viernes, 23 de enero de 2009

Gabriel Zaid, 75 años

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El Universal
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Gabriel Zaid (Monterrey, 1934) llegará el sábado próximo a los 75 años convencido de que dar entrevistas a los medios de comunicación no es necesario, pues como siempre, dará respuesta a las preguntas de sus lectores a través de sus textos.
Tampoco acepta fotografías para no contribuir a la adulteración de su imagen y porque está convencido de que su rostro no es relevante para darse a conocer. Y si es necesario invocar a la ley para que se respeten esas decisiones, Zaid no vacilará. Lo sabe bien Pedro Valtierra, quien en 1993 capturó la imagen del escritor sin su autorización y la publicó en la revista Mira. Zaid le demandó y sentó así el antecedente que le ha permitido vivir al margen de los reflectores y seguir siendo uno de los poetas y ensayistas fundamentales del México contemporáneo.
No habrá mesas redondas ni ediciones especiales de sus libros para este aniversario. De cualquier forma, en sus cumpleaños 60 y 70, cuando se realizaron homenajes que agruparon en torno a él a Octavio Paz, Enrique Krauze, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, la ausencia del escritor hizo que el peso de sí mismo recayera en su obra.
Zaid ha publicado ensayos y poemas sin desperdiciarse en palabras de más ni repetirse. Egresado de alguna ingeniería del Tecnológico de Monterrey, se dedica a reestructurar empresas y es experto en tecnología. La industria y la literatura, actividades al parecer dispares, parecen interesar a Zaid en el mismo punto donde la imaginación, la curiosidad y el método riguroso convergen para conducir a la comprensión.
Sobre ese paso del progreso industrial a la poesía, el propio Zaid escribe: “Desde que comencé a leer, la vida me parece una serie de interrupciones… si por fin salí a la realidad (lo que la gente dice que es la realidad) fue porque también comencé a leerla.”Gabriel Zaid sabe, por ejemplo, que el verdadero progreso de las ciudades no está en la sobreexplotación de calles pavimentadas y automóviles. Por el contrario, el vehículo más progresista de la tierra es la bicicleta, y Zaid, faltaba más, lo demuestra con relaciones numéricas y estadísticas.Sinceridad, honestidad y claridad son algunas palabras para hablar del trabajo de Zaid, un auténtico intelectual dispuesto a pensar y repensarse a sí mismo. De lo que está a la vista de todos, él hace una explicación que permite mirarlo de modo distinto.
El rigor matemático es el punto de partida con que explica los secretos más íntimos de las cosas y llega a conclusiones extraordinarias (muchas de la cuales nadie se ha atrevido a poner en práctica) en temas políticos, económicos y literarios.
La complicidad de Zaid con sus lectores se da en el campo de los libros y no en el de las presentaciones y cocteles. Por ello, en su primera antología poética, Cuestionario (FCE, 1976), el título venía a propósito de una hoja desprendible del libro, que de un lado incluía el apartado postal de Zaid y del otro, las páginas de todos los poemas a las que acompañaban las instrucciones para el lector: “…cruce los [poemas] que no le gustan, circule los que le gusten y deje sin marcar los demás”.
Y el resultado, no se sabe si de un afán de perfección o de comunión con quienes le leen, resultó en la selección que concentró en las poco más de 100 páginas de Reloj de sol (1952-1992) (El Colegio Nacional, 1995).En su poesía, la relación entre palabra y sonido, idea y significado, formas y fórmulas, dan a sus versos un carácter aparentemente simple que reelabora y aumenta la tradición lírica de la lengua española.
Luego de publicar algunos poemas sueltos en revistas universitarias, Salvador Novo, Carlos Pellicer y Alfonso Reyes le otorgaron cuando tenía 20 años el Primer lugar de los Juegos Florales de Tehuacán por Fábula de Narciso y Ariadna. Publicaría luego Seguimiento (FCE, 1964), Campo nudista (Joaquín Mortiz, 1969), Práctica mortal, FCE, Letras mexicanas, 1973) y Sonetos y canciones (El Tucán de Virginia, 1992).Durante esos casi 40 años entre su primer y último libro de poesía, Zaid ha cultivado el ensayo y la crítica literaria; primero, en la revista Plural de Octavio Paz, donde no sólo escribió la columna “Cinta de Moebio”, sino que colaboró como asesor en asuntos administrativos y financieros de la publicación.
Gabriel Zaid juega con la manera de hacer crítica, al punto de conducirla a un género de creación, que toma las herramientas del relato y los mezcla con la estructura del análisis riguroso que no necesariamente corresponde a las leyes de las ciencias sociales y que no toma en cuenta las jerarquías de nombres y publicaciones para poner el papel de la crítica en su justa dimensión.
El resultado son textos prodigiosos, donde, por citar algunos ejemplos, predice el futuro de las notas al pie, que pronto adquirirán mayor importancia que el propio libro analizado; o crea fórmulas para hacer antologías de poetas y escribir sonetos (uno de sus descubrimientos más interesantes, fue el del antolómetro, instrumento que otorga instrucciones numéricas precisas de cómo elaborar una antología “balanceada”).
Algunos de sus textos más destacados en ese género, están reunidos en los títulos Leer poesía, (Premio Xavier Villaurrutia, 1972), Cómo leer en bicicleta (Joaquín Mortiz, 1975), El progreso improductivo (Siglo XXI, 1979) y La feria del progreso (Taurus, Madrid, 1982), entre otros.
Como ensayista, ha develado temas económicos, literarios y políticos con la ironía como herramienta principal, que encuentra la complicidad del lector con puntadas como la de El ensayo más breve del mundo: “No hay ensayo más breve que un aforismo”.
Sus explicaciones hacen que la poesía, la tecnología y la vida cotidiana se vean como una unidad; ese es el tema de La poesía en práctica (Premio Magda Donato 1985), donde Zaid lleva el campo de la lírica a la aplicación en el mundo de los negocios y explica cómo saber poesía conduce al prestigio social y político.
Hoy día, la tecnología ha llegado a conclusiones que Zaid predijo hace más de 30 años en sus ensayos; algunos de sus artículos, en el momento de ser publicados, acumularon montones de páginas donde sus detractores le tachaban de poco preciso y demasiado imaginativo. En sus argumentos para analizar la política, quedan ejemplos visionarios, como su artículo Escenario sobre el fin del PRI, de 1985 y el libro publicado 10 años después, Adiós al PRI.
En Gabriel Zaid predomina el papel de lector. Por eso, durante años ha defendido que para el mundo de los libros el actor más importante debiera ser el propio escritor. Esa aseveración al parecer obvia, resulta no serlo tanto, y Zaid ha comprobado que la producción de reseñas, notas y comentarios de libros es mucho más vasta y lucrativa que el propio acto de escribir.
Por ese motivo, durante años Zaid ha luchado a través de ensayos razonados y demostrados para que los autores reciban beneficios que les permitan crear y no les subyugen a las leyes del mercado o las instituciones culturales. En la década de los 90, los datos que recabó y difundió fueron cruciales durante la discusión de exentar a los creadores del pago de derechos de autor. Y mucho antes de que el ex-presidente Vicente Fox pusiera en la tribuna de discusión el precio único del libro, Zaid ya reflexionaba acerca de ese tema.
Como compilador de otros poetas, se le deben obras que son auténticos panoramas de la poesía en México, como el célebre Ómnibus de poesía mexicana (Siglo XXI, 1971) y la vasta Asamblea de poetas jóvenes de México (Siglo XXI, 1980); además, análisis profundos del trabajo de José Carlos Becerra, Carlos Pellicer, Manuel Ponce y Daniel Cosío Villegas.
Desde 1984, Gabriel Zaid pertenece al Colegio Nacional y hasta el 2002 fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En 2005, para celebrar sus 70 años de vida, la editorial JUS convocó al premio de ensayo Zaid a debate, que ganó Armando González Torres.
Capaz de burlarse de sí mismo y orgulloso de su anonimato, Gabriel Zaid alcanza los 75 años con plena conciencia de la responsabilidad que conlleva su trabajo y mantiene el respeto a sus lectores, a quienes con sus análisis ayuda a observar cosas que se pretende pasen desapercibidas, porque, tal como dejaba en claro en la introducción de Cómo leer en bicicleta:“Llamar la atención pública sobre sí mismo, es una de las malicias o inocencias más viejas de la vida pública. Pero dejar pasar las cosas, para no llamar la atención, es la forma, inocente o maliciosa, de asegurar que nunca se respete al público”.

1 comentario:

  1. Anónimo13:53

    Soy un editor del estado de Guanajuato y tengo mucha necesidad de contactar personal y directamente con el maestro Gabriel Zaid. Mi nombre es José Luis Rangel y mi correo es: delmanantial@hotmail.com

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