viernes, 19 de octubre de 2018

Antes del desayuno


Todo me da vueltas. Mi cabeza es aún una espiral interminable que incrementa la velocidad a cada momento. Es mi techo, puedo reconocerlo, aun cuando la luz de esta mañana sea diferente. Trato de levantarme, a pesar de lo pronunciado de la pendiente imaginaria que me lleva al suelo, lo logro con cierta facilidad. El farfullo de los pájaros me atormenta un tanto mientras camino hacia la mesa donde anoche reventábamos en risas y tragos. Busco un cigarrillo sobreviviente para llevarme a la boca. ¿Qué otra búsqueda puede resultar menos fructuosa que la que hace un vicioso como yo entre montañas de colillas sepultadas bajo toneladas de cenizas en cuatro ceniceros atiborrados como fosas comunes de un pueblo en guerra? Tiro algunos vasos, que vierten sobre el mantel su ínfimo contenido, mezcla de cielos vueltos agua, tequila y babas.

Hacía un rato ya que Andrea se había levantado ya. Como es su costumbre corrió a lavarse los dientes para mitigar el mal aliento con que su beso acostumbra despertarme. Fue el chorro de agua del lavabo lo que me despertó. La última imagen que tenia de ella en ese momento no era precisamente una imagen, sino la sensación de su brazo y pierna derechos aprisionándome sobre el colchón, controlando apenas la combinación de coca y licor que impulsaba y frenaba la sangre por mis venas. Entre el cepilleo de los molares inferiores y los molares superiores me grita que ya me levante. Ya estoy levantado alcanzo a responder después de la bocanada de humo que me ha provisto el último cigarro superviviente, medio mutilado hay que decirlo, que alcanzó la luz del nuevo día escondido debajo del plato de botanas.

-Con una chingada Raúl, ¿vas a levantarte o no?-

Podría gritar otra vez que ya me he levantado, pero no puedo dejar de disfrutar el golpe de alquitrán en mis pulmones, chispa detonante de la energía que debemos guardar los fumadores en algún lugar debajo de toda la ceniza que poco a poco va tapiando nuestros pulmones. Escucho a Andrea escupir el último buche ya de agua limpia, cierra la llave y con las manos envueltas en una toalla que las seca sale del baño.

-Si sabes que tienes que levantarte temprano para que jodidos te metes tanta madre. ¡Raúl te estoy hablando!-

Detesto su pérdida de estribos. Yo, a pesar de la resaca amedrentada por los últimos residuos de la cocaína en mi cuerpo, jamás había estado tan tranquilo. Vaya contradicción. Ya estoy levantado Nena, pero no me escucha, sigue parada bajo el quicio de la puerta de la habitación mirando la cama. Raúl, Raúl. Voy a agarrarle las nalgas y darle un beso entre el cabello revuelto cuando se escapa. No alcanzo a tocarla. En medio de gritos desesperado repta sobre el colchón y me sacude. ¿A quién está agitando si yo estoy ahora bajo el quicio de la entrada al cuarto mirando la escena? Raúl, Raúl, Raúl, parece que quiere acabar con todo mi nombre para lograr que el cuerpo que yace inerte entre las sabanas le responda. Ese cuerpo es el mío. Aún viste los calzoncillos rojos que alcance después de la fallida faena sexual de la madrugada. Andrea llora y repite que estoy muerto. No siento nada.

Estoy muerto. Tal vez estoy soñando, pero algo en mi interior me dice que es cierto. Estoy muerto. Tal vez sea la paz con que miro a mi mujer en un rincón, llorando. Sigo sin sentir nada.

Paso cebra
Se instaló la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados., tal cual un berenjenal anunciado. Sergio Mayer, quien en el fondo no es mala persona, le conozco, sino más bien un inocentón que cree, como los milenials, que está descubriendo el hilo negro, el bolillito copeado en el café, se cree el salvador de la cultura en México- Sus miras, estrechas en demasía, le impiden ver y reconocer a los cientos de mujeres y hombres que durante décadas han luchado desde distantitos frentes para que la cultura no sea el adorno político y en cambio se transforme en verdadera política de bienestar social y desarrollo. Estamos atestiguando al chivo en cristalería. Veremos que alcanzamos a hacer con los pedazos que nos deje.

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