Octavio Jiménez
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Uno a uno van ocupando sus respectivos lugares en una de las jardineras de la plaza municipal de Ixmiquilpan, lo han hecho desde hace más de cincuenta años según cuenta la leyenda local. Actualmente no rebasan los diez miembros, anteriormente eran más de treinta. El tiempo, las enfermedades y de más vicisitudes que traen consigo los años han ido acortando el grupo. El transeúnte cotidiano que pasa por enfrente de su punto de reunión piensa generalmente que se trata de un decena de viejos sin hacer nada, perdiendo el tiempo
La jardinera o “su jardinera” ¾ como a muchos de los habitantes de este pueblo ubicado en el corazón del valle del mezquital les ha dado por decirle ¾ tiene en el centro una centenaria palmera, que en su copa pletórica de palmas teñidas de verdes y amarillos anidan una comunidad compuesta por mas de un centenar de urracas. El pasto alrededor de su base llena de dátiles naranjas y custodiada por margaritones de pétalos blancos y centros de amarillos intensos han sido el escenario de las múltiples charlas de estos ancianos que no rebasan en promedio los ochenta años.
Muchas han sido las veces que algún vecino les ha sugerido integrarse a las actividades que las autoridades municipales o la casa de la tercera edad llevan a cabo para personas como ellas. No se inmutan ante estos comentarios y con orgullo se hacen llamar la “Cofradía de los Pájaros Muertos”.
Recuerdos de antaño, política local y nacional, chistes o simplemente el silencio y la contemplación son sus quehaceres favoritos que dan inicio todos los días a las once la mañana. Antes de esa hora nadie puede ocupar “su jardinera” y de esa tarea se encarga el afamado gremio de los boleros ubicados a un costado de este sagrado lugar.
¾ Mi amigo, no se puede sentar ahí. Ya van a dar las once y es “su jardinera”.
¾Sr. ese lugar pertenece a la cofradía, así que busque otro.
¾Muévanse amigos, ese espacio esta reservado para los valedores de “los pájaros muertos”.
Son las palabras que los aseadores de calzado dirigen a los atónitos visitantes o alguno que otro lugareño despistado.
Son parte del paisaje cotidiano del pueblo. Algunos usan bastón, otros aun conservan su postura erecta. Sus cabezas las cubren con sombreros de palma y los más modernos usan gorra de beisbolista o simplemente dejan a la intemperie sus cabezas ausentes de cabello y si lo existe, blanco en su totalidad.
Guaaaaaoooooo se ve muy interesante el libro y donde lo puedo adquirir, lei de la presetacion que hicieron el la UT y me parece muy interesante lo que estas personas hacen para escapar de la realid, es increible que la amistad super las barreras del tiempo
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