alejado del cliché “indigenista”, sino verdaderamente basado en una tradición poética del Valle del Mezquital, que sirve de abrevadero para que Venancio hable de lo que le duele, lo que le cala en su historia de vida, pero también como ventana a través de la cual le grita al mundo la belleza del infortunio.

¿Dónde voy a encontrar tus ojos, /hoy que la muerte /canceló los astro que habitan la negrura?

Existe una pléyade de escritores que comenzaron a arrastrar la pluma con la única esperanza de que su amigos los quisieran más. Desde García Márquez hasta quien esto escribe, fuimos movidos por el mero deseo de agradar a otros con nuestras historias. Venancio Morten Neriah también pertenece a este club, donde la soledad es la tierra para la semilla de su escritura y al mismo tiempo el agua que la riega y la hace crecer en una flor que la aniquila.

Si supieras papá, tengo tanto qué contarte: se llama Laura y tú nunca la amaste, porque la vida no te dio tiempo de toparte con la altura de sus senos de gaviota herida. Fui yo quien la encontró, así nomás, como suceden las lluvias de mayo.

La nueva edición de “La tristeza de Papá Sabino” tiene un rostro distinto pero el mismo corazón. Su portada se ilustra con una fotografía de Homar Alamilla, un muro de cardones que se abre ante los ojos del lector. En su interior, conserva los diez textos de las ediciones anteriores, pero además incluye cuatro nuevos (un poema y tres prosas poéticas), entre ellos “Trastumbo”, que originalmente fue una plaqueta aparecida como segunda obra del autor. En su conjunto el nuevo “Papá Sabino” ha crecido, mostrando otras matices en la voz poética de Morten Neriah;  el padre como figura y como ausencia sigue apreciándose entre los versos, el Valle como personaje y como destino no deja de arraigar el corazón del poeta, el futuro no deja de ser un lugar vacío y lejano. Una nueva distribución, tanto de los textos como de las fotografías interiores, les dan un aliento distinto, igual pero distinto, si cabe la generosa contradicción.

Dile a los viejos que vinieron siguiendo una voz muy alta; /pregúntale a su piedras, /diles que por donde nos vamos (…) /¿Cómo le hacemos para que no nos olviden?

El poemario, un hito en la poesía local, ha caído en una espiral, no que desciende, por el contrario, que sube para acompañar en su vuelo a la poesía de Venancio, quien con este libro ha alcanzado un lugar irrenunciable en las letras hidalguenses, sus textos son ya un referente para la gente del Valle, esa que vive ahí, la otra que vivimos fuera, pero que siempre lo llevamos metido en el pecho como espina indeleble.

Aquí vinieron a enterrar mi ombligo, /la noche aquella en que comparecí muy tarde. /Me trajo un águila negra en vuelto en su zarape; se vino por el filo de los cerros /desgranando mazorcas y rezando (…)

Pero su destino, el del libro, no termina ahora, con esta edición; se prepara ya una nueva, pues demás, “Papá Sabino” se ha convertido en un libro muy vendido, llegando en cada edición rápidamente a los linderos del “Sold out”.

Qué sola se ha quedado esta calle desde que te fuiste; perdimos la algazara que nos defendía del frio de la ciudad y sus tinieblas //Un día feroz, vendrá con un xoloscuitle en la mano, a tocar a mi puerta, y la calle tendrá gusto a nardos frescos y café (…)


Me tocó revisar y editar las primeras tres ediciones de este libro. Ahora, sin estar totalmente ajeno de esta cuarta, lo encuentro  y me deslumbro con su perfección, con la profundidad de sus versos, con la luminosidad de su tristeza; lo disfruto como quien reencuentra a un viejo amigo, al cual le presentó un hermano.

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