José Manuel Solá
El pasado es como un amigo fiel que nos mira desde la ventana de un tren que cruza fugazmente la memoria. Yo lo saludo y sigo mi camino, saludo la breve melancolía que suele acompañarlo, pero no me quedo en ese andén pues tengo un compromiso con las estaciones que aún me queda por construir. Y cada mañana la vida me regala un boleto para un viaje nuevo en un tren diferente que me lleva al lugar donde hay que construir una nueva estación y hago mi trabajo. Bien o mal, no sé… pero el tren no se detiene. Cierto, cuando vuelvo la mirada y veo los rieles que quedaron atrás, los paisajes por los que no volveré a pasar, humano como soy, ocasionalmente la brisa de la melancolía me acaricia el corazón con mansedumbre. Pero, ya lo he dicho: la saludo y prosigo el viaje. Yo soy un aprendiz que construye su destino con las herramientas rudimentarias que encontré en el camino. Si construí mal, ofrezco mis disculpas recordando únicamente que no todos vinimos a este mundo con la caja de herramientas en la mano…
De algo sí, estoy seguro: mi vida, toda mi vida, todas mis estaciones, mis aciertos y mis errores, mis risas y mis lágrimas, mis derrotas y mis triunfos, valieron la pena. Ni un solo segundo de mi vida fue pérdida. Todo fue ganancia. Por tanto, sí, os aseguro que el viaje ha valido la pena. Porque en el camino, yo mismo fui mi hechura. Siempre fui vertical. Gracias a Dios.
1 de septiembre de 2012
No hay comentarios.:
Publicar un comentario