domingo, 8 de agosto de 2010

Medios y narcotráfico 1*

No es raro que los medios de comunicación se conviertan en sí mismos en noticia. Es tal su presencia en nuestra vida cotidiana que han desarrollado un poderoso quehacer que impacta a todos. La televisión, la radio, el internet, los servicios informativos por SMS y otras tantas modalidades de estar informados nos bombardean todo el tiempo. Es tal vez por ello que el papel que los medios de comunicación han estado ejerciendo alrededor de la guerra del gobierno federal contra el narcotráfico ha sido puesto sobre la mesa de la discusión e incluso ha merecido el comentario del presidente Calderón. El gobierno federal reconoce que la guerra en su nivel informativo –propagandístico dirían algunos-, está perdida.

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Hace tiempo la Troyana me preguntaba que hubiera hecho yo, como periodista, en el caso del camarógrafo que grabó a un hombre ahogarse en el rio Bravo tratando de cruzar la frontera de México con Estados Unidos. ¿Hubiera seguido con el ojo en la cámara o la habría arrojado a un lado y me hubiera dispuesto a ayudar, y tal vez salvar, al hombre en el agua? Mi primera respuesta fue: conservar la oportunidad de la noticia, si lo vuelvo a pensar, respondo lo mismo; soy un terrible salvavidas.

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Es ahí donde iniciamos la reflexión: ¿Son los medios responsables de la desgracia humana que aparece en sus espacios? Por supuesto que no. Sin embargo, con el riesgo de caer en censura, es pertinente que los medios informativos evalúen su actuar en el proceso informativo que implique violencia del narcotráfico. Primero, porque le efectividad con que ahora nos informan es una manera de mantener a la población en conocimiento constante del terror sembrado en cada decapitación, en cada coche bomba, en cada masacre de adictos en rehabilitación. Sin embargo, la necesidad de saber lo que ocurre día tras día es algo que no puede detenerse, sobre todo para la población que habita los estado del país donde se desarrollan tales hechos. ¿Qué debería hacer entonces los medios de comunicación para que la información –cargada de horror-, no horrorice a la audiencia? Retomemos lo ocurrido en Colombia, país por demás experimentado en convivir con la violencia.

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Hace más de diez años, cuando Colombia estaba sumida en un espiral de terror alimentada por el narcotráfico y la guerrilla, una docena de medios de comunicación de aquel país signaron un pacto que llamaron “Acuerdo por la discreción”. En él se acordaba ejercer una ética periodística que no permitiera que el sensacionalismo, la competencia por ganar una nota o más audiencia, permitiera imágenes explicitas que atrajeran el morbo de la gente. Los medios colombianos cerraban toda posibilidad de volverse cómplices, nunca de los actos inhumanos de los criminales, sino de la difusión del terror entre la población, evitando entre otras muchas cosas la desestabilización social y la desesperanza de que la victoria de los enfrentamientos trajera verdaderamente paz. La propuesta no es callar, nunca debemos de callar lo que merece ser dicho, la propuesta es saber cómo decirlo.

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*Publicado el Sábado 7 de agosto, en la página 6, sección VOX, del diario Síntesis de Hidalgo.

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