Me resultó por demás
sorprendente. Debo confesar que incluso llegue a sentir eso que la cursilería
llama “mariposas en el estómago”. Paré mi bicicleta en la luz roja y al alzar
la vista lo encontré. Un espectacular tan ordinario como todos, con un mensaje
tan extraordinario como pocos: un ciclo de análisis poético en Pachuca. Ya no
resulta extraño ver anuncios de actividades culturales en la ciudad, sobre todo
aquellos que invitan a conciertos, obras de teatro, montajes de danza, pero el
arte literario pocas veces había merecido una oportunidad de perifoneo visual
de tal envergadura. No tengo que decir que mi corazón dual de poeta y lector de
poesía se sintió mucho más, muchísimo más que reconfortado.
El ciclo está
organizado por “El ojo de Faetón / Circulo de estudios ante la poesía”,
agrupación sui generis que busca
generar espacios donde poder hablar sobre el poema, la poética y sobre el
poeta; estos tres “personajes” que siempre van a aparecer en el acto
maravilloso de la lírica. Hay muchos espacios para recitales, lecturas,
presentaciones de libros, pero muy pocos para hablar del ejercicio y el oficio
poético. El Ojo del faetón es ese espacio.
El proyecto se gestó
hace casi dos años, en las mesas del legendario café La Habana, otrora sitio de
reunión de los grandes periodistas mexicanos y latinoamericanos del Siglo XX.
Mientras Daro Soberanes y Ángel del Corral tertuliaban sobre arte y literatura,
se lamentaban que no existiera un espacio para el análisis poético, para la
discusión sobre el poema. Llegaron a la conclusión de que la única manera de
tener un espacio así era creándolo. Surge entonces el grupo denominado el Ojo
de Faetón, como una suerte de cátedra en la que un ponente exhibe ante un grupo
participante (en el mejor sentido del término) su visión antes alguno de estos
tres (o todos) elementos ya señalados: el poeta, la poética y el poema. Más
adelante se integraría Alejandra Estrada, Juan Guillermo Leda, Israel Soberanes
(desde Guadalajara) y la hidalguense América Femat.
El Ojo de Faetón, se ha
transformado, al paso de los meses, en una de las iniciativas del sector cultural
de la región más interesantes. Sus ponentes ha sido variados y sus resultados
han llamado la atención de propios y extraños. La razón es sencilla, para
aquellos que amamos la literatura resulta siempre deseable obtener puntos de
vista que nos ayuden, nos guíen o incluso nos disuadan el los senderos
laberínticos de nuestras lecturas y la comprensión que de ellas conservamos.
Pero por si esto fuera poco, un ciclo como este es Macondo para aquellos que
sufrimos el acto de la creación literaria –no digo lo último como una pose de o
con embustera modestia, el escribir es una catarsis, un doloroso escarbar en
las heridas, un dantesco acto de autoflagelación– para quienes el proceso
poético va más allá de apilar líneas cortas unas sobre otras o buscar rimas de outlet, significa el poder mirar en la
experiencia de otros escritores el reflejo de las muchas frustraciones y las
pocos gozos que se padecen para lograr convertir los versos propios en
verdadera literatura.
El ciclo, ya en su
sexta edición, tiene al menos tres semanas de hacer iniciado y le queda una o
dos sesiones más (todo depende del momento en que usted este leyendo esta
columna). Ha tenido a escritores queridísimos y admirados como los poetas
Yanira García, Diego José y Martha Miranda, y nos dará la oportunidad de
escuchar durante la tercera semana de marzo al novelista Rafael Tiburcio.
Faetón, el primogénito
de Helios en la mitología griega, quiso un día conducir el carruaje de su
padre, el sol mismo. Faetón era arrojado. El día que se lo permitieron, se
elevó demasiado y enfrió la tierra, al tratar de corregir incendió la tierra.
Pero su mirada osada lo llevó a una aventura que hizo arder lo que permanecía
anodino.
Si usted está
interesado en la poesía como lector, hacedor o piromaniaco, dese una vuelta los
jueves en el café Radio Express que dobla la esquina del Jardín Colón, en el
Centro Histórico de esta calurosa y siempre airada ciudad nuestra. Ojalá no
encontremos por allá.
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