Eduardo Hurtado
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Crecen hacia la lluvia, y en un impulso simultáneo regulan su caída. De la tierra sensible toman el resudor copioso que han dejado escurrir. Muy de mañana, entre las hojas danzan los últimos resabios del chubasco.
Remontan por filones radicales la solución acuosa destilada en quietud, y la resguardan, previsores, en las vejigas generosas que ellos mismos fabrican. Higos, manzanas, cocos.
Paralíticos, se retuercen en busca de un avance, un gesto traslativo, un pasito delante. Y sin embargo, una velocidad anómala circula por su cuerpo como aceite de luz.
“Árboles”: el plural se corrige a la vista de un roble singular: alguien viene a leer en los anillos de su cuerpo la cifra de una edad. Pero el tiempo del árbol es más hondo. Sobre la piel inerte lleva inscrita una fecha, las huellas de un adiós.
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Tomado de www.letraslibres.com
Me hace recordar mi libro favorito "The Giving Tree" por Shel Silverstein.
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