Por Úrsula K. Le Guin
Espíritu, ensaya los viajes del cuerpo
que esta por venir, los movimientos
de aquello que te retenía.
Levántate en el humo de palo santo.
Vuelve a la tierra en la lluvia que cae.
Sumérgete, húndete en las raíces más lejanas.
Móntate lentamente en la savia que crece
hacia las ramas, la corona, las puntas de las hojas.
Baja a la tierra como hojarasca de otoño
para mentir en la paciente putrefacción del invierno.
Sube de nuevo en las verdes fuentes de la primavera.
Deriva en la luz del sol con el polen sagrado
para caer en la bendición.
Todo el polvo de la tierra
ha sido la vida, el alma sanada; es santo.