Entre 1780 y
1781, Johan Nepomuk della Croce pintó un óleo de la familia Mozart. En el
cuadro aparecen Wolfang y su hermana sentados al piano, su padre Leopold de pie
sostiene un violín y su madre ya fallecida, Anna María, vive en un retrato
colgado de la pared. El detalle más sobresaliente de la pintura es que los
hermanos Mozart tienen las manos sobre el teclado del piano, están tocando una
pieza a cuatro manos. Ya desde mediados de ese siglo, el XVIII, era una moda la
música para piano a dúo, aunque se consideraba solamente de consumo hogareño.
Sin embargo, las habilidades necesarias para poder interpretar a cuatro manos
eran tales, que rápidamente muchos compositores comenzaron a escribir música
para dos pianistas que debería ser tocada en público, arrasando para siempre
con la “intimidad” del estilo. No sólo era de interés de los espectadores esas
habilidades de las que hablaba antes, sino también el morbo por saber si los
interpretes participantes lograrían hacer coincidir sus talentos y sus
caracteres. Y es precisamente la experiencia de combinar los esfuerzos
creativos por lo que el “cuatro manos” ha emigrado más allá del arte musical,
por ejemplo, al arte literario.
“La vida Sexual
de P.J. Harvey” es un ejemplo de ello; novela a cuatro manos escrita por Juan
Carlos Hidalgo e Ilallalí Hernández. Él, poeta, narrador, periodista cultural y
curador de amplia trayectoria; Ella, joven narradora con un par de libros,
múltiples actividades como editora y ganadora del Premio Estatal de Cuento
Ricardo Garibay en 2006. Ambos emprendieron la ventura conjunta de narrar una
historia que refleja el desencanto de toda una generación envuelta en el
transbordo del milenio.
La protagonista,
que ha tomado su nombre de la cantautora inglesa de rock P.J. Harvey (su alter
ego), se enfrenta a las últimas horas de la madrugada con un escuadrón suicida
conformado por dos amigas y el guapetón acomodador de coches del lugar del que
huyen buscando un after que promete
salvajismo hasta el amanecer. En esas horas, las obsesiones y las pasiones de
cada uno se desgranarán como en una avalancha que muestra el deterioro en el
que se encuentran las relaciones humanas (sean familiares, sociales o
románticas) y el terror que provoca cohabitarnos con nuestro demonios privados;
es en esta última región, donde el retrato generacional es más obscuro y
abandonado de “futuro”, sin dejar en ningún momento de la historia el beat de la música electrónica, el indi y el rock.
Ya desde su
primer libro (Loop traicionero), Juan Carlos Hidalgo nos había propuesto la
música como un personaje más, no solo como un detonador de ambientes; la música
está ahí presente, dentro y fuera de los personajes se mueve como un lento
animal que lo devora todo, reptante por cada página. Y es en este ambiente que
Ilallalí Hernández irrumpe con su magnífica habilidad para narrar y describir
momentos, exactos y amplios como una mirada en 360 grados. Ambos, Hidalgo y
Hernández, proponen una historia sin simulaciones y la llevan con un ritmo
vertiginoso como el deseo de los personajes, la detienen en escenas
perfectamente bien montadas donde cada uno se muestra tal cual es y la
resuelven con la maestría que da el oficio. Sus personajes, construidos con una
precisión quirúrgica, sufren y gozan, parecen latir y tener pensamientos más
allá del saber de los propios autores. Las cuatro manos atacan el teclado (de
la laptop, que no del clavecín) y nos regalan un interpretación in crescendo que nos provoca la
necesidad de una lectura perpetua, similar a la incontrolable dependencia
toxicológica.
“La vida Sexual
de P.J. Harvey” es un literatura fresca, irreverente y reflexiva sobre las
obsesiones de personas que reniegan de la hipocresía de una sociedad más
interesada en las apariencias y los prejuicios que en la esencia de quién se es
y en el poder de en qué se cree. El libro se lee con facilidad, como si se
estuviera envuelto en el rezongo suave de una noche que se comienza a
resquebrajar por la luz de una mañana impetuosa. Es un referente para conocer,
no solo las novedosas rutas que puede seguir la literatura contemporánea, sino
también el devenir de una generación, a la que podemos pertenecer o no, pero
que incide en la manera en que el mundo que viaja en este siglo se mira a sí
mismo.
La novela fue
publicada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, mostrando que vale
la pena apostar por la literatura experimental y moderna, la cual por fortuna,
también está en la mente y las manos de escritores hidalguenses, al menos en
dos de ellos, que son ya, imprescindibles.
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