domingo, 5 de septiembre de 2010

Germán Dehesa, el efecto de toda causa*

Apenas me había acomodado frente a la computadora para redactar esta columna cuando recibí la noticia, vía celular y de voz de mi madre, de la muerte del escritor y periodista Germán Dehesa. Agradecí la información y quedé en silencio por un buen rato. Como muchos de los lectores de Dehesa siento una profunda tristeza, he comenzado ya a extrañar las sonrisas muchas veces convertidas en carcajadas al leer la “Gaceta del Ángel”, su ingenio y su simpatía.

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Recuerdo vívidamente la ocasión que tuve la oportunidad de entrevistarlo en vivo desde el palacio de Bellas Artes para la radio Estatal. Él subía las escaleras hacia la sala donde comentaría las recién publicadas obras completas de Ricardo Garibay (con quien por cierto tuvo una estrecha amistad), cuando recibí la llamada del noticiario nocturno para dar mi reporte del evento. –Tengo a Germán Dehesa para entrevista, méteme–, dije sin dudar. Lo tuve a tiro de grabadora, o mejor dicho de celular, cuando me dieron “quiú” y comenzamos a charlar durante algunos minutos sobre la obra de Garibay. Terminé mi enlace radiofónico y algunos de mis compañeros periodistas, quienes también ya habían rodeado a Dehesa con sus grabadoras y cámaras funcionando, comenzaron a hacerle preguntas sobre temas de actualidad: desde el Big Brother hasta la muerte recién registrada de María Félix. Paciente y cauteloso respondió a todos los cuestionamientos por disparatados que fueron. Se disipó la nube mediática y le estreche la mano agradeciéndole su tiempo y disposición para la entrevista y terminé diciéndole –Mi Madre lo escucha todos los días por la radio (juro que no mentía)–. –Sí claro, eso me dicen todos, que sus mamás me escuchan, pero se atreve a decirme “yo lo escucho”. Cómo si no se divirtieran–. Nos reímos y él se adelantó a la presentación programada. Esa ironía y ese humor lo caracterizaron siempre, convirtiéndolo en una especie de conciencia colectiva sobre los temas que requería un punto de vista distinto. Todo eso que sólo sucede en México y en ningún otro país del mundo, fue la materia prima para su escritura.

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Se nos ha ido un periodista de palabra punzante pero elegante, de pensamientos lucidos y comprometidos, de textos ricos en agudeza y reflexiones. Un caballero de la pluma que pocas veces se encuentra en el torcido mundo de lo moderno. Destacó su trabajo para la radio y la televisión, medios en los que escribió y condujo; fue también maestro universitario y dramaturgo. Obtuvo el cariño del gran público con su famosa columna en un diario de circulación nacional, con su programa de radio que brincó de una a otra estación por cuestión de principios periodísticos y por su intervención, inolvidable, en el filme “Cilantro y perejil” de Rafael Montero. Enarboló causas sociales y señaló defectos y abusos del sistema político mexicano.

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Recibió un sin número de reconocimientos y honores, bien merecidos por supeusto. Entre los más importantes se encuentra el Premio de Periodismo Don Quijote, el cual recibió de manos del Rey de España y la condecoración de “Ciudadano distinguido”, recibida de manos de Marcelo Ebrad hace menos de un mes.

El 25 de agosto pasado, en lo que parecería ser el último Twitter de su dedo y tecla, se lee: “Gracias quiero dar al infinito / laberinto de las causas y los efectos”. Germán fue el efecto de una gran causalidad llamada México. Le echamos ya de menos Maestro.

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*Publicado el sábado 5 de septiembre de 2010, en la sección VOX del periódico Síntesis de Hidalgo.

1 comentario:

  1. Qué caballero tan valiente al mirar al infinito fijamente en la cara y despedirse de la manera que lo hizo.

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