sábado, 8 de septiembre de 2018

Acaxochitlán: palabra que florece



Escribir sobre el pasado es una afición extraña. Así lo parece cuando reparamos en que escribimos para el futuro, para acrecentar la fe en un futuro, posible o imposible, donde alguien nos lea. Ahí el paradigma, escribir sobre lo pasado para alimentar el futuro. Esa es la tarea del cronista.

A mis manos, y a mis ojos, llega el proyecto editorial Palabra en flor, díptico publicado por Ediciones Mayahuel con un apoyo del Programa para las Culturas Municipales y Comunitarias de Hidalgo. Ambos libros dan cuenta de la historia, pero, sobre todo, del patrimonio cultural, tangible e intangible, del bello municipio de Acaxochitlán.

Hablo de estos dos libros sin poder definir cual es el primero de ellos, no están seriados, cada uno convive con el otro con la misma naturalidad con que cada uno puede ser tomado por individual. Elijo aquel cuyo subtitulo versa Apuntes del patrimonio cultural de Acaxochitlán, y que adorna su portada con la reproducción de un hermoso óleo de Fortino Oliver Rosales. Es el volumen más delgado, contiene un recuento general de personajes, composiciones musicales, bienes muebles e inmuebles, así como del acervo documental histórico del municipio; remata con la lista completa (hasta la fecha) de los presidentes municipales, así como con una lista de fiestas realizadas tradicionalmente en sus comunidades.

El volumen con mayor paginado, segundo en esta arbitraria selección, se subtitula Ecos y Voces de Acaxochitlán y muestra en la portada a don Antonio Martínez Cruz, uno de los muchos habitantes y adultos mayores que el autor entrevisto para ir dándole forma a su investigación; además de las horas invertidas en la investigación documental. Las páginas de este segundo libro escarban en lo profundo y van con detalle desde los antecedentes históricos, la toponimia y el gentilicio, los relatos que la memoria de los mayores nos ha preservado, las descripciones de las danzas, los usos vocales, los detalles de los rituales y los actos festivos, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza, las técnicas artesanales, y los olores y sabores de la gastronomía de Acaxochitlán.

Pero ¿para qué compilar datos sobre el patrimonio cultural de un lugar? Para preservarlo. Sólo se cuida lo que se ama, solo se ama lo que se conoce. El espíritu de este proyecto es hacer que los habitantes de Acaxochitlán revaloren todas aquellas cosas que les rodean y que han sido elementos del desarrollo cultural de su pueblo. Es trasladar al presente con palabras, aquello que en el silencio hubiera sido consumido por el olvido.

En el prólogo de ambos volúmenes, el destacado antropólogo hidalguense, Alberto Avilés Cortés, escribe: “No escapa nada a las manos de Arturo Castelán Zacatenco, todo es aprendido, desmenuzado e interpretado a la luz de nuestro tiempo”. Esa es la tarea del cronista moderno; no sólo de ser un simple compilador, sino la de convertirse en un alquimista que somete al crisol el pasado para forjar a golpe de pluma el futuro.”

La edición, cuidadosamente trabajada, carece por espacio del acervo fotográfico que el autor fue también formando y que complementa lo dicho a través de los textos. Ahí la posibilidad de una segunda edición en un futuro no muy lejano.

Sobresaliente es el trabajo de Arturo Castelán Zacatenco, uno de los miembros más jóvenes del Consejo Hidalguense de la Crónica, agrupación que cumple ya ocho años de vida y que se encarga de la talacha para compilar, poco a poco, la historia de los municipios del estado de Hidalgo. Hago votos para que su labor continúe y para que cada cronista nos comparta el amor por su terruño en historias que con orgullo se portan en el corazón.

Paso de baca

Así es como el ayuntamiento de A Coruña ha designado las manchas blancas que una empresa de lácteos ha dibujado en un cruce peatonal. Dicen los oriundos que ese paso, no cebra, sino baca, sí los representa pues en Galicia se produce más de la mitad de la leche de toda España. Los gallegos dicen que la cebra no habla de ellos, los mugidos de la baca sí; “Donde hay una vaca hay esperanza, cuatro patas y una ubre sobre las que construir un futuro (…)” dice la nota de El País, sobre el asunto que ha sorprendido a propios y a extraños. Mientras tanto, nosotros, acá, decimos, ¡muuu!



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