Emiliano Páramo
Hace unos días murió Juan Gelman. Todo lo que pueda decir hoy, sale sobrando. Eso publicó en su muro de Facebook, Benito Taibo. Jaime Sabines le escribió a su padre: Nunca frente a tu muerte nos paramos a pensar en la muerte, ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría...
¿Qué se hace frente a la muerte de los imprescindibles? Durante estas dos semanas de ausencia en esta columna, queridos amigos, intenté escribir una y mil veces algo que no sobrara sobre Juan Gelman, sin conseguirlo. Yo creí que había leído poesía, hasta que lo leí. Había estado ciego antes de leer: …lo que hacemos en nuestra vida privada es cosa nuestra/dijeron/las Seis Enfermeras Locas del Pickapoon Hospital de Carolina/mientras movían sus pechos con una dulzura tan parecida a Dios/¿y si Dios fuera una mujer? alguno dijo/¿y si Dios fuera las Seis Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno/¿y si Dios moviera los pechos dulcemente? dijo/¿y si Dios fuera una mujer?
Ante esta escapada espada de la boca de Dios, lo único que puedo es nombrar a Juan desde el relato del entierro de mi padre, que ojalá sirva para decirle que nos va a hacer falta:
Anocheció temprano
Anocheció temprano/el día que te enterramos, papá./Trajimos en una caja de cartón/papel picado y cal en polvo,/para ahuyentar la culpa/del lecho de tu encierro.
Te pusimos entre nardos y cuero pitiado,/la congoja que nos consagró/el descuido.
Llegamos en manojo a socavar la tierra:/imposible matriz,/capullo,/vientre combo/de una madre que no quería reconocerte.
Regamos con tequila y sal/la orilla de la fosa. /Tus mujeres hicieron cruces con saliva/en los postigos del tronco/que es ahora tu caja.
Qué muerte más hermosa,/si no fuera la tuya.
Por las heridas de bala te manaba sahumerio/y el tufo herrumbroso de los besos/que un día/recogiste entre maizales./Te vestimos de charro/y te arrojamos puños de tierra/con sangre arrodillada.
¿Qué brotará, Señor,/del tepetate, después de esta vigilia?/¿Quién habrá de llenar/las noches de este pueblo,/del susto de un caballo negro/que sigue el rastro de una mujer/en pos de tus espuelas?
¿Dónde voy a encontrar tus ojos,/hoy que la muerte/canceló los astros que habitan la negrura?
Nunca aprendí a tirar manganas, papá. /No montaré tu dosalbo/en una cala de domingo. /No cerraré los desfiles como tú:/sobre azabache y torbellino/de banderas. /Nunca cantaré como lo hacías.
Nada de lo que queda se te parece; /sólo subsiste soledumbre/y el rescoldo de los odios de San Dios, /que se ha empozado como a la incuria, /sobre este pueblo/donde nos crece soterrada/la andancia del olvido.
Han venido desde más allá/donde alcanza la mirada, /a comprobar que es cierto; /nadie lo hubiera creído, /de no ser porque enterraron sus dedos/donde te dieron bala.
Me seguirás haciendo falta, señor:/arca de alianza entre mi madre y tus pupilas, /torre de amor desbarrancado/entre palomas, /águila negra que desciende/sobre el origen de este nombre/que me puso mi madre intentado detenerte.
Soy yo, el hijo que le hiciste a María; /párate, /abre los ojos, /te llamo/desde el hondo dolor/que apuran los cuchillos. /Sacúdete; /di que no es verdad/el tizón herrumbroso de estas horas, /di que la noche vendrá cantando/desde tu boca, /di que son mentira/estos nardos que ahogan la esperanza, /dime/que sólo estás/durmiendo la mona y la tristeza.
Urge la noche, papá. /Traigo insaciable codicia/del fuego de la calle.
Pero proclaman que el odio ronda, /que a mí también me cercarán/antes que caiga esta luna; /pero si toca, /qué más da, que sea como al destino. /Que venga la muerte abierta de las zancas; /que sea, /pero si es, /que manos de mujer me maten.
Mi amigo Alus Jota publicó esa mañana: El día de por sí era triste y frío, ahora el frío se hace de lado pero la tristeza se acumula: recibo una de esas malas noticias que espero el año no traiga más. Murió Juan Gelman. La eternidad ya era suya y no tengo palabras para despedirle de buen modo. Hasta siempre, Juan, hermoso viaje. Gracias por toda la belleza.
Conozco a la muerte, la he visto trabajar y llamar a mi puerta, pero a pesar de los años, nunca podré entender la muerte de los necesarios. Sé que muchos a su muerte se vuelven eternos, pero yo soy egoísta y los reclamo de cuerpo y conciencia presentes. Lo voy a extrañar, igual que muchos pero sólo como yo. Dice Gelman en “Anclado en París”: Lo extraño mucho verdaderamente,/sus ojos se llenaban a veces de desierto/pero sabía callar como un hermano/cuando emocionado, emocionado,/yo le hablaba de Garlitos Gardel… Falta tango esta noche.
Jamädi…
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