viernes, 1 de marzo de 2024

De qué hablamos cuando hablamos de Pachuca

El título de la columna de hoy no es frase propia, se la leí al querido Miguel Ángel Hernández Acosta (narrados mexicano, pachuqueño) en una de sus publicaciones de Facebook parafraseando a su vez el título de aquel espléndido libro de relatos de Raymond Carver “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Miguel Ángel usaba esa lúdica armonía de siete palabras como invitación a reflexionar sobre lo que pensamos de esta ciudad quienes nacieron o vivimos en ella, quienes han tenido que dejarla como residencia, quienes recalan por sus rumbos de vez en cuando, quienes la hemos elegido como refugio o quienes por laberintos emotivos sostienen con ella una relación amor-odio. Esta cavilación remonta el vuelo gracias al estreno de una nueva publicación que aglutina el trabajo de cuarenta y un escritores y dieciséis artistas visuales; el libro se titula “Letras de Pachuca”.

El nada breve opúsculo aparece bajo el sello editorial Los Libros del Sargento en colaboración con el Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca y ha sido coordinado por Xavier Rodríguez, avezado editor que ha impulsado esta editorial desde hace más de diez años y que desde la pandemia la hizo aterrizar en la Bella Airosa.

La noticia de que el ayuntamiento de la capital retome con vigor un proyecto de publicación de autores locales (esta es la segunda publicación de la administración actual) causa un gran regocijo para quienes creemos en el poder de los libros. Por si esto fuera poco, el hecho de que el proyecto sea en sí mismo un nomenclátor tan diverso en cuanto a generaciones, corrientes y estilos, tanto de literatos como de visuales, lo convierte de ya en un libro único. En sus doscientas cuarenta páginas encontraremos poetas, narradores, dramaturgos, periodistas, fotógrafos, escultores y pintores (de brocha y de píxel). La amalgama de todos ellos promete una especie de diario de viaje que nos llevará por rincones, memorias y epifanías con que cada creador cinceló su punto de vista sobre este lugar estrecho azotado sin mesura por el viento.

En lo textual participan: Arístides Luis, Nancy Ávila, Óscar Baños Huerta, Alejandro Bellazetín, Enid Carrillo, Julia Castillo, Áxel Chávez, Jovany Cruz Flores, León Cuevas, Fernando de Ita, Diego José, Aarón Enríquez, Said Estrella, Daniel Fragoso, Yanira García, Miguel Ángel Hernández Acosta (a quien mencioné al inicio de este texto), Elvira Hernández Carballido, Ilallalí Hernández Rodríguez, Yuri Herrera, Juan Carlos Hidalgo, Yosselin Islas, Eduardo Islas Coronel, Laura Esperanza, Sagrario León García, Moisés Lozada, Sinead Marti, Danhia Montes, Christian Negrete, Enrique Olmos, Karla Olvera, Aída Padilla Nateras, Agustín Ramos, Martín Rangel, Fernando Rivera Flores, Julio Romano, Ilse Sánchez Quintero, Claudia Sandoval, Alma Santillán, Rafael Tiburcio García, Alfonso Valencia y quien esto escribe.

Mientras que lo visual es propuesto por: Raúl M. Becerra, Marco Levy Correa Ramírez, Kevin Cuevas, Enrique Garnica, Ray Govea, Pablo Mayans, Elizabeth Medina, Carlos Mercado, Carmen Parra Velasco, Hugo David Pérez Ángeles, Caro V. Polanco, Eric Reyes Lamothe, Javier Alejandro Rodríguez Padilla, Eymi Rosado, Eddy Salgado y Salvador Verano Calderón.

He hablado de este nuevo libro en futuro imperfecto porque no conozco de él más que el texto que me solicitaron y la imagen de su portada. Todo lo demás ha sido preservado con la secrecía propia de los hitos que abren un nuevo capítulo en el quehacer cultural de una ciudad. 

Ansío despejar los velos y disfrutarlo en la primera presentación del libro que será el día de hoy (o mañana, depende de cuando lea usted esta columna) viernes 1 de marzo, en Rocket Cowork (Matamoros 113, en la cara este de la Plaza Independencia en el Centro Histórico de Pachuca), a las 18:00 horas. Verlos por allí redondeará la celebración.

Paso cebra

Que “Letras de Pachuca” alcance buen puerto es resultado del trabajo, valiente e incansable, del equipo del Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca, encabezado por Ana Liedo. Mi respeto y admiración por su trabajo y vocación.

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