Contigo en un café
-digo, con tu recuerdo-
veo pasar rostros despavoridos
a través del cristal que da a la calle:
las voces apagadas, tan puntuales,
sumidas en horarios desalmados
que cumplen lo apremiante del momento
mientras la vida pasa
en dirección contraria
regalando jazmines
y noches siderales
y poemas,
ofreciendo los cuadros de Rembrandt,
la música de Albéniz,
la foto de un anciano que juega el ajedrez
de su mañana...
En tanto,
de un saxofón el jazz
cruza los condominios y se pierde
como un pájaro herido perdido en la ciudad
por alguna ventana.
La hilera de automóviles bosteza
las miradas cansadas
y bosteza los sueños olvidados,
los amores perdidos,
el corazón extraviado entre la multitud
de multinacionales.
Al otro lado de la calle
y en dirección contraria
un niño se detiene
a mirarme en silencio.
Y se aleja...
29 de diciembre de 2009
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