tú escribes poemas distantes / sobre las líneas
del confín, / bendice el horizonte / de tu lejanía.
Los libros tienen
vida propia. Y aun cuando la afirmación pueda parecer exagerada, es cierta. La
vida de cada libro comienza mucho antes de su existencia como tal, desde que el
autor lo conceptualiza y lo va desmarañando de su mente y enmarañándolo en su imaginación;
su vida conceptual termina cuando al fin, tarde que temprano, su autor comienza
a construirlo con palabras sobre el papel. Es en todo ese proceso en que el
libro le pertenece enteramente al escritor, es todavía suyo, incluso, cuando al
terminarlo, recorra el sinuoso y largo camino para su edición. A partir de ahí,
de su publicación por ende de su
existencia plena como libro, tendrá una vida propia y compartida ya con los
lectores y no más con su autor.
La vida de
“Cuaderno para estudiar el viaje” ha sido larga. Este libro existe desde mucho
antes de que Ramsés Salanueva lo concibiera; estaba latente en lo más profundo
de su esencia poética y al mismo tiempo atado inexorablemente a su destino.
Escuche de él cuando Salanueva volvió del viaje donde comenzó a escribirlo,
durante los convulsos devenires que fueron construyendo los poemas que lo
complementaron y me alegra muchísimo encontrármelo ahora, por sí solo,
habitando las estanterías y las miradas de los lectores, particularmente como
semoviente de mi lectura, la cual sembró en mí el privilegio de no poder
guardar silencio frente a él.
“Cuaderno para
estudiar el viaje” (opera prima del vate) se construye del viaje, no de “un”
viaje cualquiera, sino de “el” viaje,
emprendido por el poeta para conocer a la descendencia de su paisano (de
terruño y de oficio) Efrén Rebolledo. La relación Salanueva con Rebolledo es
añeja e íntima, más cercana que la que pudiera establecer cualquier otro
escritor en Hidalgo. Fue así que Ramsés puso su mirada en la península y su
capital Oslo, que junto con el continente, tan viejo como anhelado, se
convirtieron en el paisaje de una historia que Salanueva atesoraba en su
interior y que solo podía ser descubierta entre el hielo y las ciudades con
nombres impronunciables. El poeta, un hombre de desierto conquistando con su
palabra una parte congelada del mundo, descubre y describe a los encontrados y
los lugares que habitan, mostrándose a través de ellos, alcanzando entre versos
el objetivo de su procesión nórdica: fue para no crear evidencia del futuro, par
ano suponer siguiera, la fascinación de mi sombra, al verse creada por otra
luminiscencia.
El poemario,
editado con sencillez y elegancia por el CECULTAH, está dividido en cuatro
secciones: “I. Cuaderno para estudiar el viaje”; le da título al volumen y es
ahí donde encontramos los pormenores del viajero que se admira ante la
distancia, ante lo descubierto y ante lo aprendido, imprimiendo en sus versos
lo mismo ironía que belleza, negándose en todo momento a la liviandad del
turista, por el contrario, asumiendo siempre la sentencia del conquistador
conquistado:
pudimos cruzar sin brújulas / surcar por destino
o vacación / todo lo que estaba perdido desde antes.
“II Diáspora de
espinosos materiales”; la soledad, el pecado, la condena y la absolución son
los materiales con que el poeta reflexiona sobre la condición humana, la suya y
la que comparte con el resto del mundo, develando su lado más obscuro, es
decir, el más luminoso:
Hasta que solo quedó el polvo con que fueron
hechos los planetas y los hombres / y
fue revelado el logaritmo por el cual
las cosas son posibles a pesar de su existencia
“III. Comentarios
sobre el volátil descenso de Ícaro”; el poeta está convencido, como Robert
Graves, de que el primer verso lo dictan los dioses, y lo usa para crear su
propia mitología, abigarrada y reveladora, resultado de todos los héroes y las
musas que se han apoderado de él en las lecturas:
Un sigilo tiende urdimbres al vacío / para salvar
el grito de nuestra caída
“IV. Poemas para
la Monstrua”; alquimista de la palabra, Ramsés nos regala en el último apartado
poemas inconmensurables sobre el amor y sus consecuencias, disparando todos sus
versos cargados de un elegante pero franco erotismo, a un mismo objetivo, una
mujer cuyo nombre tiene prohibido revelar pero cuya pasión lo hunde en el más
obscuro de los abismos que es la poesía, haciéndonos testigos de ello:
Y que jamás te dije suficientes pájaros para
resarcir la aurora. / Me parece que todavía quedan evidencias de lo que te
predije.
Ramsés Salanueva
es un poeta fundamental, hermano mayor de la generación setentera de los escritores
hidalguenses, es heredero, natural y asumido, de la tradición literaria de
Efrén Rebolledo y ha logrado una voz poética, áspera y poderosa, propia y
determinante para convertirlo en un escritor por demás importante en la
literatura mexicana actual. Supo esperar con paciencia providencial el momento
justo para publicar y lo ha hecho con un libro cuya vida más allá de su autor
se antoja todavía más larga y fructífera.
Por todo esto y
más, es que resulta extraño (por decirlo menos), su ausencia en la programación
de la reciente XV Feria del Libro Infantil y Juvenil, siendo además un autor
publicado por el propio Consejo. Habremos de esperar, como él lo hizo, otra
oportunidad para escucharle escupir su crepúsculo.
mi verso fue / la primera señal del amanecer / mi
poesía es / un crepúsculo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario