El próximo 26 de
abril se cumplirán treinta años del peor accidente tecnológico de la historia
de la humanidad: el accidente nuclear de Chernóbil. En los primeros minutos de
aquel sábado de abril de 1986, el reactor número cuatro voló por aires cuando
el ensayo de un nuevo sistema de seguridad provocó una reacción en cadena. A
partir de aquel momento fueron arrojadas a la atmosfera una cantidad
incalculable de partículas radioactivas que no solamente contaminaron los
territorios cercanos a la Central, sino que viajaron en una nube radioactiva
sobre Europa, los primeros días y se calcula que por cada rincón del planeta en
los siguientes años.
El impacto sobre
la población asentada al sur de Ucrania (lugar en la que se ubica Chernóbil) y
al norte de Bielorrusia, resultaron altamente afectadas por la radioactividad
que cayó sobre sus pueblos, sus sembradíos, sus bosques, sus ríos. El impacto
que tuvo el accidente ha generado una gran cantidad de documentales, análisis
periodísticos y ensayos; “Voces de Chernóbil / Crónica del futuro” es tal vez
el testimonio más crudo y profundo de todos ellos. Su autora, la periodista
bielorrusa Svetlana Alexiévich, comenzó a darle forma al contemplar, una década
después del accidente, el impacto que la radiación había tenido en la población
de su país no solo físicamente, también espiritual, ideológica y hasta
filosóficamente. Y es que por irónico que parezca, aunque Chernóbil no está en
Bielorrusia, fue en esa entonces república soviética donde fue vertido el
setenta por ciento del veneno radioactivo.
Alexiévich
comenzó a realizar entonces una serie de entrevistas, lo mismo a habitantes de
las zonas contaminadas, viudas de los héroes que murieron combatiendo los
residuos radioactivos, los soldados que vigilaron las evacuaciones y
controlaron el acceso a las zonas de exclusión, científicos que investigaron el
accidente y sus consecuencias, artistas, escritores, médicos: todos convertidos
en mujeres y hombres de Chernóbil.
Tras una nota
histórica para contextualizar al lector menos avezado, una primera historia de
amor interrumpida por la radioactividad de accidente y una auto entrevista de
la propia Svetlana, el libro se estructura en tres capítulos: “La tierra de los
muertos”, “La corona de la creación” y “La admiración de la tristeza”; cada uno
establecido como una tragedia griega donde a partir de monólogos los personajes
(en este caso, no ficticios) describen de viva voz su dolor y su angustia, sus
recuerdos y sus esperanzas, de vez en vez un coro irrumpe en la lectura para
mostrar que el dolor y la confusión se convirtieron rápidamente en un legado
colectivo que transformó la personalidad y el devenir de todo un pueblo.
Mujeres, hombres, niños, ancianos, se transforman en voces que narran lo
ocurrido como para quien busca respuestas en el futuro, como quien sabe que el
pasado ha determinado nuestro destino sin consultarnos.
En más de una
ocasión, durante la lectura de “Voces de Chernóbil…” uno debe detenerse, para
reflexionar en el mejor de los casos, para llorar en el más honesto de ellos.
La desgracia humana que describe se ha convertido en una vergonzosa enseñanza
para la raza humana y su “poderío” de creación. Hasta el día de hoy, casi
treinta años después, las causas son conocidas, las consecuencias no; Chernóbil
es aún un muerto que respira, un enemigo indescifrable. Lo más
parecido a la eternidad.
No es extraño que
el libro tenga en sus extremos —al principio y al final— historias narradas por
esposas de hombres que murieron por consecuencia de Chernóbil (uno de los
primeros bomberos en llegar al lugar a apagar el incendio inicial provocado por
la explosión y el otro, un “liquidador””, nombre asignado a los hombres
enviados a “liquidar” el accidente y que recibieron dosis letales de radiación);
porque a pesar de todo el reclamo, el miedo, el terror que contiene, es un
libro que habla de amor.
Este libro forma
parte de una breve, pero contundente obra que la Academia Sueca premió con el
Nobel de Literatura en el 2015, confirmando en la persona de Svetlana
Alexiévich que el periodismo, ejercido con pasión, se transforma en un
verdadero y hermoso género literario.
Antes de terminar
lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el
próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono,
literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de
frecuencia modulada. Hasta entonces.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario