viernes, 8 de febrero de 2019

Otro ladrillo (rojo) en la pared


En un universo paralelo soy director de cine. He decidido filmar una pelicula de vampiros en Pachuca, digamos, adaptar un cuento de “Inquieta compañía” de Carlos Fuentes. El lugar ideal para rodar es la esquina de la calle de Julián Villagrán y la calle de Ignacio Allende. Ahí se ubica el único edificio de arquitectura gótica de toda la ciudad. No podría pensar en otro sitio. Alisto el equipo para rodar.

La gótica construcción es el Templo Metodista. Edificio emblemático del centro que se convirtió en el pretexto para que Daniel Escorza Rodríguez nos contara historias sorprendentes en su más reciente libro “Calles de ladrillo rojo / Breve historia de los metodistas en Pachuca”.

Digo que es un pretexto porque Escorza no se limita a la descripción física del inmueble, no solamente aborda el detalle arquitectónico y la historia que ello guarda, sino que se interna en sus muros y se encarga de seguir el rastro de una fascinante historia que estaca a Pachuca como la cuna de la diversidad religiosa en México. Hay que recordar que, por ejemplo, a mediados del siglo pasado se estableció en Pachuca el asentamiento judío no ortodoxo más grande de Latinoamérica; tanto que el parque aledaño al sitio lleva el nombre del padre del estado judío: David Ben-Gurión.

El Templo Metodista fue construido, en una primera versión, en 1874, aunque la presencia de metodistas “cornish” se remonta cincuenta años antes, en 1826 con la llegada de los primeros ingleses a Real del Monte y Pachuca. El material utilizado en ese momento y posteriormente, ladrillos rojos, característica constructiva que se volvería un sello del grupo.

A partir de ahí el desarrollo de esta comunidad religiosa va entrelazándose con la actividad social de nuestra ciudad y sus alrededores. Este elemento es probablemente el más interesante de la historia que nos cuenta; los metodistas no se encerraron en una comuna que secretamente iba tendiendo hilos sociales, no, al contrario, fue entremezclándose con una comunidad mayoritariamente católica, sin renunciar a sus preceptos básicos y estableciendo el respeto y la tolerancia en ese interactuar social.
Fue tal el impacto provocado en el tejido social pachuqueños de finales del siglo XIX y principios del XX, que la comunidad incubada en los muros del Templo metodista de Pachuca estableció dos de las instituciones educativas más importantes de la historia de la ciudad, las escuelas: “Las hijas de Allende” y la “Julián Villagrán”. Ambas instituciones gozaron de gran prestigio y prácticamente en cada familia de la ciudad hay al menos un miembro que haya pasado por sus aulas. Esto se debió a que el tracto moral de las clases, basado por supuesto en preceptos cristianos, pero sin ser una imposición al alumnado, permitió que por sus puertas cruzaran lo mismo hijos de la congregación, comunidad católica y hasta ateos; como una muestra más de esa tolerancia religiosa de las que les hablaba antes.

El libro narra también las historias personales de miembros destacados de la congregación metodista, las actividades corales de la misma e incluso las actividades periodísticas y de activismo social emprendidas por los más jóvenes; un garbanzo de a libra es el “Manifiesto de la liga Metodista de Jóvenes” al respecto de los hechos del 2 de octubre de 1968, única opinión publica emitida en el momento por un grupo religioso.

Daniel Escorza Rodríguez, miembro de número de la Academia Hidalguense de la Historia, nos regala un primer tratamiento histórico de un tema fundamental en la variedad de corrientes religiosas que abrevan de nuestra ciudad; seguramente a partir de este libro, otros historiadores retomen el tema y podamos ir conociendo, con profundidad, el impacto del protestantismo en general en Pachuca. Mientras tanto, leer “Calles de ladrillo rojo…” es una exquisita manera de adentrarnos en una de las muchas historias que se traman en nuestra ciudad.

Paso cebra
El libro ha sido cuidadosamente editado por Elementum, editorial independiente pachuqueña que esta realizando un trabajo sorprendente en las lindes editoriales de Hidalgo. Un saludo a Mayte y todo su equipo.

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