Foto: Malvestida,com
El título de hoy proviene de aquella lastimera pero pegajosa
canción compuesta e interpretada por el músico italiano Zucchero, mitad Bob
Dylan mitad Joe Cocker, y que se convirtió en una oda noventera para los
despechados perpetuos (muchos lo éramos); su versión más famosa es una a dueto
con el meloso cantante norteamericano Paul Young (terror de los diabéticos);
incluso tienen una versión a dueto con fabuloso Sting (¡ver para creer!). Y
miren que a mí, la canción me gusta.
Como sea, el título es un pretexto idóneo para reflexionar
sobre lo que va a ocurrir el próximo lunes 9 de marzo. Nótese que no digo “lo
que podría ocurrir”, dejando el futuro al caprichoso azar, sino la sentencia
precisa de “lo que va a ocurrir”, porque algo serio va a ocurrir.
No se lea esto con un tono catastrofista, por el contrario,
debemos observar detenidamente los hechos que ocurrirán el próximo lunes como
testigos de una poderosa, tal vez la más poderosa de la formas de protestar de
la que han echado mano las mujeres mexicanas en toda nuestra historia: su
ausencia.
Parafraseando a Cortazar, “hay ausencias que son todo un
triunfo” y las ausencias del próximo lunes lo son ya de antemano, al menos las
de aquellas mujeres que desde ya están dispuestas a sumarse a este día en que
sustraerán su presencia de la vida cotidiana. Otras, en cambio, han expresado
su disentimiento a la propuesta y dudan o han negado ya su anexión (qué palabra
tan fea) a la “huelga femenina”; están en todo su derecho y eso debe ser
respetado tanto como el deseo de ausentarse.
Sin embargo, lo que ocurrirá el lunes es de tal envergadura
como el movimiento de la No Violencia de Gandhi en el siglo pasado y que
inspirara a lo lardo de él a tantos otros como Martín Luther King. Es
importante aclarar que las mujeres no están en una “desobediencia civil
pacífica”, sino que su decisión de retrasarse de la vida nacional es una
Protesta en Voz Alta que nadie debe minimizar, tergiversar o combatir, mucho
menos un gobierno “progresista” como el que se presume en el poder de este
país.
La ausencia femenina será un hito en la historia de las
revoluciones de México, porque eso es precisamente lo que está sucediendo; el
entorno hostil y violento en el que todas, o casi todas, las mujeres mexicanas
(y de muchas otras partes del mundo, hay que decirlo) viven requiere de una
transformación, de una re-evolución, que permita entender los nuevos roles que
en la sociedad del siglo XXI debemos jugar mujeres y hombres. El nuevo
feminismo y la nueva masculinidad son retos que debemos encarar los susodichos,
sin miramientos, sin rencores, sin reproches, pues entre más tardemos en
restablecer el respeto y la fraternidad como puentes inequívocos para la convivencia,
será mucho más dolores para todos.
El lunes próximo hay que poner faltas a las alumnas que se
ausenten (como propuso el maestro queretano), que los pendientes de las
compañeras de trabajo se acumulen, que las decisiones no puedan ser tomadas,
que no haya instrucciones que seguir, que los oficios se amontonen, que las
llamadas no sean atendidas, que las juntas no puedan llevarse a cabo por falta
quórum, que los medios de comunicación tengan que buscar con qué llenar los
espacios de las conductoras, locutoras, productoras, que no asistan; que en las
fábricas la producción tenga que reducirse a la mitad ese día.
No debemos, bajo ninguna circunstancia, caer en la tentación
de hacer parecer que no pasa nada si no hay mujeres, no debemos ocultar que su
presencia no es necesaria, que podemos llevar la vida sin ellas; por el
contrario, debemos impulsar que el objetivo se cumpla: este país no podrá
funcionar el lunes 9 de marzo porque las mujeres mexicanas están hartas de
tener miedo, de no poder denunciar cuando son violentadas porque cuanto lo
hacen vuelven a serlo con la estigmatización, hartas de no poder estar seguras
ni en casa, ni en la calle, ni en el trabajo. Hartas. De tantas cosas.
Estamos ante un hecho que cambiará el rumbo social de nuestro
país. Incluso, pienso, que podría mostrar una vereda oculta hasta ahora, por
donde podamos al fin vislumbrar sororidad. Porque esa vereda existe, estoy
seguro. Zucchero empieza cantando: “I’m gona change de world”.