Ayer arrancó la décima edición de la Feria Infantil y Juvenil Hidalgo, correspondiente al 2010. En esta ocasión el Estado de México es el invitado y se han programado una gran cantidad de actividades encaminadas al disfrute de la lectura. Podría parecer intranscendente para algunos el que un evento relacionado con el arte de escribir y de leer lleve tantos años ininterrumpidos de realizarse y que ello constituya un acto digno de análisis. Sin embargo, al ver la afluencia que año con año ha crecido y que por momentos abarrota los pasillos del Centro Cultural de Ferrocarril, sede de la Feria, debemos prestar un momento de reflexión hacia el evento en cuestión.
A principios de la primera década del Siglo XXI, en Hidalgo se comenzó a cosechar algo que se había sembrado muchos años antes: una camada de escritores a quienes no podemos definir como “nuevos”, pues provenían de generaciones distintas como la de los 60’s y 70’s (inclusive de los 80`s). Mujeres y hombres de letras que no podían más contener la necesidad de expresión literaria y que reclamaban, desde hacía tiempo ya, espacios y oportunidades para hacer público su trabajo escrito. Pero esta no fue la única necesidad que debió cubrir un evento relacionado con las letras, sino sobre todo la imperiosa necesidad que tenemos en México de “generar” lectores, sobre todo en el público infantil y juvenil. En este panorama de oportunidad literaria y lectora es que aparece la Feria del Libro Infantil y Juvenil, arropando a todos aquellos que creemos que la letra escrita e impresa es el mejor vehículo para el conocimiento y la imaginación.
Inició sin lugar a dudas haciendo una apuesta arriesgada: desarrollarse en verano, cuando los niños y jóvenes ya no asisten a las escuelas y son susceptibles de ser “acarreados” para asistir a las actividades programadas; por el contrario, el evento buscó desde el principio que los verdaderamente interesados en la lectura asistieran y pudieran encontrar en las actividades una posibilidad de recreación alrededor de los libros. Se mostró pues como una opción para un público selecto (y léase esto no en un sentido elitista, sino de calidad en quienes asisten), a quienes las autoridades organizadoras debían atraer, sorprender y satisfacer. Creo que lo han logrado la mayoría de los años.
Esta décima edición cobra además un especial significado pues en la programación presentada se incluye una larga lista de escritores hidalguenses quienes estarán presentando sus más recientes publicaciones: Agustín Cadena, Ignacio Rejo Fuentes, Arturo Trejo Villafuerte, Ana María Vázquez, Omar Roldan, Fernando Rivera Flores, Alejandra Craules Bretón, Álvaro Ávila Cruz, Jorge Contreras, Juan Carlos Hidalgo, Juan Rivera, entre muchos otros. Nunca tantos escritores oriundos de Hidalgo presentando sus trabajos publicados, por un lado, por el mismo CECULTAH, y por otro, por editoriales hidalguenses independientes que apuestan por lo que en esta tierra se escribe. Esto sin contar a las otras huestes de escritores, músicos, cantantes, cuenta cuentos, y un sinfín de lectores, que comentarán, presentarán, cantarán, impartirán talleres y harán del íntimo acto de la lectura un disfrute colectivo.
En hora buena a las autoridades culturales del estado por mantener durante diez años una feria del libro en un país donde “nadie lee” (que mentira, esta última, más grande), pero sobre todo en hora buena para aquellos lectores, niños, jóvenes y adultos, que asistirán para hurgar entre los libros un momento eterno de recreación literaria.
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*Publicado el sábado 17 de julio de 2010, en el diario Síntesis de Hidalgo.
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