Hace algunos años, durante la Feria del Libro Infantil y
Juvenil 2003, tuve la oportunidad de conocer y charlar con Ignacio Trejo
Fuentes. En aquel año me pidieron entrevistar para la televisión estatal a los
escritores más destacados que asistirían aquel año a la Feria. Inmediatamente
que leí el nombre de Nacho en el programa general de actividades, lo coloqué al
principio de mi lista de entrevistas.
La importancia del personaje es por demás sobresaliente,
pertenece a una generación de escritores hidalguenses que se tuvieron que ir
como única oportunidad de supervivencia en el mundo de las letras. Comparten
esta generación cincuentera, e igual deseo de peregrinaje, escritores como
Agustín Cadena, Arturo Trejo Villafuerte y Agustín Ramos, entre algunos otros.
Nacho emigró muy joven a estudiar en la UNAM y las oportunidades de trabajo y
desarrollo periodístico y literario lo amarraron irremediablemente al Distrito
Federal. Mientras él construía una sólida carrera literaria y perfeccionaba su
oficio colaborando diaria o semanalmente en distintas revistas y periódicos de
la Ciudad de México; en Hidalgo su nombre, junto a los que ya mencioné, se
transformaba en una especie de leyenda o de culto que los escritores que
pertenecemos a generaciones más recientes (en mi caso la de los 70’s),
venerábamos y leíamos con respeto y disciplina. Ese andar lo llevó a
convertirse en el mejor cronista vivo de la literatura mexicana. Conocerlo y
trabar al menos una relación entrevistador-entrevistado con él era para mí un
verdadero honor.
En aquella oportunidad Nacho vino a Pachuca a presentar un
libro para niños, sin embargo la charla que sostuve con él después de la presentación
editorial, versó en su narrativa para “adolecentes y adultos”. Narraciones y crónicas en las que la ficción
es apenas un pretexto para recrear crudamente la realidad que el escritor
percibe del mundo que lo rodea. Aún cuando se trataba de una entrevista para la
televisión, donde los tiempos debe ser breves, duró unos veinte minutos, en los
cuales también hablamos de la manera que Nacho veía Pachuca después de tantos
años de venir y volver de ella al DF; así como de la estructura literaria de
sus libros. Me habló entre otras cosas de algunos cuentos incluidos en “Tu
párvula boca” y algunos otros que por alguna razón esperan otras páginas para
aparecer. Inmediatamente se hizo presente esta extraña relación que Nacho tiene
con la música y sus textos: títulos como “Me lo dijo Adela” o “Hace un mes que
no baila el muñeco”, inclusive el nombre mismo de esta obra que hoy comentamos,
nos permite adentrarnos en la banda sonora de sus historias. Y no es que
solamente las canciones en sí mismas sean el detonante anecdótico o dramático
para un cuento; sino que la vida real en la que éstas suenan es la materia
prima que utiliza la pluma de Ignacio Trejo Fuentes. La manera que tiene de
zonas los puestos de tacos afuera del metro, los vagones del traslado diario al
trabajo, los multifamiliares babélicos, las calles recorridas febrilmente por
millones de prisas, etc.; tienen un sonido que Nacho Trejo sabe escuchar muy
bien y reproducirlo fielmente en sus historias.
“Tu párvula boca” es una colección de diez cuentos en los
que Nacho pone sobre la página la historia cual carnicero un trozo de carne
sobre la tabla, y lentamente va haciendo cortes finos con su narrativa afilada
e incisiva cual si cortara tiras para bisteces. No gasta el tiempo en detalles
obsesivos ni filosóficos; sino que recrea atmosferas y sensaciones tan claros
que pareciera que mientras lo vamos leyendo, Nacho nos cogiera de la mano y nos
jalara cual ángeles malditos e invisibles, dentro del departamento, la
habitación, el sex shop, el prostíbulo, o una mansión; para mirar, oler,
escuchar y sentir a cada uno de sus personajes sin participar pero siendo
testigos de sucesos que llevan sus vidas al límite. Podemos percibir la
pestilencia del anciano vestido con un traje de novia encontrado en su casa
después de varios días de haber muerto; el afrodisiaco aroma de una habitación
donde dos cuerpos se entrelazan en un nudo brillante sin importar su naturaleza
compartida, la rabia de una estirpe acosada durante siglos que al fin cobra
venganza o el festín de un par de poetas entregados al disfrute de la vida a
través de su palabra. Es la vida misma lo que escurre entre estas páginas, tan
increíble que se tiene la certeza de que es cierta.
A los escritores siempre nos pregunta para quién
escribimos y la mayoría de nosotros contestamos siempre la trillada “para
nosotros mismo”; pero queda claro que Ignacio Trajo Fuentes escribe para sus
amigos, lo constatan las dedicatorias, a veces dobles que tienen casi todas las
historias de “Tu párvula boca”. Se sabe un irremediable contador de historias y
hace que sus amigos lo quieran por ello. Lo que Nacho no sabe es que quienes lo
leemos inexorablemente terminamos por sentirlo un amigo. Sin lugar a dudas esta
segunda edición de “Tu párvula boca”, realizada por Editorial Ficticia y
apoyada por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, es una
nueva oportunidad de caminar por el filo de la narrativa de Ignacio Trejo
Fuentes, de reencontrar a uno de nuestros escritores más brillantes (y no hablo
sólo como hidalguense, sino como mexicano) y saber que el mejor lugar en el que
se recrea la ficción es la realidad. ¡Salve Nacho!
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