Hace algunas semanas se
anunciaron los Premios Estatales de Cultura 2018. Esta iniciativa de Secretaría
de Cultura de Hidalgo arrancó el año pasado y fue muy bien recibida por el
gremio artístico y cultural, pues siempre resulta un aliciente la posibilidad
de encontrar el nombre propio en la lista de ganadores. En seis categorías que
llevan el nombre de seis de los más importantes creadores, promotores
culturales e investigadores que ha dado Hidalgo, se procura reconocer diversos
campos del quehacer cultural.
Este año los ganadores
fueron: el guitarrista Martín Candelaria con el premio al Mérito Artístico, Ma.
Teresa Rodríguez; Jacinto Cruz Huerta con el premio Promoción de las Lenguas
Originales, Idelfonso Maya; Aurora Ramírez en la categoría de Artes y
Tradiciones Populares de Hidalgo, Francisco R. Luna Tavera; el fotógrafo Heladio
Vera en la categoría de Investigación del Patrimonio Histórico y Artístico,
Elisa Vargas Lugo; y dos escritores, amigos cercanos: Feliz Castillo García, el
“Gato Seco” con el premio a la Trayectoria Literaria, Margarita Michelena; y el
tepejano Octavio Jiménez con el premio Promoción y Difusión de la Cultura
Popular, Raúl Guerrero Guerrero. Hoy quiero trazar un acercamiento a estos dos últimos
personajes de nuestras letras.
Octavio
Jiménez el Macehual
Octavio es uno de los
protagonistas de la cultura de Tepejì del Río. Impulsado por su amigo y maestro
José Antonio Zambrano. Desde muy joven se involucró en talleres literarios, por
un lado, y por el otro, en la participación diligente en las actividades de la
iglesia local con advocación a San Francisco de Asís. En algún momento de su
búsqueda como creador, estas dos tareas coincidieron dando paso a su primera
publicación: "Entre Peñascos, Costumbres, Tradiciones y Patrimonio
Cultural de Tepeji de Río", libro donde muestra sin pudor el amor que
siente por su terruño, su patria chica.
El empeño de este
“hermano Macehual” se enfiló hacia la literatura como resultado natural a sus
procesos tallerísticos con Zambrano, dando como resultado tres libros
fundamentales para entender el desarrollo de las letras hidalguenses en los
principios del siglo XXI: la colección de cuentos “Cofradía de pájaros
muertos”, el poemario “Cuervos del alma” y la antología “Ecos del Tiempo”, este
último de gran resonancia a nivel regional. Además de colaborar estrechamente
con Zambrano para sostener (por más de 25 años ininterrumpidos) el Ciclo
Literario de Tepeji del Rio como una de las actividades culturales más antiguas
de nuestro estado.
Octavio es un escritor
comprometido con sus letras, con la difusión del trabajo de otros escritores,
pero sobre todo con la promoción de las tradiciones y cultura de su pueblo, lo
que lo hace un acreedor natural e indiscutible de este premio que reconoce esa
entrega.
El
Gato Seco
El caso de Félix Castillo
en la literatura pachuqueña es más que peculiar. Minero desde muy joven, obtuvo
su apodo por su escuálida complexión poco prometedora para el trabajo rudo de
la extracción del mineral. Sin embargo, esos años bajo tierra alimentaron su
memoria con un sinfín de historias que fue atesorando sin un fin específico. Al
cabo de un tiempo, los primeros rastros de silicosis y una oportunidad laboral
diferente lo extrajeron de las entrañas de Pachuca para depositarlo en las
cabinas radiofónicas, donde fue dando forma, gracias a lo escuchado, visto y
vivido en la mina, a una serie que duró muchos años al aire titulada “Leyendas
Hidalguenses”. Pero, su deseo de preservar esa oralidad de los barrios altos de
la capital hidalguense, lo llevo a conformar un libro titulado “Personajes de
barrio”, logrando que en sus páginas el lector percibiera las costumbres, la
forma de hablar, de comportarse, las peripecias, las desventuras, las anécdotas
de los pobladores de las faldas de los cerros que forman el estrecho donde se
fundó esta ciudad.
Se volvió un depositario
de una literatura que, de otra manera, solo podría sobrevivir de boca a oído,
con el altísimo riesgo de desaparecer. Este reconocimiento se había tardado en caer
en sus manos.
Felicidades a ambos.
Tengo el orgullo de conocerlos y haber compartido proyectos culturales con
ambos. Se les admira.
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