lunes, 1 de agosto de 2011

Eliseo Alberto, la partida de un escritor



Jesús Alejo / Milenio




No dejaba de sentirse la llovizna en ese rincón de la Ciudad de México: el agua no se soltaba con fuerza, pero obligaba al paraguas o a las gabardinas: “La eternidad por fin comienza un lunes. Cada lunes. Cualquier lunes”, escribía al final de su última columna publicada en MILENIO (14-07-2011), citando ejemplarmente a su padre, el poeta Eliseo Diego, que fue recordado por Lichi para agradecer a todos los que habían participado en que uno de sus anhelos se cumpliera, al recibir el riñón que había esperado a lo largo de tres años.




Tres años que fueron tan largos como el dolor y la ansiedad de quien vive en un país con poca cultura de donación de órganos, pero que llegaban a una nueva etapa —el pasado 18 de julio—, de mayor esperanza, en la que todo aparentaba ir por buen camino, si bien no logró abandonar terapia intensiva e, incluso, hace algunos días se lanzó una convocatoria en redes sociales para donar sangre para Eliseo Alberto en el Hospital General de México.




Pero la eternidad también puede comenzar desde el domingo: la mañana de ayer, el cuerpo del narrador no pudo continuar con la lucha, perdió una pelea que había comenzado desde hace más de tres años, debido a la enfermedad renal que lo aquejaba: alrededor de las 7:30 de la mañana sufrió un paro cardiaco, producto de problemas respiratorios.




Y es que si bien su cuerpo había aceptado el nuevo riñón, fueron males respiratorios los que no lo dejaron salir de terapia intensiva desde el día del trasplante. Incluso, hace unos días se extendió por redes sociales una convocatoria para donar sangre para el narrador de origen cubano.




Los partes médicos eran compartidos por su hija, María José, también a través de las redes sociales, lo que se convirtió en espacio para las muestras de cariño y mensajes de ánimo que el escritor recibía de familiares, amigos y lectores.




Sin embargo, la mañana del domingo la noticia empezó a correr por diversos medios: el corazón de Eliseo Alberto de Diego se rindió en la batalla. Tres años de espera por un riñón y fue el corazón el que se lo llevó.




Sin descanso




Tenía 59 años cuando se fue y aún muchas historias por ser compartidas: trabajaba en un texto inédito en el que hablaba sobre la fuerza y la inteligencia: la fuerza la representaba Kid Chocolate, un boxeador cubano de los años 30, a quien entrevistó; y José Raúl Capablanca, un campeón de ajedrez cubano.




En las redes sociales, la muerte de Eliseo Alberto también fue de las noticias más comentadas en el ámbito cultural; muy temprano, por ejemplo, Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), escribió: “Con profundo dolor me entero del fallecimiento del escritor de enorme talento y entereza, Eliseo Alberto, ‘Lichi’. Un abrazo a su familia”.




Gael García Bernal fue otro de los que mandó un mensaje: “Descansa en paz querido Lichi. Quedan floreciendo la infinidad de anécdotas y reflexiones que sembraste en mí y en muchos más”.




Los restos del escritor fueron velados en una agencia funeraria del sur de la Ciudad de México, adonde llegaron miembros del ámbito literario y cinematográfico, además del mundo del espectáculo, y por supuesto miembros de la comunidad cubana, para quien Eliseo Alberto se convirtió en un emblema del exilio.




Rafael Pérez Gay, Jorge F. Hernández, Javier García Galiano, Rubén Cortés Fernández, Diego García Elio, Manuel Pereyra, fueron algunos de los personajes que acudieron a despedirse del escritor, cuyos restos aparecieron en la Capilla 4, alrededor de las siete de la tarde, tras un complejo proceso de embalsamamiento de alrededor de cuatro horas.




La intención original era cremar sus restos la mañana de hoy (lunes), si bien su hija María José y quien fuera su esposa —madre de su hija, María del Carmen Alba— decidieron alargar su estancia en la capilla de la agencia, con la idea de permitir que un mayor número de familiares y amigos tengan la oportunidad de despedirse del narrador y poeta.




A Josefina de Diego, hermana de Eliseo Alberto, le encantaría llevarse las cenizas a Cuba, y aunque no hay nada decidido al respecto, las posibilidades existen, porque al final y por sobre todo la isla siempre fue uno de los grandes amores del escritor.




- Perfil




“Eso de la nostalgia es un mal negocio”




En el 2007, previo a un homenaje que se le rendiría en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, se le preguntaba a Eliseo Alberto el porqué de su rechazo a los reconocimientos; su respuesta se convirtió en un anuncio del futuro: “Homenaje es una palabra muy grande, que me asusta, la verdad, y creo al final acaban por matarte. Que mejor vengan después de muerto” (MILENIO, 25/02/2007).




Escritor de diversos géneros, guionista de radio y televisión y apasionado de la docencia, Eliseo Alberto nació en 1951 en Arroyo Naranjo, un pueblito de Cuba. Licenciado en periodismo en la Universidad de la Habana, comenzó a cimentar su olfato periodístico como jefe de redacción de la gaceta literaria El Caimán Barbudo y subdirector de la revista Cine Cubano.




Caracol Beach lo hizo ganar la primera edición del Premio Internacional Alfaguara de Novela en 1998. Cultivador de la poesía, publicó Importará el trueno, Las cosas que yo amo y Un instante en cada cosa, lo mismo que las novelas La fogata roja, La eternidad por fin comienza un lunes.




Su libro de memorias Informe contra mí mismo, le granjeó cierto rechazo del gobierno castrista, un libro en el que defendió un solo derecho: “el derecho a estar equivocado”.




“A mucha gente le hizo bien, y sin ser pedante sé que si soy recordado alguna vez va a ser por esa obra”, contó en la misma entrevista a MILENIO: “Desafortunadamente no han cambiado mucho las cosas en la isla. Por eso es importante el libro, por lo menos para mí, pues se trata de una historia de la emoción en Cuba, la búsqueda de respuestas a lo qué pasó con la emoción de los años de la Revolución, no con la razón ni con la pasión”.




Hijo de Eliseo Diego, sobrino de Cintio Vitier y Fina García Marruz, Eliseo Alberto también tuvo una cercana relación con el cine, incluso trabajó con directores como Tomás Gutiérrez Alea, con quien colaboró en la cinta Guantanamera.




Como maestro impartió clases y talleres en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba, en el Centro de Capacitación Cinematográfica de México y en el Sundance Institute, en Estados Unidos.




En México hizo el guión de la nueva versión de Salón México que dirigió José Luis García Agraz y escribió la historia de La paloma de Marsella, de Carlos García Agraz.




Residente en México desde 1988 —en el 2000 obtuvo la nacionalidad mexicana—, Eliseo Alberto se adaptó a vivir en México, sobre todo después de la publicación de Informe contra mí mismo, si bien aprovechaba los espacios que dan las leyes migratorias para regresar, siempre como turista y nunca por más de 20 días, a la Isla.




Fue declarado traidor por el gobierno de Cuba, pero en los últimos años las aguas han vuelto a su nivel, porque se dieron cuenta que no era un terrorista ni un contrarrevolucionario partidario de la violencia.




¿Es posible escribir a mitad del camino, entre la isla y el exilio?, se le preguntó en el ya lejano 2007 a Eliseo Alberto y su respuesta fue contundente: “No”.




“O estás en la isla o en el exilio, aunque hay gente que sí lo ha podido hacer. Para mi última novela, Esther en alguna parte, hice el ejercicio de escribirla como si lo hiciera desde La Habana. Pero todas son trampas de la nostalgia y de la melancolía. El hecho cierto es que vive uno en Cuba o fuera de Cuba y se acabó. Una de las peores cosas del exilio es que nada te recuerda algo. Claro, con el paso del tiempo ya vas acomodando una reserva de recuerdos, que a fin de cuentas te empiezan a acompañar. Eso de la nostalgia es un mal negocio, hay que escribir donde uno vive y desde ese lugar, sin mirar pa’trás ni pa’ los lados. Un escritor nada más puede mirar pa’lante.”

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