Todos tenemos nuestro “2
de octubre”. Aquellos que lo vieron acontecer lo conservan de manera vívida a
pesar del tiempo transcurrido. Los que aún no nacíamos lo tenemos indeleble a
través de las historias, las que nos contaron, las que hemos leído; todas
imposibles de olvidar.
Ilustración: Enrique Garnica.
“No olvidar” es la
consigna de aque los libros que surgieron después de 1968. Más que el ejercicio
literario del testimonio, de la crónica, incluso de la ficción, fueron
estandartes que anunciaban a los cuatro vientos lo que nunca debería de ser
olvidado. Aquí algunos que siguen ondeando con ímpetu entre los nuevos
lectores:
Los
días y los años
El admirado Rodolfo Palma
Rojo me recordó este libro. Se trata de la primera novela de Luís González de
Alba, la cual va más allá del testimonio sobre el movimiento estudiantil, para
convertirse en una especie de diario de campaña que da cuenta de la
movilización ciudadana a lo largo de un país cansado, ya desde entonces, del tácito
estado de sitio en que se encontraba. Desde la mirada de un estudiante y
miembro del consejo nacional de huelga, se trasluce la visión colectiva, la
carga moral, filosófica y política de un enfrentamiento generacional entre la
libertad y la opresión. Un análisis desde las entrañas del movimiento del que
el lector no puede salir indemne.
Los
símbolos transparentes
Un hidalguense que fue testigo
de la masacre del 2 de octubre. Gonzalo Martré era director de la preparatoria número
uno de la UNAM en 1968 y estaba presente en la plaza aquella tarde sangrienta. Este
libro narra el momento preciso y traza una perspectiva del movimiento, desde
las motivaciones de los estudiantes hasta la indiferencia persistente del
gobierno. Ganador de un concurso que aseguraba su pronta publicación, durante décadas
pesó sobre el libro la censura por atreverse a nombrar a los protagonistas por
su nombre. Mención aparte merece la descripción cruda y detallada de los métodos
de tortura que llevaron a muchos de los detenidos a la desaparición; a los
sobrevivientes a la guerrilla o a las replicas rebeldes como la del jueves de
corpus de 1971. Alfaguara publicó hace no mucho la “versión definitiva” de un
libro definitivo desde su concepción.
68
Don Paco Ignacio Taibo padre,
contaba que había decidió sacar del país a Paco II unos días antes del fatídico
2 de octubre. Sin dotes de clarividencia, el Gato Culto conocía de los alcances
de la represión, los había vivido en carne propia. Es entonces que la visión de Taibo segundo
tiene el tamiz de la distancia, pero no de la lejanía con los principios y fundamentos
de los estudiantes, sus pares. 40 años después, Paco Ignacio da respuesta a las
preguntas formuladas ente las balas y los cuerpos inertes, releyendo sus notas
de ese tiempo y reflexionando con la serenidad del ahora. En estas páginas
vemos a un autor convencido de que olvidar de dónde venimos sería imperdonable
y de que, como decía el Che, “sólo la verdad es revolucionaria y lo demás es de
mentiras”. Un libro imprescindible para entenderlos acontecimientos de hace 50
años.
La
plaza
Aparecida apenas tres
años después del 68, Luis Spota expuso sin censura, imparcialmente y desde un
punto de vista critico a los protagonistas del movimiento que estremeció desde
sus cimientos a la sociedad mexicana. Narrado con la gran lucidez que le
caracterizaba, este libro tomó como materia prima lo conocido por todos, para
transformarlo en el retrato desgarrador de un país convulso. Vitupereado por
propios y extraños, la publicación de esta obra la valió a Spota la expulsión
del cerrado y elitista círculo (¿de entonces?) de la literatura mexicana, de la
cual la historia le reivindicó convirtiéndolo en un clásico. Este libro me lo
recuerda mi queridísimo colega Cesar Fernando Montes, gracias amigo.
Puerilmente creí que este
recuento sería corto, pero me quedan en el tintero otros tantos títulos dignos
de mencionar. Lo dejaremos para la próxima semana si el lector no tiene
inconveniente. Mientras tanto, si usted se acuerda de otro libro sobre el
movimiento estudiantil de 1968, sabe donde encontrarme. Hasta la próxima.
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