lunes, 26 de noviembre de 2012

Por Lennon, y por Gustavo Russo que lo recordó…

Emiliano Paramo

Nací en una familia de cantores donde mi biografía auditiva gestó sus raíces entre las notas y las letras de José Alfredo Jiménez, Carlos Gardel, Álvaro Carrillo y Daniel Santos. Mi madre era cantante de boleros y tangos, y mi padre era un charro negro que cantaba muy bien las rancheras; así el soundtrack de mi infancia se regocijó entre mariachis y arrabal. Desde el arrullo sonoro de aquellos años, mis sentidos estaban listos para que mis inolvidables y gregarios tíos, me iniciaran en la magia de escuchar a otros que cuando las rodillas se me doblan y ocurre la tristeza, vienen desde la música a hacer que la esperanza suceda irremediable.

 
Una tarde del ’85, mi tío Paco llegó a casa con un disco nuevo, lo traía bajo el brazo como un tesoro robado; la verdad es que sí se lo había robado, y también era un tesoro. En el disco sonaba una canción en la voz de Alejandro Lora que decía: ella es un poema que el poeta nunca escribió… Y supe inmediatamente que El Tri decía la verdad, pues “ella”, sigue siendo un poema que no necesitó poeta, pero que con poesía me enseñó, como los dioses, a pecar. Y vinieron tantos más, antes y después de Lora. Mercedes Sosa apareció una tarde de Pachuca, cantando desde una vieja grabadora “Honrar la vida”, la canción de la caída de la dictadura, que años después sacaría lágrimas de aurora a una mujer de pelo rojo y sangre dublinesa, mientras reposaba sus pasos sobre mi pecho.

 
El Rey Lagarto puso en nuestra boca una súplica interminable: Ligth my fire… Y Janis Joplin sonó muchas veces envalentonando mis lágrimas, en la promesa de un amor interminable, al ritmo dulcemente doloroso de Cry Baby. Mick Jagger. Los Stones nos instruyeron que nadie podía venir a decirnos qué tan blancas deberían ser nuestras camisas. Dylan sembró la semilla desde donde se levanta luminosa esa respuesta que sigue ondeando en el viento de esta voz desde donde anochecemos.

 
Pero por encima de todas, la Voz de John Lennon se coló para hacerse vigente en todos los rincones y explanadas de nuestra existencia. Un día, Abel Pérez me contó que había saludado a John en la entrada del convento de Actopan. Otros me contaron que había bajado a Xoxafi, tratando de encontrarse. Alguien dijo que una señora que “curaba”, le dijo cómo llegar a María Sabina, y le mostró el camino entre sueños, pulque y flores. Todo esto lo conté en una lectura de poetas que hace años sucedió en el Valle. Ahí estaban, entre otros, los argentinos Fernando Gustavo Russo, Carlos Dariel, Gloria Arcuschin y Alberto Ramponelli. Hoy, preguntándome si es verdad que Lennon vino a nuestras tierras, les diré: “¿Importa?” Con estos años a cuestas y tratando de ahuyentar a la muerte de mi lecho, tengo una respuesta segura: importa mucho más el viaje que el destino... (Gracias Benito Taibo) Mis amigos y yo, hemos ido muchas veces a Actopan a mirar el hotel donde cuentan que John pasó una noche, y miramos hacia arriba con la súplica de que el 8 de diciembre desaparezca de todos los almanaques desde el principio de los tiempos. En las canciones de Los Beatles están muchos de nuestros mejores sueños. Desde aquí, desde esta tarde fría en los suburbios de Pachuca, abrazo lacrimoso a los muchachos que fuimos, a los locos que siempre quisimos seguirle los pasos (haciendo el amor y no la guerra), a todos aquellos que todavía, y a pesar de nuestras canas, exigimos Let it be… pues nos urge que alguien grite en el país al que llamamos planeta tierra: Merry Christmas, the war is over… Jamädi…

 
Aquí el poema que el poeta argentino, Fernando Gustavo Russo, escribió hace unos días sobre el recuerdo de aquella ocasión:

 
Acerca de cuando dicen que John visitó Actopan

 
Voces tenues de cactus/ sutiles sudoraciones/alientan/ serenidades de relámpagos hipnóticos/ invocaciones/ de María Sabina/ “soy la mujer que mira hacia adentro”/ la mujer del crepúsculo/ como espejismos/ de tales desiertos/ que anduvieron niños santos/ letanías/ lamentos de dioses/ decires de ancestros/ “soy la mujer sabia en lenguajes”/ la mujer que sale del reino de la muerte/ senderos de ineludibles tiempos cercanos/ imaginándote en un bote/ en un río/ con cielos de mermelada/ John/ aquella tarde/ de balas por llegar/ ¿serían tu enfermedad?/ sonrisas tal vez/ más tarde/ en el Hotel Fe Isamar/ Escobedo Nro. 22/ cuentan en Actopan/ una mujer oriental/ no recuerda nada el cura/ tampoco el sacristán/ dicen.// Con la profunda alegría/ de haber conocido los temibles abismos/ de lo irremediable/ ¿habrás comido tacos quizás/ después/ bebido tequila con sangrita/ cantado en un bar/ con José Alfredo Jiménez/ con voz de mezcal/ “Te solté la rienda”/ en tanto el sol/ continuaba/ inalterablemente/ alimentando sabiduría/ de hongos tiernos/soy ”dios porque vengo recorriendo/ los lugares desde su origen”/ proclaman voces de otras realidades/ cuando dicen que así fue?

Milenio Hidalgo.

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