La gran Margo Glantz aceptó en un tuit que no la conocía,
que no la había leído. Otros en cambio, expertos de rebote, lisonjearon a la
nueva Nobel sin siquiera conocer su obra. Un galardón bien merecido, dicen los
que verdaderamente la han leído. Sin duda, la designación de Louise Glück
sorprendió a todo el mundo, incluyendo por supuesto, el literario. La autora
nació en Nueva York en 1943, radica en Cambridge, Massachusetts donde enseña
inglés en la Universidad de Yale. Tiene ascendencia húngara y judía, de ahí la
peculiaridad de su apellido y es una de las figuras más importantes de la
literatura contemporánea en inglés. Ella misma reconoce haber tenido, en algún
momento de su vida, ambiciones literarias, las cuales declinó para llevar una
vida dedicada “a otras cosas”, sospecho que se refería a “escribir”, ejercicio
que la llevó a convertirse en la mujer número diecisiete en recibir este
premio.
Da // comienzo ahora el tiempo en el que oye otra vez / ese
latido que es la narración / del mar, al alba cuando su atracción es más /
fuerte.
Al conceder el Premio Noel de Literatura 2020, la Academia
sueca destacó de la obra de Glück: "su inconfundible voz poética que con
austera belleza universaliza la existencia individual". Pero no sólo es
una poeta importante en lengua inglesa, su obra ha sido traducida al español,
en la editorial Pre-Textos, cosechando una importante pléyade de lectores;
poemarios como “Averno”, “Ararat”, “El iris salvaje” (Premio Pulitzer en 1993),
“Las siete edades”, “Praderas”, “Una vida de pueblo” o “Vita nova”, y sus
ensayos reunidos en “Pruebas y teorías”.
(…) No necesito / seguirte adonde estás ahora, / hundido en
la ponzoña de este campo, para / saber la causa de tu huida, de tu humana
/pasión, de tu rabia (…)
Sus temas circundan a la infancia, la familia como núcleo,
la intrincada relación entre los padres y los hijos, el vínculo invencible de
los hermanos, echando mano de vez en vez de lo clásico, entre mitos y
alegorías, para describir un mundo en el que lo individual es el reflejo y ojo
de agua de lo universal. Su poesía abreva de la tradición norteamericana donde
asoman Whitman y T.S. Eliot, ocupando un lugar importante en la literatura
desde los años ochenta, dando a su creadora un lugar en el gusto de los
lectores.
Así se vive cuando tienes un corazón helado. / Como yo:
entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría, / bajo las copas inmensas de
los arces. / El sol apenas me alcanza.
Pero la austeridad de su obra es reflejo de su personalidad.
Es conocida la anécdota de cómo suele presentarse: “Soy Louise Glück. Glück se
escribe con una ü con diéresis, y el apellido es de origen húngaro. Enseño y
escribo poesía”. Sus amigos la reconocen tímida y con un gran sentido del
humor, callada y celosa de su privacidad, la cual se vio alterada la semana
pasada por la presencia de docenas de reporteros que frente a su casa deseaban
registrar sus primeras impresiones al darse la noticia de su Nobel.
El trigo cosechado, almacenado; seca / la última fruta: el
tiempo / que se acumula, sin usar, / ¿también termina?
El simple hecho de que este año el premio literario más
prestigiado del mundo haya reconocido la poesía es ya lago para celebrar, tanto
como la oportunidad que nos da de conocer una poeta “nueva” para muchos y con
una obra profundamente valiosa. Me queda la sensación de que el Nobel ha
mantenido su vocación de astrolabio para guiarnos en el tempestuoso mundo
literario moderno, encontrando el solaz siempre deseado en un escritor que vale
la pena leer. Muchos discuten si la Academia tiende a reconocer escritores
“desconocidos”. Nada más errado. Glück es tan importante como lo era Coetzee o
García Márquez en su momento, tal vez no tan conocidos en el mundo entero al
momento de convertirse en Nobeles, pero sí, ya con una obra merecedora de la
universalidad.
¡Salve la nueva Nobel de Literatura!
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