Sentado frente a la
titilante blancura de la computadora me sorprende una noticia destilada en un
mensaje de Messenger: el nuevo libro del escritor tepejano, Octavio Jiménez,
acaba de salir de las prensas; es un poemario, se titula “Cuervos del alma”. La
noticia por supuesto me alegra, no sólo por la añeja amistad que me une al
autor, sino también porque el hecho de que un libro de poesía salga es ya un
milagro digno de celebrarse; y por si todo esto fuera poco, la alegría se
completa cuando recuerdo que escribí, así casi dos años, un prólogo para ese
poemario.
Octavio Jiménez es un
entusiasta escritor y promotor cultural oriundo y radicado en Tepeji del Rio,
al cual lo mismo nos ha regalado revisiones historiográficas, que cuentos, que
poesía. Se nota en él, la pasión exacerbada del hombre convencido de que sólo a
través de su pluma logrará la trascendencia. En las páginas de sus libros ha
volcado todo lo que es, en lo que cree y lo que lo llena de esperanza.
Mientras el libro vence
los últimos embates de la distribución literaria que le permita llegar a
nuestra ciudad, les comparto el texto mencionado arriba y que abre, a modo de
anzuelo, las páginas de “Cuervos el alma” de Octavio Jiménez; esperando que en
esta ocasión también antoje a los amantes de la poesía:
Siempre
he creído que la poesía no debe de “crearse”, sino de “recordarse”. Y cuando
digo esto me abrazo al origen de la palabra “re - cordare”; “de nuevo – corazón”.
La poesía, para ser escrita, debe pasar por el corazón y no por la mente, no
debe pensarse, no debe calcularse como aritmética precisa pero vacua, debe
sentirse, como el miedo, como la pasión. Así es como Octavio Jiménez escribe su
poesía, haciéndola pasar por el corazón.
El
libro que el lector tiene en sus manos resulta una suerte de bitácora intima en
la que el autor nos envuelve lo mismo con sus pesares y sus alegrías que con
sus angustias y sus esperanzas, donde se registra palabra por palabra la
geografía de su alma reflejada en las cicatrices de su piel.
En
esta colección de poemas se advierten diversas veredas por donde discurre la
poética de Jiménez. Por un lado, los ancestros, importantes pilares de la raza
a la que se pertenece y punto de partida para la cosmogonía que se va creando
en estos tiempos modernos de vacuidad y desenfreno. Aparece así la consigna de
una raíz a la cual dar cuenta de lo perdido y lo alcanzado, como una especie de
conciencia que convive con la religión heredada por la conquista, logrado así alcanzar
un estadio absoluto de espiritualidad que el autor no tiene reparo en asumir
como virtud.
Detrás
de ello se reconoce la presencia de elementos propios de esa cosmovisión
levantada por el poeta en sus palaras: los arcángeles, los sueños, el amor, la
mujer, la muerte, la traición, los cuervos, todos esos elementos revoloteando
como una parvada de emociones que se combinan con el compromiso del poeta de
hablar de los tiempos de los que es testigo, sin dejar de lado la belleza con
que se describe y se reflexiona sobre lo que apesta y duele: la propia
condición humana.
Poemas
que van del largo aliento a la cortedad precisa, que viajan desde el cielo al
inframundo, del espíritu frugal al tintinar de una copa de vino, de la suavidad
de la mujer amada a la aspereza del olvido; siempre con un leguaje bien cuidado
y una musicalidad propia de quien, como Octavio, sabe que la poesía es la mejor
manera de nombrar el mundo.
Con
este libro, Octavio Jiménez se confirma como un escritor completo, capaza de
abordad la crónica, el cuento y la poesía con la naturalidad del alquimista que
conoce bien los artilugios que necesita, para transformar las palabras en
graznidos poéticos para enfrentar la vileza del mundo que nos ha tocado
presenciar.
Sólo nos falta que el
poemario “Cuervos del alma” llegue a Pachuca, lo que ocurrirá en las siguientes
semanas, y podamos ponerle los ojos encima. O debería decir, dentro. Cualquiera
de las dos.
Paso
cebra
Bien por el grupo de
Artistas en Retribución Social, organizadores el “1er. Festival de las Letras
Hidalguenses” y que transformaron hace algunas semanas un domingo en un día dedicado a la
lectura y el gozo que produce; y ya de paso revitalizaron un espacio en la
ciudad de Pachuca que permanece subutilizado y con poco interés por parte de
las autoridades municipales, como lo es El Jardín del Arte. Por ahí preparan la presentación de un libro con historias de lo paranormal, lo que será tema en otra oportunidad. Deseamos que el
empeño siga, queridos compañeros artistas.