jueves, 31 de mayo de 2012

Agustín Cadena impartirá talleres de creación literaria en el Centro de las Artes

Con el propósito de continuar suscitando procesos creativos en el ámbito de la literatura desde la experiencia y orientación de reconocidos literatos, el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes ofrece para este verano talleres de creación narrativa a cargo del escritor oriundo del Valle del Mezquital, Agustín Cadena, del 8 de junio al 10 de agosto del presente, en el Centro de las Artes.

Estos talleres se brindan en dos modalidades, para docentes activos como formadores que tienen el alcance para suscitar desde la educación básica, el gusto de niños y jóvenes por la escritura. Asimismo, para jóvenes entre 18 y 23 años que les guste esta forma de expresión y que puedan obtener conocimientos sobre recursos estilísticos, construcción de historias y personajes, entre otros aspectos para crear y madurar su estilo narrativo.

El fundamento de los talleres impartidos por el Mtro. Cadena es la escritura creativa, su función, sus posibilidades, alcances y límites, así como su evolución, en términos de técnica, lenguajes, recursos y materiales. En estos talleres se buscará compaginar la reflexión y la práctica literaria con el propósito esencial de desactivar las distintas formas de condicionamiento cultural que limitan la creatividad para remplazarlas con un enfoque orgánico del trabajo creativo.

Los participantes podrán hacer una revisión de conceptos narrativos como: estructura, núcleos, indicios, ritmos y modos narrativos, argumentación, tono, entre otros, así como dar lectura y analizar ejercicios personales que permiten descubrir y potenciar el estilo propio de cada integrante del taller.

El maestro Agustín Cadena novelista, cuentista, ensayista, poeta y traductor originario de Ixmiquilpan, Hgo., se desempeña también como catedrático de literatura en Hungría. Ha publicado más de veinte libros, entre algunas de sus obras están: "La lepra de San Job"; "Tan oscura"; "Los pobres de espíritu" y “Las tentaciones de la dicha”, éste último presentado en el 2011 en la Cd. de Pachuca. Ha colaborado en más de cincuenta publicaciones en diversos países y ha recibido diversos reconocimientos en los géneros de cuento y poesía. Parte de su obra ha sido adaptada para radio y televisión y traducida al inglés, italiano y húngaro.

Los talleres se llevaran los días viernes, a partir del 8 de junio y hasta el 10 de agosto del presente. Los horarios son: para docentes de 16 a 17 horas y para jóvenes de 17 a 20 horas. Para mayores informes e inscripciones los interesados pueden acudir a la oficina de Servicios Escolares del Centro de las Artes, ubicada en Plaza Bartolomé de Medina s/n (a un costado del ex convento de San Francisco), Col. Centro, Pachuca, Hgo. O comunicarse a los tels. 71 4 25 08, 71 4 28 53 y a la dirección: centrodelasartes.cecultah@gmail.com.



“Este programa es público ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido su uso para fines distintos a los establecidos en el programa”

martes, 29 de mayo de 2012

La prosápica palabra de Gil Fuentes

Venancio Neriah

A pesar de que en mi adolescencia, el llamado canto nuevo y la nueva trova cubana eran la constante en el soundtrack de aquellos años, la “trova contemporánea” –mucho más cursi de lo que puedo digerir– me resulta casi siempre cansada y muy simple; absolutamente emparentada con el pop, más que con la música luminosa de los movimientos sociales de la Latinoamérica de aquella edad. Sin embargo, pese a mis prejuicios musicales, y a uno que otro gusto culposo en la materia, alguna vez me he dado la oportunidad de abrir los oídos y la mente, lo que me ha ofrecido la grata experiencia de asistir a la escena “trovera”, y encontrarme con algunos prodigios, que han alimentado inauguralmente, mi capacidad de asombro y el apetito de poesía que diariamente me asalta. Gil Fuentes, es quizá uno de los más entrañables “trovadores” que he tenido la suerte de conocer, en esta ciudad donde abunda el talento, y la pasión por el maridaje entre música y palabras de poeta.

El día que lo conocí, cantó -en la plaza de Santiago de Anaya- “Papá cuéntame otra vez”, una canción que desde hace mucho, se ha vuelto emblemática –para mi–, en esta suerte de “banda sonora” que vamos asignándole a la dura tarea que significa vivir. Yo le pedí que cantara esa canción de Ismael Serrano, porque ese era apenas mi primer encuentro con su música y su canto; pero de haber conocido para entonces la obra de altísima poesía que su talento le ha dado levantar, simplemente hubiera dejado que el programa avanzara, para que “no callándose el cantor, hablara la vida…”

Gil Fuentes ha estudiado composición, canto, violín, piano y armónica; pero indiscutiblemente, su otro par tiene grupa frondosa, cuerdas para pulsarse entre caricias y cintura de muchacha en flor. La guitarra se hace uno con él, y hace prevalecer, más allá de la canción, aquello que en portugués se dice “saudade”. Gil canta con la misma vocación con que los enamorado se tocan; escucharlo es gozoso y, de a ratos, también cala con un buen dolor, de aquellos que irrenunciables convocan la nostalgia, y la urgencia por la hedónica necesidad de hacer venir –de donde esté– al ser amado.

Una vez, alguien me dijo que cuando Gil cantaba, sentía algo así como dolor, pero que era un dolor bonito. No sé si entiendo totalmente este modo de interpretar la trova del poeta; pero lo que si puedo entender, es que de a ratos, haya cantores que tengan la palabra precisa, para decir lo nuestro y lo del mundo.

Actualmente, Gil prepara “Los Pecados del Peregrino”, su nueva producción discográfica; una entrega pródiga de 10 canciones, interpretadas con base de guitarra y el acompañamiento de instrumentos prehispánicos (teponaxtles, raspador de hueso, tambor tarahumara, caracoles marinos, silbato de la muerte, ocarinas, flauta de barro, sonajas, palos de lluvia), armónica y voz. Todo lo que suena en el disco lo toca él, incluso las fibras sensibles de aquellos que habremos de escucharlo, porque estoy seguro que si escrutamos las canciones de Gil, encontraremos poderosamente las señales que convocan la vida. A pesar del uso de instrumentos del México precolombino, este no es un disco de música étnica o folclórica, es más bien, una apuesta por el futuro, con el ombligo velado entre raíces, tierra y la historia de nuestra sangre acribillada.

Las canciones de Gil, se comprometen con el alma y con el pueblo, y procuran POR VALENTÍA Y PROSAPIA, la esperanza; por eso hoy que ya no es hora ni de caudillos ni de mártires, quiero confirmar desde la música que este “niño de mil años” pare corazón afuera, que ha llegado la hora de que todos seamos consuelo y dignidad para todos, que esto con la palabra lo vamos a cambiar.

Desde un escritorio, muchas veces han intentado cancelar abruptamente nuestras respuestas y marchitar nuestras flores; sin embargo, gracias a la poesía y el trovo ardiendo de aquellos que como Gil (y sus colegas por todo el mundo) no dejan de cantar, en el viento seguirá volando tercamente esa luminosa respuesta que, en el beso del ser amado, en la mano del amigo, en la sonrisa del desconocido, funda la necesaria, urgente, y prodigiosa revolución sin manos, que un día hará que este mundo deje de hacer la guerra, y nunca pare de hacer el amor.

Gil, Jamädi…


Milenio Hidalgo Diario

lunes, 28 de mayo de 2012

Ya vienen a buscarme

José Manuel Solá



Ya vienen a buscarme y no quiero que noten el temblor de mis manos ni de mi vientre, contra, tal vez en media hora o dos horas, no sé, tal vez ya amanece, tal vez ya es hora y a pesar de eso sigo tratando de escribir el poema que tal vez logre dejar si es que tan sólo pudiera sostener el pedazo de lápiz que me queda (…esta noche de siglos siento el silencio inmenso de Dios sobre la tierra…) si tan sólo pudiera sacarme los recuerdos y pensar únicamente en lo que yo quiera pero ya vienen a buscarme y este temblor se va a notar, notarán el tiritar de los dientes y, oh, Dios, café caliente, sólo un café caliente y a lo mejor, tal vez, me dejen ir envuelto en esa frisa, pero qué diablos, qué me van a dejar (..el silencio infinito, profundo, de sus ojos, alumbrando mis manos, mi eternidad, mi mirada desnuda…) si hasta la cabeza me raparon, así que probablemente hasta descalzo me lleven para que todos los veinte mil voltios fluyan hacia los cuatro puntos cardinales así en la tierra como en el cielo, decía la vieja cuando me enseñó a rezar, los pantalones cortos y la bolsita de tela que me cosió para llevar las libretas a la escuela, la libreta aquella en que le escribí el poema para el día de las madres y el tiestito con la flor amarilla que me costó los vellones de diez días de merienda, coño, cómo le dio aquel día, cómo le dio y que si qué carajo es esto, que si qué carajo hacía yo bregando con flores y ese tiesto, qué hace usted con ese tiesto, ¡pa’ que aprenda a ser macho! y Dios mío, toda esa sangre en la nariz y yo llorando, toma, coño, pa’ que llores con ganas y la boca rota y yo deseando que vengan ya a buscarme y más le daba a mami (…siento el silencio hondo de sus pasos como el eco del agua por mi espíritu, escucho su silencio ancho como un océano, como una estrella azul, como un pistilo azul, largo, sobre un abismo…) y después, si yo escribía algo, esconderlo o mejor romperlo para que él no lo viera, no, la poesía tampoco es cosa de hombres, decía, es cosa de maricas y qué me importa a mí que la flor sea para su madre y cómo pisó la flor con los zapatos mugrientos, los pantalones mugrientos, la mirada mugrienta y el espíritu irradiando como una cosa eléctrica que me daba miedo y el hálito de alcohol y el zapato quebrando el tiesto con la flor amarilla y los ojos de ella, trizas luminosas de lágrimas, voz hundida, manos que me cubrían, que me ocultaban de estas otras manos, tus manos, que nunca fueron otra cosa que manos de castigo, que amarraban el llanto que se me quería partir en la garganta porque si no, te va a pegar más, a ti, a mi, bendito, cómo crecer, cómo hacerme hombre aquí, pero yo te cojo, coño, no te apures, que un día yo tendré tu estatura y seré más fuerte porque dejé de escribir versos y eso también lo pisoteaste tú, eso también te encargaste de aplastarlo bajo el peso de tu vida mugrosa (…en esta noche escucho su silencio salir de mi, volar desde mis manos…) así que fíjate que cuando me fui pensaste que no ibas a volver a verme, pero mira qué cosa, vengo a buscar la vieja para que no tenga que tolerarte más y me parece que la borrachera de alcohol y de violencia te ha durado más de nueve años y cuando llevo su ropita debajo del brazo me la quitas a ella, tan olorosita a jabón, tan tibia de cansancios y la revuelcas y me la estropeas allí mismo igualito que a la flor, ¿te acuerdas, hijueputa?, así que para qué traigo esto conmigo (…y deshacerse en pájaros sin nombre por los mundos lejanos…) así que ya la mano no me tiembla y escucho un ruido de metal, qué es eso que suena como una caída, eso que se repite como un eco por la galería oscura de los sueños, no, no, ya vienen a buscarme y lo único que me preocupa ahora es que vayan a salírseme los orines porque yo tengo que demostrar que no tengo miedo, que soy el hombre absoluto en absoluto control de mis circunstancias, aquel que no le teme a ese aldabonazo que resuena en el penúltimo de los portones eléctricos y el sacerdote éste viene a rezar por mi pero va a tener que estar mirándome hasta el último instante, cuando me den el cantazo y sienta el calor termonuclear de veinte mil voltios convertirme en algo luminoso, algo como el rostro de Dios, veinte mil pétalos transparentes y celulares volando de mi cara, ah, sí, tendrá que quedarse hasta verme transfigurado en un girasol violeta…

sábado, 26 de mayo de 2012

Zoología indescifrable II

José Luis Calva

Muy pocas veces sucede que tenga la misma (o casi), afinidades estéticas con alguien; pero antes de empezar aclarare un punto que me es necesario decir: nunca he recibido nada por mi trabajo, reseño libros o empiezo a reseñar libros por el puro gusto, el oficio de escribir casi siempre es un acto de esperanza. Zoología indescifrable me parece que debe retumbar, debe de ser más valorada y no solo porque a mí me guste, eso no cabe en esta reseña, eso va más allá de gustos, es simplemente que requiere más. Ya había reseñado el libro o solo un poema, pero tuve la oportunidad de que el autor mismo me obsequiara el libro, di un segunda lectura más profunda, mas concienzuda, una lectura que me dio más puntos a escribir sobre el libro y la primera impresión que tengo es el entusiasmo, al leerlo dan ganas de gritarlo, de leerlo en voz alta, dan ganas de que se oscurezca, de escupir sangre y que todos te escuchen. Abraham vuelve lo salvaje hermoso:



Plaga



Son animales nauseabundos,

de costumbres vehementes,

sórdidas hasta el extremo

de volverse cotidianas.



Sudan hediondas esencias de putrefacción.

Dejan rastros que perduran

sus herencias malevolentes.



Se agrupan en colonias.

En tiempos de bonanza

se comen unas a otras por diversión;

ajedrez macabro del más apto.



Toda hora es perfecta

para aparearse a escondidas,

Coito fútil para la preservación;

en rincones pestilentes arrojan a sus crías.



Se creen dueñas del mundo.

Todo lo corroen.

Inmensas persecutoras,

ociosas, nos pisan.



Abraham tiene oficio, lo posee, conocedor de un lenguaje, sabe lo que quiere plasmar, tiene el tino para decir en poco lo que me entusiasma:



Pantera Casual



Sin darme cuenta,

el sol cayó

dentro de mi café expreso.

Me manchó de oscuridad.

Todo,

completo.



Exacto, preciso, sin más deja algo que sabes que te toco, un lenguaje que sin mas, sin paja, todo cobijado por la delicia del buen poema. “J. M. Coetzee, lo sabía dijo el lector”. Encontrar a J. M. Coetzee en el libro fue como encontrar a un viejo amigo, escritor que gano el nobel, escritor que me fascina por eso de la “cuestión del mal”, sin duda encuentro la clave de lo que Abraham nos quiere transmitir; noto un vaho de espiritualidad, de cierta maldad, lo salvaje que es obvio y la tristeza:



Soliloquio del Depredador (toma 1)



Déjenme solo.

Los pájaros sin árboles, las calles.



Que nadie mire mi rostro.

Que se cieguen las farolas,

el sol, la luna,

todo lo que me descubra.

Que nadie haga caso a mi grito,

los ruidos se ensordezcan a sí mismos,

que el cartero extravíe mis cartas

después de caer de su bicicleta



(nada queda.)



Déjenme correr.

Que todos me detengan;

se hará eterno

el pasillo entre la cocina

y el cuarto de mis lamentos.



Ese hombre con el semblante cansado

de rumiar la nostalgia

Y que conserva aún en la mano,

apretada,

la moneda que no pudo darle al mimo

encerrado en su cristal imaginario.



El niño lleno de vergüenza

que pide una limosna,

mientras su hermano mayor

tortura, desafina, una guitarra rota.



Cuando tomo un café a solas

en la última mesa del lugar

y descubro en mi sombra

el perfil de mi abuelo,

los modos de mi padre,

el silbido seco de una cuchara contra la taza.



Que alguien conteste el teléfono

por donde nada se escucha:

-nadie atiende la queja silenciosa de Dios-



(nada queda.)



Un libro pequeño pero grande en contenido, no hay mayor satisfacción que el leer algo que en ningún momento pudiste claudicar en la lectura. Abraham siembra ya su estilo, difícil de conseguir, eso lo saben bien los que tienen el oficio de escribir, algo queda aquí, algo que perdura.

Para acceder al artículo original:



viernes, 25 de mayo de 2012

“Espacios interiores” de Iola Benton

Continúa vigente la exposición Espacios Interiores de artista mexicana Iola Benton, la cual se exhibe desde el pasado mes de marzo en la planta baja de El Cuartel del Arte, muestra con la que celebra sus 55 años de trayectoria artística, y que a la fecha ha sido visitada por más de 5 mil personas. Los horarios de visita son de martes a sábado de 11:00 a 18:00 horas y domingo de 11:00 a 17:00 horas. La entrada es libre.

Hablar de la obra de la artista mexicana Lola Benton, es hablar de un trabajo creativo en dos formas expresivas y un solo lenguaje, la poesía. Aunque su pasión es el arte plástico en el que se reconoce el dominio del color, la armonía en la composición, la experimentación con diversas técnicas, el manejo de los mínimos elementos para representar su concepción singular, sentida del mundo, su espíritu de exploración de los misterios del arte va más allá; ahora busca en los laberintos de la poesía el lenguaje de la luz. "Saudades" es una reunión de los dos lenguajes que la poeta cultiva desde siempre.

La pintura y la poesía la acompañan a través de una búsqueda íntima, solitaria, donde se vinculan el silencio de la contemplación con el murmullo de las cosas. Color y palabra se unen en una visión casi secreta que nos revela emociones, belleza, sensaciones. La cadencia que logra en ambos campos es la mejor muestra de su convicción y estilo de abrevar en lo breve, que gana en profundidad, una hondura que logró a través de arduo, paciente trabajo, cada vez más definitivo, maduro, depurado.

Carlos López




 

Iola Benton nace en la ciudad de México. Estudia pintura con los maestros Ernesto Kubli, Robin Bond y Toby Joysmith. Vivió en San Francisco en 1983 y 1984 donde expone individualmente en The Johhn Pence Gallery. Exhibe también en Santa Fe y Long Beach. Ha tenido más de 18 exposiciones individuales y aproximadamente 70 colectivas en Estados Unidos, Europa y México. En México, su obra se encuentra en colecciones permanentes de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Tecnológico de Monterrey, de la Universidad Autónoma Metropolitana y del Banco Nacional de México; en Estados Unidos, su trabajo está en colecciones permanentes en The Mexican Museum en San Francisco, California. Además su arte tiene presencia en colecciones privadas en Nueva York, San Francisco, Suiza y México.


Publicaciones acerca de Iola Benton y su obra aparecieron desde 1969 y son del maestro Jorge Juan Crespo de la Serna, Enrique F. Gual, Graciela Kartofel, Alfonso de Neuvillate, Bertha Taracena, Toby Joysmith, Judy Konstans, J.Monhart y John Pence. Benton publicó poesía en México y en Estados Unidos, donde recibió menciones honoríficas. También se presentó en la I y VIII Bienal Latinoamericana de Arte. Es coautora del libro Y cantan los pájaros azules/And the Blue Birds Sing (Editorial Praxis, 2004).



“Este programa es público ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido su uso para fines distintos a los establecidos en el programa”












jueves, 24 de mayo de 2012

Autobiografía

Amado Nervo
¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,

allí están mis poemas: yo, como las naciones

venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,

no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,

¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.



Allá en mis años mozos adiviné del Arte

la armonía y el ritmo, caros al musageta,

y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.

-¿Y después?



-He sufrido, como todos, y he amado.



¿Mucho?



-Lo suficiente para ser perdonado...

Recuerdan a Amado Nervo a 93 años de su muerte

Notimex
La Universidad Autónoma de Nayarit (UAN) y la Secretaría de Cultura del Estado llevarán a cabo este día diversas actividades para conmemorar el 93 Aniversario Luctuoso del poeta nayarita Amado Nervo (1870-1919).

La Universidad Autónoma de Nayarit (UAN) organizó la Cátedra Nacional de Literatura "Amado Nervo" que será dictada por la escritora Ángeles Mastretta, a las 12:00 horas, en el Aula Magna de la biblioteca de esa institución.

También auspició el Coloquio de Escritores del Pacífico, donde más de 50 autores del país se reunirán para llevar a cabo lecturas, talleres y otras actividades.

La Secretaría de Cultura del Estado previó visitas guiadas al Museo "Amado Nervo", en esta ciudad; lecturas de poesía y la presentación del corto cinematográfico Mi amada inmóvil, de Eme Guitrón.

Este jueves, la jornada concluirá con la presentación del libro Asómate a mi cristal, de Mayra Fonseca.

Para el viernes 25, las actividades iniciarán desde las 10:00 horas, con visitas guiadas al Museo "Amado Nervo" y por la tarde la presentación del coro que lleva el nombre del autor de Los jardines interiores , Mística y Perlas negras, y que dirige Jesús Hidalgo Vázquez.

Amado Nervo, popular por su poema "En paz", primero quiso ser clérigo, pero muy pronto se vio atraído hacia la literatura por variados estímulos de la vida, los viajes, los amores y la misma poesía.

De acuerdo con un extracto biográfico publicado por el sitio Amediavoz.com, su iniciación estética fue marcada por el influjo de Gutiérrez Nájera y de los grupos que se congregaban alrededor de La revista azul y Revista moderna, en cuyas páginas se desbordaba todo el ímpetu del modernismo americano.

Entre el conjunto de su creación, se destacan sus libros Serenidad, Elevación, Plenitud y La amada inmóvil. Falleció en Montevideo, Uruguay en 1919.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Revelan sitio donde reposan cenizas de Buñuel


EFE
Un sacerdote dominico que fue amigo de Luis Buñuel aseguró hoy que las cenizas del cineasta se encuentran en una parroquia universitaria de la capital mexicana, en un lugar "sin acceso" del que se conocen pocos detalles.

El sacerdote Julián Pablo Fernández, en un acto que se desarrolló esta noche en la casa que habitó Buñuel en esta capital, afirmó que los restos del artista reposan en una capilla del Centro Universitario Cultural (CUC) , en el sur de la capital mexicana.

El autor de filmes como "Viridiana" falleció en la capital mexicana el 29 de julio de 1983, a la edad de 83 años, pocos días después de que fuera ingresado en el Hospital Inglés aquejado de una serie de males derivados del cáncer.

El lugar donde reposan las cenizas de Buñuel, un personaje profundamente anticlerical, ha sido objeto de controversias entre algunos de sus amigos íntimos y familiares del cineasta.

Fernández, un personaje clave en los últimos años del cineasta, relató hoy, muy emocionado, que el cadáver de Buñuel fue incinerado en una funeraria de esta capital y los restos fueron entregados a su hijo Rafael, que ahora reside en Estados Unidos.

Añadió que el mismo Rafael le entregó a él las cenizas, y el dominico se encargó de llevarlas a la capilla del CUC, donde, según Fernández, reposan aún.

Preguntado por Efe dónde específicamente se encuentran las cenizas, si esparcidas o depositadas en algún lugar, Fernández sólo dijo que se hallaban en un sitio de la parroquia "sin acceso" , y evitó dar más detalles.

Herederos de Buñuel han asegurado en el pasado que sus cenizas estaban en poder de su hijo Rafael, una versión con la que el dominico no quiere entrar en polémicas.

La posibilidad de que los restos de Buñuel se encuentren en una parroquia se ha venido manejando en algunos medios de comunicación mexicanos, con diversas fuentes.

El realizador de cine mexicano Arturo Ripstein, que estuvo en el acto de esta noche en la casa de Buñuel, afirmó que ésta es la primera vez que el padre Fernández dice públicamente que los restos del cineasta nacido en España y nacionalizado mexicano se hallan en una parroquia.

El sacerdote dominico mantuvo una estrecha amistad con Buñuel porque el cineasta decía que el religioso le caía bien "por ser frívolo y por ser dominico" , según recordó hoy.

Se animó a contar detalles sobre el paradero de los restos de Buñuel mientras compartía un martini seco, una bebida favorita del autor de "El perro andaluz" , con una serie de contertulios que se juntaron en la casa que habitó Buñuel.

La vivienda, en la que vivió Buñuel desde 1952 hasta sus últimos días, fue adquirida por el Estado español en 2010 y quedó inaugurada después de una remodelación el 5 de diciembre pasado, con una exposición dedicada a "Viridiana" .

En el acto de hoy se rindió un homenaje al cineasta nacido en Calanda (España) el 22 de febrero de 1900 con motivo de la próxima clausura de la exposición sobre ese filme, mientras se define cuáles serán las funciones de la vivienda que habitó Buñuel.

Ripstein, el sacerdote Fernández y Emiliano Gironella, hijo del pintor mexicano Alberto Gironella, también amigo de Buñuel, recrearon en una charla informal algunas de las anécdotas que recordaban del autor de "El ángel exterminador" .

La charla, organizada por el embajador de España en México, Manuel Alabart, se hizo compartiendo los presentes un "dry martini" cóctel del que Buñuel se jactaba de ser un maestro y que puntualmente tomaba todos los días a la 1 de la tarde.

Julián Pablo Fernández relató, por ejemplo, que el cineasta le llegó a decir que "le deseaba la muerte a Carlos Fuentes" , el escritor mexicano recientemente fallecido, porque "sabía más que Buñuel y le tenía envidia".

"Manteníamos una relación tan extraña, tan íntima" , relató el dominico. "Decía que consideraba como un insulto que dijeran que era ateo. Un día dijo que había soñado con la Virgen María" , agregó el sacerdote refiriéndose al cineasta.

"Sin el sentido del humor no se concibe a Buñuel, pero no sabía contar un chiste" , añadió el religioso.

Luis Buñuel abandonó España en septiembre de 1936, durante la Guerra Civil (1936-1939) , y después de pasar por Francia y Estados Unidos, fijó su residencia en la capital mexicana en 1946.

martes, 22 de mayo de 2012

The Beatles cruzando Abbey Road al revés

EFE
Una fotografía que muestra a los Beatles cruzando el paso de peatones de Abbey Road en sentido contrario al de la portada del famoso álbum de 1969 fue vendida hoy por 19 mil 500 libras (24 mil 135 euros o 30 mil 795 dólares) en una subasta en Londres.

Un portavoz de la casa londinense Bloomsbury no quiso dar detalles de quién fue el comprador ni cómo se fraguó la venta al alegar "cuestiones de confidencialidad" .

En la imagen, tomada por el fotógrafo Iain Mcmillan al lado de los icónicos estudios de grabación de Abbey Road, se ve a Paul McCartney, Ringo Starr, John Lennon y George Harrison caminando de derecha a izquierda por ese paso de cebra, en sentido opuesto al que sale en el disco.

Bloomsbury había estimado su precio en al menos 9 mil libras (11 mil 143 euros o 14 mil 215 dólares) , cifra que se ha rebasado con creces en la puja.

En la foto, de 46,4 por 45,7 centímetros, se aprecian otras diferencias notables con respecto al disco "Abbey Road" (1969) , como el hecho de que McCartney lleva sandalias en lugar de ir descalzo y que no aparece el cigarrillo que sostiene en su mano derecha en la portada.

Ese disco, que incluye canciones como "Here Comes the Sun" o "Something" , fue grabado entre febrero y marzo de 1969, en un momento en que al parecer había tensiones entre los componentes del cuarteto de Liverpool.

lunes, 21 de mayo de 2012

Palabra para Elena de México

Vem Morten

 

Me rencontré con Elena Poniatowska, hace algunos años, en la “Ciudad de los Atlantes”, en una de las primeras ediciones de la feria del libro de la Secundaria Tollan; digo rencuentro, porque la conocí cuando yo estudiaba la preparatoria en la ciudad de México, en una lectura pública de “La noche de Tlatelolco”, un libro que marcaría profundamente a mi generación imbuida en la “nostalgia peor de lo que nunca jamás (nos) sucedió”. Leí el libro en la secundaria, donde el Maestro Alfredo Ramírez me lo recomendó. En aquel entonces, yo devoraba libros, de todo, y no imaginé que esa recomendación, me llevaría a encontrarme con la palabra abierta de una de las escritoras más influyentes en la cultura mexicana de mis años. Elena se volvió desde ese libro, y los sueños de adolescente que maquiné a partir de la lectura, una especie de urgente necesidad. Busqué todo lo que pude encontrar de ella; la leí y releí muchas veces, hasta hacerla –como sucede con los escritores que nos mueven y conmueven- una cómplice con facultades ignotas de sostenerme los sueños y el afán de cada día. Esto último se lo conté ayer a un amigo, y él opinó que exageraba; yo lamenté que a mi amigo nunca le hubiera sucedido eso con un libro.

El sábado 19 de mayo, Elena Poniatowska cumplió 80 años de edad. Nació en París, el año de 1932, y muy a pesar de su lugar de nacimiento, Elena es irrenunciablemente mexicana. Ama a este país, y su amor se confirma desde el compromiso constante que ostenta, en favor de las causas más urgentes del pueblo. Fue bautizada como la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski (descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia). Su madre fue María de los Dolores Paula Amor Escandón, mexicana de ascendencia francesa. Hoy día, Elena no es la reina de Polonia, pero es soberana en el corazón de los muchos que seguimos su obra y su palabra.

En 2001 recibió el Doctorado Honoris Causa de la UNAM, al que se suman los de la Universidad de Sinaloa (1979), la UAEM (1980), la New School of Social Research de Nueva York (1994), la Florida Atlantic University (1995); en el año 2000 lo recibió de la UAM, en el 2001 lo del Manhattanville College en Nueva York, y en el 2002, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, también le concedió esta distinción. Pero mucho más allá de los reconocimientos académicos y oficiales, Elena ha recibido, como pocos escritores, lo que pienso es el mejor homenaje que alguien que se dedica al arte de la palabra puede recibir: el enorme cariño que sus lectores y el pueblo le conceden.

El 14 de mayo pasado, fui testigo del reconocimiento que la UNAM le concediera por estos 80 años de vida. Me emocionó profundamente ver la sala Miguel Covarrubias, en CU, repleta no sólo de “notables” del arte, la política y la academia, sino sobre todo, de jóvenes que llegaron para aplaudirla y demostrarle su afecto y solidaridad, a esta mujer que tantas veces les ha inspirado, desde sus libros y su ejemplo social como mexicana.

En aquella ocasión que cuento, de la feria del libro de la Secundaria Tollan, le obsequié “Entre quetzal y serpiente”, un poema que le escribí en las servilletas del restaurante a donde nos llevaron a comer mole poblano, y a beber cerveza, junto al querido y recordado Carlos Montemayor. Ella me pidió que no inclinara el vaso para servírsela, porque le gustaba que la espuma le dibujara un bigote al beberla. El poema en cuestión, hoy se puede leer en el libro “La tristeza de Papá Sabino”, para el que Elena me regaló un par de líneas que aparecen en la cuarta de forros. La vida me ha hecho muchos regalos valiosos, pero entre los mejores, está la amistad con que Elena tiene la gentileza de distinguirme.

He escuchado a “gente pequeña” preocuparse por las simpatías que la mueven en la escena política; me queda muy claro que Elenita está mucho más allá de esas preocupaciones; incluso más allá de sus simpatías; Elena no le pertenece a los colores, Elena es del pueblo, y el pueblo lo confirma siempre. Jamädi…

Milenio Diario Hidalgo
Lunes 21 de mayo de 2012

viernes, 18 de mayo de 2012

Chac Mool

Carlos Fuentes

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.



Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol.



Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los escalafones.



“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina.”



“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.



“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.



“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch...”



“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura.



“El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su elemento y condición. Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”



“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina.”



“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base.”



“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación.”



“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano.”



“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”



“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”



“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”



“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos.”



“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”



Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa:



“Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas.



“Casi sin aliento, encendí la luz.



“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover.”



Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre:



“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.



“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”



“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala2.”



“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”



“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atrevía a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”



“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”



“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”



“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”



Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.



Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.



-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...



-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.