Emiliano Páramo
El Valle del Mezquital es el gran desconocido de la cultura de
Hidalgo. A pesar de que geográficamente, esta región comienza a menos de
20 minutos en auto, desde el centro de Pachuca, poco o nada se sabe de
su vida cotidiana, sus realidades, sus culturas, sus logros y sus
verdaderos desafíos.
La literatura y los medios, se han encargado
mayoritariamente de denotar las carencias y los retos del Valle, pero
también existe testimonio de sus alegrías y celebraciones; en el Valle,
la vida misma es un ritual donde conviven la esperanza y las raíces.
Cierto, hay casos como el de “La nube estéril” de Antonio Rodríguez que,
a pesar de los más de 60 años que han pasado de su primera publicación,
tiene una vigencia irrenunciable desde el crudo escenario de las
carencias e injusticias que signa para esta tierra nuestra de cada día.
También, desde lo agreste del paisaje y la seca, muchos de los poetas y
narradores de acá, no hacen sino escribir de lo que Juan Galván afirma:
Quien intente relatar de esto su peso y su memoria, debe ser alguien
capaz de extraer de las canículas y de la sed lo que entendemos como la
sabiduría de la tierra incorporada a la piel, a la mirada, para hacerla
voz, letra escrita que huele a leña de mezquite, a huella de surco
asaltada de pronto por una modernidad que se incorpora, dolorosa, al
devenir de un territorio que es cada vez más en el olvido, cada vez más
mito; es decir, una epopeya de sobrevivencia.
Confesamos y
reconocemos ese olvido, pero también celebramos la palabra de los
nuestros que, entre la canícula y la incuria, canta y aguanta.
La
literatura que se hace en esa tierra y su tradición oral, están
íntimamente comprometidas con su día a día; vienen del lugar de su
ombligo más viejo, y dialogan con el presente, donde la
endoculturización los pone de cara a los espejos y las ventanas de una
modernidad asaltada por la migración, los rostros nuevos de la pobreza
(que muchas veces ya no es “asunto de centavos”), el dinero que mandan
los “norteños” y las cosas que consigue (sus fortalezas y debilidades
ante el fenómeno de las remesas), la rabia acumulada, el hartazgo y más
abandono aún, en estos pueblos donde les tocó nacer, y donde a pesar de
todo, siguen asomándose las raíces y las alas de este nuestro “pueblo en
vilo”.
Creo que el deber de los gestores culturales y las
autoridades de nuestra entidad, debería ser el de honrar el esfuerzo
comunitario de los pobladores del Valle, por mantener su palabra al
vuelo y por resistir.
Y sobre todo para que conste, la obra literaria representativa del valle del Mezquital:
A
mi juicio, y también al de muchos otros, dentro de lo producido en el
Valle, estas son las obras que no sólo representan esta tierra desde los
temas que aborda, sino que también encarnan lo más granado de las
letras de esta región del Estado de Hidalgo:
Poesía – Canto al Valle del Mezquital – Alberto Avilés Cortez (Poxindeje, San Salvador, Hgo.)
Ensayo – Los otomíes del Valle del Mezquital – Raúl Guerrero G. (Alfajayucan, Hgo.)
Narrativa
– La nube estéril – Antonio Rodríguez (El maestro Rodríguez es
originario de Portugal, pero su obra, publicada hace 57 años, sigue
siendo leída y atesorada, entre otras cosas por la gran vigencia de la
historia que relata, al interior de la realidad social e histórica del
Valle del Mezquital).
Narrativa – De biznagas y otros nombres – Juan Galván Paulín (Vecino de Ixmiquilpan, Hgo.)
Dramaturgia – No existen textos sólidos y representativos en este género (en y sobre el Valle).
Canción
popular – La obra de Consuelo Paulín Rodríguez (Guía y traductora de
Antonio Rodríguez en el Valle del Mezquital) compositora de las
canciones más populares y emblemáticas de la cultura Hñähñü como: El
perro pastor, La Comadrita, La Pastorcita, etc. (Capula, Hgo.)
Ojalá
los afanes culturales de estos días nos permita revisitarnos, voltear
los ojos y el corazón a lo profundo de nuestras raíces y nos haga mirar
hacia afuera, pero “haciendo tierra” en el sitio donde nos “enterraron
el ombligo”. Y ojalá que todo esto llegue a los fuereños, a la gente que
nos desconoce, a los extraños; a aquellos para los que el Valle no les
representa más que miseria, aridez y balnearios de aguas termales.
Porque el Valle, dentro de su encierro involuntario, tiene una riqueza
de la que también queremos hablar; cierto, eso decimos todos de nuestra
“matria”, pero hoy, sé bien que los mezquitalenses hoy día queremos
aportar un pequeño filo desde el que cale la historia y las costumbres
de un pueblo que se alimenta de flores mientras canta y hace poesía de
lo suyo y lo del mundo.
Jamädi…
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