Nos sacude del anquilosamiento pandémico la noticia del decreto
presidencial que esta semana dio por terminados los fideicomisos en el gobierno
federal. En el ámbito cultural esta decisión el ejecutivo afecta directamente,
y para empezar, los fideicomisos que sostienen la operación del FONCA, del FOPROCINE
y de San Idelfonso. Sin duda, los tres rudimentos de promoción cultural han
tenido sus pros y sus contras, y granjean una numerosa cantidad tanto de
detractores como de miembros de la comunidad artística que apoyan su
conservación.
Sin meternos en el brete administrativo-jurídico que
implicará mantener estas herramientas de la Secretaría de Cultura federal por
sobre la extinción presidencial de los fideicomisos (los cuales también afectan
al sector deportivo y científico), vuelve a ponerse sobre la mesa el debate de
si deben o no desaparecer, sobre todo el Fondo Nacional para la Cultura y las
Artes, mejor conocido como el FONCA, que ha sido objeto de análisis y critica
desde el inicio de la cuarta transformación.
El Fondo ha tenido ya tres directores en lo que va del
sexenio (el gran Mario Belletin que despertó gran entusiasmo y esperanza de
cambio, María Nuñez Bespalova y Adriana Konzevik, quien por cierto llegó a la
dirección sin aspavientos por una silenciosa puerta trasera), lo que hace
suponer que la papa caliente nadie puede o nadie quiere tenerla en las manos.
Sin duda, el mecanismo de mecenazgo artístico en México ha
dado sus frutos. Tras 31 años de existencia el FONCA ha impulsado una pléyade
de creadores que han trazado el rumbo del arte en México, pero también, ha
fomentado la actividad de artistas mediocres cuyo paso por la cultura no solo
ha sido dañina, lamentable y, en el mejor de los casos, imperceptible.
En estos días, las huestes a favor y en contra de su
conservación esgrimen sus argumentos después de haber salido de la feria; por
un lado los creadores beneficiados durante años y años por el Fondo abogan por
su conservación y levantan la sospecha de que intentan conservar sus
privilegios lo más que se pueda; por otro lado los detractores están conformado
por aquellos creadores que, tras intentarlo numerosas veces, no han sido
beneficiados por esta falsa panacea del arte en México, alegando que el Fondo
se ha burocratizado en exceso y ha facilitado, por decirlo menos, el
establecimiento de cofradías y mafias alrededor de su operación, denigrando la
transparencia de sus procesos, comprometiendo gravemente el objetivo de su
creación.
Sin embargo, desde el inicio de la 4T, el ánimo de la
comunidad cultural (exacerbado por la creencia de que un gobierno emanado de la
izquierda privilegiaría el sector no solo por hacer encontrado en él una sólida
base de apoyo sino porque el arte es, incuestionablemente, un mecanismo de
transformación, ¡oh, que ilusos fuimos!) se enfiló a la revisión y ajuste de
los procesos de selección del Fondo con el fin de romper las inercias que han
propiciado favoritismos y compadrazgos, impulsando su modernización y
asegurando la diversidad y equidad en la aplicación final de sus apoyos (el 70%
de sus apoyos se concentran en Ciudad de México, Estado de México, Jalisco y
mexicanos en el extranjero, por ejemplo).
Mientras países como Alemania ha determinado impulsar el
arte y la cultura en estos momentos de aislamiento a través de un fondo de
emergencia (con 120 millones de euros) para que los artistas aporten su
creatividad para afrontar los retos sociales que ha provocado la pandemia, en
México determinamos su desaparición por decreto.
Estamos ante la oportunidad de reorganizar el sistema de
“creación por incentivo”, el cual se ha transformado más en un modus vivendi
que en un verdadero espoloneo al espíritu artístico propositivo y
transformador, deteriorándose en un intercambio de migajas a cambio de insulsos
resultados de una lista de nombres que año con año se repiten. Sin duda, el
FONCA debe quedarse siempre y cuando su restructuración garantice nuevos
alcances y beneficie verdaderamente a la cultura mexicana del siglo XXI. Si se
queda igual que como estaba, mejor que no se quede.
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