José Luis Calva
Muy pocas veces sucede que tenga la misma (o casi), afinidades estéticas con alguien; pero antes de empezar aclarare un punto que me es necesario decir: nunca he recibido nada por mi trabajo, reseño libros o empiezo a reseñar libros por el puro gusto, el oficio de escribir casi siempre es un acto de esperanza. Zoología indescifrable me parece que debe retumbar, debe de ser más valorada y no solo porque a mí me guste, eso no cabe en esta reseña, eso va más allá de gustos, es simplemente que requiere más. Ya había reseñado el libro o solo un poema, pero tuve la oportunidad de que el autor mismo me obsequiara el libro, di un segunda lectura más profunda, mas concienzuda, una lectura que me dio más puntos a escribir sobre el libro y la primera impresión que tengo es el entusiasmo, al leerlo dan ganas de gritarlo, de leerlo en voz alta, dan ganas de que se oscurezca, de escupir sangre y que todos te escuchen. Abraham vuelve lo salvaje hermoso:
Plaga
Son animales nauseabundos,
de costumbres vehementes,
sórdidas hasta el extremo
de volverse cotidianas.
Sudan hediondas esencias de putrefacción.
Dejan rastros que perduran
sus herencias malevolentes.
Se agrupan en colonias.
En tiempos de bonanza
se comen unas a otras por diversión;
ajedrez macabro del más apto.
Toda hora es perfecta
para aparearse a escondidas,
Coito fútil para la preservación;
en rincones pestilentes arrojan a sus crías.
Se creen dueñas del mundo.
Todo lo corroen.
Inmensas persecutoras,
ociosas, nos pisan.
Abraham tiene oficio, lo posee, conocedor de un lenguaje, sabe lo que quiere plasmar, tiene el tino para decir en poco lo que me entusiasma:
Pantera Casual
Sin darme cuenta,
el sol cayó
dentro de mi café expreso.
Me manchó de oscuridad.
Todo,
completo.
Exacto, preciso, sin más deja algo que sabes que te toco, un lenguaje que sin mas, sin paja, todo cobijado por la delicia del buen poema. “J. M. Coetzee, lo sabía dijo el lector”. Encontrar a J. M. Coetzee en el libro fue como encontrar a un viejo amigo, escritor que gano el nobel, escritor que me fascina por eso de la “cuestión del mal”, sin duda encuentro la clave de lo que Abraham nos quiere transmitir; noto un vaho de espiritualidad, de cierta maldad, lo salvaje que es obvio y la tristeza:
Soliloquio del Depredador (toma 1)
Déjenme solo.
Los pájaros sin árboles, las calles.
Que nadie mire mi rostro.
Que se cieguen las farolas,
el sol, la luna,
todo lo que me descubra.
Que nadie haga caso a mi grito,
los ruidos se ensordezcan a sí mismos,
que el cartero extravíe mis cartas
después de caer de su bicicleta
(nada queda.)
Déjenme correr.
Que todos me detengan;
se hará eterno
el pasillo entre la cocina
y el cuarto de mis lamentos.
Ese hombre con el semblante cansado
de rumiar la nostalgia
Y que conserva aún en la mano,
apretada,
la moneda que no pudo darle al mimo
encerrado en su cristal imaginario.
El niño lleno de vergüenza
que pide una limosna,
mientras su hermano mayor
tortura, desafina, una guitarra rota.
Cuando tomo un café a solas
en la última mesa del lugar
y descubro en mi sombra
el perfil de mi abuelo,
los modos de mi padre,
el silbido seco de una cuchara contra la taza.
Que alguien conteste el teléfono
por donde nada se escucha:
-nadie atiende la queja silenciosa de Dios-
(nada queda.)
Un libro pequeño pero grande en contenido, no hay mayor satisfacción que el leer algo que en ningún momento pudiste claudicar en la lectura. Abraham siembra ya su estilo, difícil de conseguir, eso lo saben bien los que tienen el oficio de escribir, algo queda aquí, algo que perdura.
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