Versa un viejo
dicho popular que “el que se queja, sus males aleja”. Y es que aun cando para
algunos la queja es inútil, en los últimos tiempos, donde todo lo que ocurre en
el mundo parece haber perdido la esencia, resulta un poco más que imposible no
levantar la voz para quejarse, para señalar lo que está mal, equivocado; no
callar ante lo que es inapropiadamente superficial. Resulta entonces que la
queja, bien sustentada y digamos, responsable, resulta ser un buen inicio para
la transformación y termina siendo una manera de analizar al mundo.
Este ejercicio
alcanza niveles sublimes en el libro “Peroratas” de Fernando Vallejo, escritor
de origen colombiano, nacionalidad a la que renunció para adoptar la mexicana
en 2007 y quien es considerado uno de los intelectuales más influyentes de los
últimos años. Sin embargo, sabedor de que tan importante es de donde se viene
como a donde se va, logró conciliar ambas denominaciones: “Pongamos que soy
colombiano y mexicano, porque soy de donde nací y de donde me voy a morir”.
Fernando Vallejo
es uno de los novelistas más importantes de la literatura contemporánea, autor
de algunos de las libros más representativos de la dantesca realidad que nos ha
tocado vivir a quienes hemos transbordado del siglo XX al XXI. Entre ellos
destacan dos: “El desbarrancadero” y “La Virgen de los sicarios”, retratos
hiperrealista de la Colombia actual, sumida en el caos de la sangre como único
resultado del laberinto de la droga y el dinero; ambos libros fueron incluidos
en la lista de los 100 libros latinoamericanos más importantes de los últimos
25 años.
Biólogo de
formación, es también cineasta, actividad que presidió a la literaria para
dejar cuatro películas en México, tres de tema colombiano las cuales él tenía
esperanzas de filmar en su tierra y una más que le reafirmó como un director
con oficio pero que lo escaldó para siempre del ambiente cinematográfico; aun
así llegó a ganar el Ariel a mejor Opera Prima en 1977. Años más tarde, no
podría resistir su vis fílmica y colaboraría en el guion de la versión
cinematográfica de “La Virgen de los Sicarios”.
Pero fue en la
literatura donde Fernando Vallejo encontró el remedio mejor para exorcizar sus
demonios: su infancia y juventud en un país que reconoció asesino desde que
tuvo conciencia, su autoexilio en México desde donde siguió alzando la voz ante
la injusticia y el abuso que sufrían sus “prójimos”, haciéndolo desde textos
que se acercan a las memorias, como en ficciones absolutas cargadas de absoluta
realidad, o en reclamos como éstos, donde la queja no es nada más un recurso,
es un arma, una herramienta.
“Peroratas” se
conforma de 32 textos, entre prólogos solicitados por otros autores,
conferencias, artículos, ponencias y presentaciones de libros o películas,
donde Vallejo aprovecha para determinar su ideario absoluto, su postura ante la
barbarie de la modernidad, ante lo que aparentemente no se puede cambiar.
Conviven entonces un puñado de ideas apasionadas sobre la literatura, el cine,
la violencia, la religión, el maltrato contra los animales. En cada idea, se
nota la férrea convicción de quien ama inequívocamente lo que cree, deseo de
que su queja sirva para despertar las conciencias, al menos pues despabilarlas
y que sean conscientes de que lo que se observa por el noticiero no es un filme
de terror, es la realidad.
Pero en ningún
momento el reclamo trae consigo amargura o rencor. Si bien sus señalamientos
pueden parecer exacerbados, son puntuales, no buscan la confrontación, más bien
vienen cargados de una esperanza de claridad. Resaltan sobre todos aquellos que
tienen que ver con su patria, con Colombia, en los que se nota su enojo y su
dolor, pero en los cuales no falta el humor y el desenfado que le imprime a
todo el libro.
Fascinan sobre
todo su amor por el espíritu del idioma, por la palabra y la literatura, su
admiración por ciertos autores y por el Quijote, su aversión por la
descomposición que hacemos del lenguaje, su manera de definir la novela, la
historia y la verdad (por ende la mentira): “El idioma no cabe en un
diccionario ni en un manual de gramática porque es escurridizo y burletero, y
cuando una cree que lo tiene e las anos se le fue”.
Crítica tanto su
raíz como su porvenir; hace una disección cuidadosamente irredenta del primer
párrafo de “Cien años de soledad” de García Márquez, al cual le da, como dirían
algunos de mis colegas escritores, “hasta para llevar”; pero también analiza el
papel del lector, el suyo, el de cualquier autor del cual dice: “es un polígamo
nato, hoy te lee a ti, mañana a otro”. Su amor por los animales, su odio ante
los que los maltratan, el mismo odio que muestra ante la multiplicación de la
especie humana, ante la religión, ante el mal uso de la semántica, ente el caos
del mundo: “En la confusión los linderos de las palabras se nos han borrado y
ya estamos en plena torre de Babel”.
Las peroratas de
Fernando Vallejo son un maravillosa oportunidad de entrar en el mundo de uno de
los novelistas más lúcidos y refinados del momento (como caminar en las
bambalinas de su novelas), inteligente e incisivo, convencido de que la mejor
manera de mirar el mundo, es analizarlo sin piedad; y es que como el mismo
Vallejo reflexiona en este libro: “(…) lo que cuenta es el pensamiento, ¿o no?”.
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