Aporofobia. Término acuñado por la filósofa Adela Cortina a finales del siglo pasado. La Real Academia de la Lengua Española lo incluyó en su Diccionario apenas en 2010. Significa el miedo a la pobreza. Cortina explica que esta fobia se basa a la proyección de vernos en la circunstancia de la precariedad; la repelemos, la simple idea de la pobreza nos desquicia, la detestamos.
En esa idea, alojada en el lóbulo más picapedrestre de
nuestro cerebro, se basa el nuevo filme del Michel Franco, “Nuevo orden”. La
película propone ser una distopia sobre lo que pasaría si la clase baja de este
país se emancipara violentamente contra aquellos que todo lo tienen, contra el
sector de la población mexicana donde esta alojada la mayoría de la riqueza
económica. Sin embargo, la historia se queda en la superficie din llegar
analizar las causas y las consecuencias del principal problema de nuestro país:
la desigualdad.
El filme inicia con una secuencia de imágenes y sonidos,
donde el color, la luz, la pulcritud contrastan con flashes de cadáveres
amontonados, con una maría verdes que desciende las escaleras, con habitaciones
lúgubres y una mujer desnuda, bajo la lluvia con el mismo color verde que escurría
enredado en el cuello. Esos primeros minutos prometen una propuesta visual
atractiva y llena de simbolismos, al más puro estilo de Fellini o de Peter
Greenaway, donde la historia será contada, además de los personajes, por las
atmosferas y los objetos. Pero no es así. Con una cadencia aún rescatable la
película se desinfla sin remedio.
La historia ocurre en una mansión del Pedregal, donde una
familia acomodada departe su felicidad con un ciento de invitados
impecablemente ataviados para la boda que se celebra. Alrededor, extraños
sucesos inquietan a aquellos invitados que recién llegan, comenzando a imperar
un ambiente de incertidumbre. Hasta ahí, la habilidad del joven y galardonado
director parece sostenerse con firmeza hacia un devenir dramático propositivo.
Durante la celebración, los personajes se van delimitando
nítidamente, marcando dos bandos que conviven, aparentemente, en paz; por un
lado, la familia millonaria, los Novello con sus intereses económicos con un
alto funcionario del gobierno y por otro, la servidumbre que mira con desprecio
y envidia los excesos y el despilfarro. De pronto, la sensación de que algo
pasa en la ciudad transciende las calles aledañas y se presenta dentro de la
propiedad en la persona de individuos que en primera instancia amedrentan,
dando paso inmediato de la amenaza, al asesinato y al saqueo. Brillan en sus
rostros morenos, la sonrisa de la venganza, el desquite de siglos de
sobajamiento al fin lavados en el acto de sustraer las joyas, el dinero de la
caja fuerte; de sorrajarle un tiro en la nuca a la patrona. Sobra decir que las
escenas son difíciles de soportar.
Tras el asalto a la mansión nos damos cuenta de que lo mismo
ha pasado por toda la ciudad. Por vericuetos del destino sobrevive el padre con
dos tiros, el hijo mayor que ha perdido asesinada a su esposa embarazada y la
hija casadera que ha salido del domicilio justo antes de que las fieras
entraran a arrasarlo todo. Sin embargo, ella, Marianne, se refugia en la casa
de los miembros de la servidumbre y al día siguiente es secuestrada por las
fuerzas militares cuando aparentemente van a ayudarle a volver a su casa.
A partir de ese momento la historia naufraga y se centra en
los intentos pasivos de su familia que mueve todas las influencias necesarias
para tratar de rescatarla de sus captores, sin saber que son las mismas fuerzas
del orden las que han establecido una prisión oculta donde ocurren todo tipo de
vejaciones a prisioneros “güeros” y de ropas finas. El circo dantesco termina
con el triunfo de la hegemonía económica que justicia publica y sumariamente, a
la clase popular, como una victoria más del verdadero mándalas en México: el
dinero.
La película termina siendo apenas un panfleto, una alegoría
que grita a los cuatro vientos el terror que nos provocan los pobres, sin la
mínima intención de analizar sus consecuencias y sus posibles soluciones; los
ricos y los pobres son dos especies que aparentan convivir en armonía, unos
sirviéndose de los otros y nunca viceversa, pero con la convicción de que en
cualquier momento el equilibrio puede romperse estableciendo un nuevo orden
donde, por supuesto, seguirán mandando los de siempre.