EFE
A pocos meses de celebrar su ochenta cumpleaños, el escritor estadounidense
Philip Roth no suelta la pluma que le ha valido el premio
Príncipe de Asturias de las Letras 2012 pese a confesar que "si
pudiera dejar de escribir lo haría".
"Tengo 79 años, ¿si (escribir) es tan frustrante y difícil para mí, qué me ha
llevado a seguir haciéndolo?. Y la respuesta es muy tonta, es que no sé cómo
parar. Si pudiera dejar de escribir lo haría, pero no sé cómo hacerlo", explica
Roth en una entrevista en su apartamento en el barrio neoyorquino del Upper West
Side.
Con una voz suave que esconde la feroz ironía que se desprende de sus
novelas, esta leyenda viva de la literatura describe como una "agonía
espontánea" su proceso creativo, que arranca con un primer año de trabajo
"extremadamente difícil, extremadamente frustrante y poco satisfactorio"
.
Pero, no contento hasta que no resuelve "los desafíos literarios" que se le
presentan, Roth va hilando puntada a puntada esas primeras ideas impulsado por
una "perseverancia" y un "afán de perfeccionismo" con los que va descubriendo un
libro que al principio se antoja "turbio y nublado".
Luchando contra ese proceso agónico, este eterno candidato al Nobel ha
publicado ya 31 novelas en las que ha escudriñado con maestría el alma humana y
que le han convertido en el máximo exponente de la herencia de la gran
literatura estadounidense, en línea con Francis Scott
Fitzgerald, Ernest Hemingway o Saul Bellow.
Nacido en Newark (Nueva Jersey) el 19 de marzo de 1933 en el seno de una
familia de origen judío emigrada de Ucrania, Roth publicó su primer libro,
"Adiós, Colón" (1959), poco después de haber cumplido los 26 años, "por
ambición, para ver si podía hacerlo y por un deseo de hacerlo tan bien como
pudiera".
Desde entonces no ha podido dejar de ponerse a prueba a sí mismo escribiendo
obras como "Pastoral Americana" (1997), con la que se llevó el premio Pulitzer y
que precedería a "Yo me casé con un comunista" (2000) y "La mancha humana"
(2001), que conformaron una laureada trilogía sobre la historia reciente de
Estados Unidos.
Comprometido todavía con la situación política de su país, toma partido en la
batalla política que se libra en las inminentes elecciones presidenciales del 6
de noviembre: "Realmente espero que gane (Barack) Obama, y creo que
probablemente lo va a hacer. No podría imaginarme apoyar al otro candidato (Mitt
Romney)", asegura Roth, quien no ha votado nunca por el Partido
Republicano.
Pero detrás de su prolífica carrera literaria, que cuenta con otros
reconocidos títulos como "La conjura contra América" (2004), "Indignación"
(2008) o su última obra, "Némesis" (2010), se esconde un novelista que en muchas
ocasiones se ha planteado dejar de escribir.
"En los viejos tiempos ponía la mano sobre mi máquina de escribir y decía,
'¿a dónde voy para dimitir, cómo renuncio?'. Pero no hay ningún sitio. Si
hubiera una oficina en el centro de Nueva York donde los escritores pudieran ir
a dimitir, habría una cola que le daría la vuelta a la manzana",
asegura.
La larga lista de premios que figura en su currículum, entre los que destacan
el National Book y el Nacional de la Crítica, no le sirven de motivación para
seguir escribiendo, pero sí para despertar "al niño que uno tiene dentro",
porque "realzan su deleite por la sorpresa, el reconocimiento, la apreciación y
un poquito de amor".
Y su niño interior celebra ya un nuevo galardón, el Príncipe de Asturias de
las Letras 2012 con el que se convierte en el cuarto estadounidense en obtenerlo
tras Arthur Miller (2002), Susan Sontag (2003) -que lo compartió con Faterna
Mernissi- y Paul Auster (2006), aunque su alegría se ve
empañada por partida doble.
Debido a una reciente operación de espalda no podrá viajar hasta Oviedo
(España) para participar en la ceremonia de entrega este 26 de octubre, y
tampoco podrá compartirlo con su "querido amigo y colega", el también Príncipe
de Asturias Carlos Fuentes, fallecido en mayo pasado.
Al recordar la relación de amistad que le unió durante casi treinta años al
escritor mexicano, de la que recuerda con particular alegría un viaje que
realizaron juntos a España, Roth bromea sobre su propio aspecto, algo
desaliñado: "Carlos jamás habría concedido una entrevista vestido así, él
siempre estaba impoluto".
Si bien habla con gran admiración sobre escritores como Fuentes o sus
coetáneos en la escena literaria estadounidense -que es "como una carrera de
caballos", en la que hay una "gran rivalidad y competitividad, aunque también
mucha generosidad" - el autor sigue augurando firmemente la muerte del
lector.
"Los lectores van a desaparecer. Seguirá habiendo novelistas que seguirán
escribiendo, pero serán leídos por menos y menos gente. Tiene que ser así,
simplemente hay demasiadas pantallas", dice Roth, el único escritor vivo cuya
obra está siendo editada en su totalidad por The Library of America, uno de los
mayores reconocimientos a que puede acceder un escritor en Estados
Unidos.
"Dentro de cincuenta años, -augura- habrá la misma gente leyendo novelas en
Estados Unidos que la que lee hoy en día en Estados Unidos poesía del
Renacimiento en latín".
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