El viernes pasado la poeta y escritora canadiense Margarte Atwood recibió en España de manos del Príncipe Felipe de Borbón el Premio Príncipe de Asturias a las Letras 2008. Como una de las oradoras en la entrega de los galardones inició ayer sus palabras, en lengua inglesa, con un recuerdo a Leopoldo Alas, a través del cual dijo conocer Oviedo, y otro a su reciente viaje a Argentina donde fue recibida con un respeto «casi reverencial» por ser premio «Príncipe». La autora de «El cuento de la criada» también contó un chiste para explicar cómo es la gente de su país, a quien muchas veces se confunde con Estados Unidos. Al parecer, en el camino al cielo hay dos flechas. En una de ellas se lee «cielo» y en la otra «mesa redonda sobre el cielo». Todos los canadienses siguen la dirección de la segunda. Atwood defendió el arte como un arma poderosa contra el que no puede luchar ningún gobierno porque «la creación artística es un síntoma de nuestra humanidad: todo ser humano es intrínsecamente creativo, como también demuestran niñas y niños». En su opinión, la función del arte es «mostrarnos la totalidad del ser humano en sus muchas variantes». Habló de crisis económica, pero considera que no se trata sólo de un problema financiero, también es climático. «Mucha gente teme el futuro, un futuro que casi con total seguridad traerá escasez de alimentos, suministros cada vez más menguados de energías fósiles y más pobreza e inestabilidad social». Ante este panorama, la escritora canadiense cree que la respuesta debe ser humana, es decir, aportando inventiva y valor, flexibilidad de pensamiento y generosidad. «Una sociedad rica en artes también es rica en cualidades». Los economistas, dijo, no pueden poner precio a esto. «Es preciso que nos reimaginemos a nosotros mismos. Y no sólo a nosotros mismos, sino nuestra relación con el planeta que nos sostiene».
Abajo un poema de una de las más importantes escritoras contemporáneas.
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