Platón dijo una
vez, “En todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso”. Es
tal vez por ello que llama tanto la atención, de propios y extraños, el
comienzo de las cosas; pero no en el momento en que se suceden, sino después
cuando a lo lejos de un tiempo transcurrido, se miran y se descubre, con cierta
sorpresa, que fueron el inicio de algo grande.
Sospecho que esa
ansiedad se guarecía en el alma y el corazón de los lectores hispanohablantes
del escritor Haruki Murakami. Tras varios años de leerle intensamente -muchos
de ellos empezaron con seguridad por la novela “Tokio Blues”-, y cuando
Murakami se convirtió en el novelista japonés más leído fuera de Japón y uno de
los autores más leídos de nuestro tiempo, en su bibliografía saltaron a la
vista dos libros, los primeros, que no habían sido traducidos al español. Se
trataba de las novelas: “Escucha la canción del viento” y “Pinball 1973”.
Ambas, escritas en la mesa de la cocina durante las madrugadas que el autor
pasaba tras cerrar el bar “jazzero” que regenteaba a finales de los años 70,
fueron publicadas en español recientemente durante el 2015.
El mismo Murakami
había olvidado (un acto fallido, acaso) la existencia de ambos libros y, cuando
al fin se acordó de ellos, no había puesto mucho interés para que fueran
traducidas. Ese olvido inicial y la negativa posterior radicaban en que el
autor no las consideraba el inicio de su carrera novelística; Murakami confiesa
en la nota introductoria que consideraba que ambos libros pertenecían más al
estilo de la noveletta y determinó como su verdadero inicio novelístico a “La
casa del carnero salvaje”, su tercer libro aparecido en 1982.
“Escucha la
canción del viento” fue escrita tras el impulso de una revelación deslumbrante
que Murakamí recibió tirado en el césped mientras miraba un partido de béisbol,
pesó “Voy a escribir una novela”. Se trata de una opera prima cargada de ese ímpetu de quien descubre una manera de
hacer algo con la que se siente cómodo y hasta inspirado, y lo utiliza para
expresar lo que no ha podido expresar de otra manera. Narra la historia de un
par de jóvenes que pasan el verano entre piscinas, recuerdos de amores no muy
lejano y las noches entretenida en el Jay’s bar, antes de volver, uno de ellos,
el narrador de la historia (un chico sin nombre de 21 años), al curso normal de
la universidad en una ciudad lejana. Por su parte el otro, apodado el Rata, es
un joven desenfadado de la vida dado el acomodado estatus económico de su padre
y que de un momento a otro se convierte en un ávido lector, imprimiéndole al
personaje un carácter filosófico sumamente entretenido. Entre los dos personajes,
se establece sin pretensiones una amistad sólida y honesta, en la que el autor
puede explorar por primera vez los que pueden ser considerados sus temas
fundamentales: el fin de la juventud y la libertad, la férrea determinación de
preservar los sueños y los anhelos sobre la vida, el doloroso proceso de
madurar (en el peor sentido de la palabra; ya lo decía Virulo: “Madurar es el
estado inmediato a podrirse”).
El cuadro lo
completa una chica que sólo tiene cuatro dedos en una mano y un escritor
ficticio que sirve como hilo melódico en una narrativa sumamente poética y
sonora, con descripciones melancólicas de los paisajes veraniegos, una
espléndida descripción de lo que pasa en una cabina de radio mientras el
locutor entra y sale del aire, y por supuesto las ya acostumbradas referencias
musicales de Murakami que, en este primer caso, están dedicadas enteramente al
jazz. Al terminar esta novela, Murakami la envío al concurso de escritores
nóveles de la revista Gúnzo, el cual ganó, lo que le permitió mostrar su
habilidad para construir historias entrañables y arrancar con su carrera
literaria.
No tan afortunado
es el caso de “Pinball 1973”, pensada por Murakami como una continuación de
“Escucha…”. Tal vez ahí radica su aparente falta de solides y su permanente
parsimonia recalcitrante. Dos de los personajes del primer libro, el Rata y el
barman chino que atiende el “Jay’s Bar”, reaparecen tres años después, pero en
un ambiente distinto, en el cual el desencanto por lo establecido es permanente
y el deseo de transformación parece una cima inalcanzable. El narrador de esta
historia, un joven que cruza la mitad de sus veintes, también sin nombre, vive
en Tokio y trabaja como traductor, pero pasa sus tiempos libres embelesado con
una máquina de pinball.
Lo más rescatable
de “Pinball 1973”, es precisamente la descripción de estas máquinas de juego en
las que las luces, los sonidos y la coordinación motora son fundamentales para
pasar un tiempo de diversión y embelesamiento, así como las escenas dibujadas
alrededor de ellas; la manera en que el protagonista las percibe podría ser
comparada con una de las historias de amor más profundas de la literatura
moderna.
Sin embargo, hay
que decir que estos dos libros iniciaron el mito en que se ha convertido
Murakami, iniciaron el culto a la obra de un hombre que releja en sus libros
las preocupaciones más instintivas de los seres humanos y las narra con una fluidez
cercana al sonido de la flauta de un encantador de serpientes. “Escucha la
canción del tiento y Pinball 1973”, la primera mejor que la segunda, pero ambas
novelas, significan el inicio de una de las carreras literarias más sólidas de
la actualidad literaria.
Antes de terminar
lo invito a compartir juntos más recomendaciones literarias, acompáñeme el
próximo sábado en punto de las 18:30 horas en el programa de radio “Bibliófono,
literatura para escuchar”, que se trasmite por Bella Airosa Radio, 98.1 de
frecuencia modulada. Hasta entonces.
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